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matilda

—¿Que te pasa? —me pregunta Enzo en cuanto para el auto y estamos a minutos de entrar en el mismísimo lugar donde estan todos los jugadores de la selección, y además las mujeres mas lindas que jamás haya visto.

Creo que me comencé a sentirme insegura, miraba lo que me había puesto y no me convencía, no me sentia como cuando me lo puse en casa, pero no había vuelta atrás.

—¿Y si les caigo mal? —pregunto y Enzo sonríe transmitiendome tranquilidad.

—No digas cosas imposibles.

—Te hablo enserio Enzo.—me muerdo el labio.—Soy una desconocida entre todos ustedes.

—Estás conmigo, no te voy a dejar sola Matu.—me aclara.—La vamos a pasar bien, dale.

Asentí, de igual modo ya habiamos llegado y no podía irme asi sin más.

Un camino con un jardín gigante y precioso se presentaba ante mi, las luces aclaraban la oscura noche y mientras mas me adentraba al lugar, más maravillada quedaba, pero Enzo ya estaba acostumbrado a eso, solo se limitaba a contestar en su celular a vaya a saber quien, intenté ignorar eso.

Mientras mas nos acercábamos mas se aclaraban las voces y pude escuchar la de él, la reconocía esté donde esté, no importaba si había mucho ruido o no, lo identificaba tan solo oirlo.

En cuanto nos abren la puerta intento que mi boca no se abra por la sorpresa, Antonella, la mujer de Lionel estaba frente a mí, y lucía estupenda, hermosísima, las manos me sudaban.

—¿Matilda, no? —me sonríe y todo esto pareciera un sueño para mi.—Leo ya estaba preguntado cuando llegaban, faltaban solo ustedes.

—Había alguien que tardaba en arreglarse.—fundamenta Enzo haciendo que lo mire mal.

Antonella ríe mientras se hacia a un costado para que nosotros pasaramos.

—Pero mirá, vino super diosa, no te podés quejar.—yo le sonrio tímida ante su cumplido y lo miro a Enzo que asiente dandole la razón.

Nos acercamos a la sala de estar, ahi estaban todos —o al menos casi todos—saludamos uno por uno, en cuanto él escucha mi voz se da vuelta sin disimular, mirándome con esos ojos claros que en algún momento me hicieron sentir plena, pero por ciertas circunstancias, ya no.

Me acerco a su cara, frente a frente, puedo notar como su pecho sube y baja al mirarme, suspiro antes de hablar.

—Hola...—saludo y el arquea la ceja, como si no se creyera ese saludo tan seco.

Acerco su cara a la suya y le doy un beso en el cachete —como a todos—pero con él me alejo rapidamente.

—Tanto tiempo, Mati.—murmuró y yo lo mire desconfiada, sentí la mirada de su mujer en mis espaldas quemándome, tan rápido como me acerqué a él me alejé y fui con Enzo.

El me mira y lleva su mano a mi espalda baja.

—¿Estas bien? —pregunta y yo asiento.

Iba a contestarle con palabras, pero tres toques en mi hombro hacen que me de vuelta y sonría al ver quien era.

—¡Juli! —lo abrazo y el me levanta para después bajarme al suelo de vuelta, sonríe al verme y yo a él, desde el día de la final no lo veía, pero siempre era un placer volver a encontrarlo.

mundial ; enzo fernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora