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Detrás de él cerró la puerta de afuera mientras él depositaba castos besos en mi boca, me sostenía firmemente con sus manos en mi culo, de vez en cuando le daba un apretón haciendo que yo de un respingo y el sonría satisfecho.

—¿Creés que está bien desafiarme, Matildita? —sus ojos mostraban una intensidad aún más fuerte que la de la otra noche, yo niego con la cabeza.—Decís una cosa pero hacés otra.

Miro hacia las escaleras e intento bajarme, ¿no pensaba subir las escaleras cargándome...no?

—Ni lo pienses.—su mano me aprieta aún mas mi culo.—Quedate donde estás.

Sube las escaleras conmigo encima y lo único que se escuchaban eran nuestras respiraciones agitadas, necesitaba tenerlo encima de mí ahora mismo, o estar encima suyo frotándome encima de él, como sea en donde sea pero que sea ya.

Cuando llegamos a su habitación me bajó y mis pies tocaron el piso frío, tomé una bocanada de aire mientras lo miraba a los ojos y mi pecho subía y bajaba de acuerdo respiraba, sentí el impacto del frío de mi ropa que estaba mojada, quería que él se acercara ya mismo y me saque todo esto en la manera que quiera.

Sus ojos estaban fijos en mi, esos marrones que me encantaban y le daban profundidad e intensidad a su mirada y que a mí en lo personal me transmitía calma, esa calma que tanto busqué y anhelé a lo largo de mi vida.

—Parece que estás pensando.—hablo.

Me saqué el top dejando mis tetas al descubierto quería acelerar todo y llegar al punto, esta era una manera muy directa de decírselo, Enzo se mordió el labio y su cuerpo se tensó, al mismo tiempo que su mandíbula.

No quería sonar desesperada, pero eso me calentó aún más, esa reacción al ver mi cuerpo, como todos sus sentidos y su cuerpo reaccionaba a mí, al igual que el mío, que estaba mojada, empapada y...no precisamente por el agua, el culpable tenía nombre y apellido.

—Siempre estoy pensando.—responde mientras se acerca a mi y toma mi top para tirarlo por algún lado de la habitación.

Mi cuerpo tiritaba del frío y eso que solamente me quedaba el short, supongo que tenerlo lejos de mi provocaba estas cosas.

Él al darse cuenta me toma del mentón y me hace mirarlo, iba tan lindo que lo único que queria era besarlo todo el tiempo.

—¿Tenés frío? —pregunta con cierto entusiasmo en su tono.

—¿Eso importa? —el acerca una mano a mi cintura y la aprieta.—¿Pensás hacer algo al respecto?

—Pienso hacer demasiadas cosas que te van a mantener caliente, amor.—murmura encima de mis labios y no aguanta un segundo más porque me besa con desenfreno y ferocidad.

Besaba demasiado bien, tanto que mis piernas se juntaban e iban tan apretadas que hasta daba pena decirlo, tanto que en cualquier momento le pediría que no pare, que haga de mí lo que quisiera, yo estaba dispuesta a todo y más si el se ponía en ese modo.

Besaba como si fuera un muerto de hambre.

—¿Alguna idea de lo que estoy pensando? —me pregunta y yo estaba con los pensamientos tan nublados por el placer que negué con la cabeza.—En hacerte mía una y otra vez, que gimas tanto mi nombre que te quedes sin voz, que veas que lo nuestro es tan intenso que nadie podría entenderlo, que no hay otro como yo.

No había otro como él, eso ya lo había descubierto desde hace tiempo, desde que lo conocí, desde que se presentó a mi con una sonrisa y después me tomó de la mano para que no me vaya.

Él se aleja un poco y se saca la remera, llevo mi mano hacia su cuerpo y Enzo las toma y las saca.

—Hoy es a mi manera, Matilda.—lo miro y hago puchero mientras lo tomo del elástico de su bóxer que sobresalía de su jean.—Caprichosa.

mundial ; enzo fernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora