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—¿Venís mañana a casa? —pregunta y yo sonrío.

—Estuvimos todo el día juntos.—le agarro la cara a Enzo. Me encantaba que me tenga en cuenta, pero quizá el quería hacer otras cosas y no quería que se sienta en obligación de invitarme.

El morocho frunce el ceño.

—¿Y? ¿Que tiene? —mi corazón se derrite al escuchar eso.—Te extraño.

Me muerdo el labio y asiento.

—Me encantaría, ¿me venís a buscar mañana? —el asiente y me desabrocho el cinturón cuando me estoy por bajar, pero él me toma de la mano.

—Quedate a dormir, dale.—me hace ojitos de perrito mojado junto con un pucherito que hace que quiera morfarmelo a besos.—Matildaaa.—ruega.

—Mañana me quedo, hoy viene Joa.—le recuerdo.—No le puedo colgar.

Enzo se cruza de brazos y rueda los ojos.

Celoso.

—A él no le podés colgar pero a mi si.—se queja.

—Estuvimos todo el dia juntos, haciendo cosas...—le recuerdo y una mini sonrisa se le escapa.

Imágenes de hoy se me pasaban por la mente haciendo que una presión en mi estómago incremente.

—Vení para acá.—tira de su asiento hacia atrás junto con mi brazo haciendo que me suba a horcajadas de él, cara a cara.

De repente empezó a hacer mucho calor, no?

—Enzo acá no.—le menciono y el chista.

—Un rapidito.—me guiña el ojo y niego.

—Rapidito nada, no que estabas cansado?

—De cogerte jamás me canso.—me da besos en el cuello y sigue.—Estaría así todo el día te juro.

—En el auto es incómodo.—le digo pero sabía que si me decía dos o tres palabras mas yo cedería.

Enzo esconde su cara en mi cuello, me besa, mordisquea y lambe cada lado, reprimo un gemido que no tarda en salir.

Poso mis manos en su pecho y desciendo, estoy por llegar al elástico de su bóxer cuando su teléfono suena.

—La re puta madre.—putea y toma el celular, yo lo miro con cara de "¿enserio?" —Matu...—dice en cuanto me bajo de encima suyo y vuelvo a mi asiento para cruzarme de brazos.

—Nada dejá, atendé.—le digo con cara de orto y el duda, estoy por abrir la puerta del auto y él retiene.

—¿No me vas a dar un beso? —niego con la cabeza.

—No Enzo, nos vemos mañana.—le intento sonreír pero sale como una mueca.

Sé que él debía atender, pero ya no es la primera vez que me hace esto, calienta la comida y no se la come, después termino yo de la cara porque me tocó dos segundos, me deja sin nada y para peor caliente.

Que siempre que me pone una mano encima, me caliento por mil, solo él lo causa, me daba cosa de que si él se iba yo lo siga buscando vaya a donde vaya, y claramente, no lo encuentre. No había otro como él.

—¿Te enojaste? —voy a ignorar que lo preguntó con cierta diversión, como si le diera gracia verme por primera vez enojada.

— Que te importa.—le acababa de dar la respuesta más obvia del mundo.

Enzo hace puchero y me mira.

—¿No era que no querías hacerlo acá?

—Había cambiado de opinión.—respondo sincera pero a la vez tajante.

mundial ; enzo fernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora