Capítulo XXIII

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21/01/1968 Base Marina de Khe Sanh.

PDV ERIK


La mañana, helada como los días de guerra, había mostrado un acontecimiento importante para los soldados que residían en Khe Sanh. Erik acompañado de Galán salió al patio para ver lo que todos murmuraban. Una larga hilera de soldados con los que convivían Erik y Morris se situaron cerca de la pista de aviación, dejando sus quehaceres, para observar como un soldado del EVN (Ejercito de Vietnam del Norte) se encontraba al otro lado del alambrado con un brazo levantado y agitando un pañuelo blanco.

— Dice que nos van a atacar. —le dijo un soldado— Pero Westmoreland no le cree, dice que puede ser para alterar la información que tenemos. 

— ¿Tú le crees? —preguntó a su sargento.

— Todo en el mundo de la guerra puede suceder —respondió Galán—. Tal vez, ese pañuelo blanco represente la paz que quiere el soldado o la entrada al infierno.

Erik miró hacia el extremo del alambrado donde se encontraba el símbolo de paz y desde su lugar pudo notar como volvía un oficial jadeando a través de la larga pista. Romero que llegaba para la toma de decisiones le dio un empujón con el codo al sargento y se acercaron hacia el oficial cansado. Galán le lanzó una mirada Erik tratándole de decir que tenía razón y luego de una charla el grupo de oficiales se dispersó.

— ¡Soldados! —gritó un general a los soldados que rondaban por el lugar— ¡La defensa de la meseta inicia ahora mismo! ¡Con Sanders los artilleros! ¡Lownds los morteros! ¡Ross los que manejan los obuses! ¡Los demás soldados detrás mío hacia las trincheras! ¡Ahora!

La tan esperada llegada del ataque del Ejército de Vietnam del Norte no logro sorpréndelos. Era de saberse que un punto tan claro como Khe Sanh iba a tener un destino fatal como un bombardeo. «Pero debemos intentar repeler ese ataque, o tal vez, sobrevivirlo»

— Joven Gray —llamo Galán—. Ve por tu escuadra. 

La caseta suya no quedaba tan lejos de la pista de aviación, Erik agarró su arma y algunas municiones. El rifle de asalto que le brindaron al llegar a la meseta era el M-16A1, un poco más liviano a comparación de otras armas y, según Galán, el rifle tenía alcance largo y efectivo. El joven Gray partió de su caseta sin antes darse de cuenta de que la cama de Paul seguía igual que la noche anterior. 

Puesto en camino, por el campo que lo llevaba hacia su punto de encuentro, observó como varios soldados rezaban y caminaban con rosarios y artículos sagrados pidiendo, tal vez, que su señor los mantuviera con vida o al menos que llegara algún daño que los permitiera volver a casa. No sabía que pedían realmente, pero si sabia que su señor no se los iba a otorgar. Cuando Andrews cayó enfermo le pidió mucho al señor para mantenerlo con vida y lo único que hizo fue darle un descanso rápido. No creía en él, no podía depositar toda su esperanza en alguien que no lo escuchaba.

— ¿Qué está haciendo, Capitana? —preguntó Erik asombrado a Romero.

Desde un pedazo del campo, que no habían terminado de podar, se encontraba arrodillada la capitana Romero. Su rifle recostado en suelo descansaba para luego la gran llamada, sus botas limpias se ensuciaron por el lodo causado por una llovizna la noche anterior, sus manos se cerraban con fuerza, su mirada estaba perdida, desconcertada, observando fijamente una rosa.

— Me encontré con esto. —respondió Romero— ¿Es bella no? ¿Sabe lo que significa?

Erik se acercó hacia su capitana y observo hacia el suelo. La pequeña rosa que había detallado a lo lejos ahora se alzaba imponente frente a él, sus pétalos se mostraban suaves, sutiles y se formaban uno a uno, de manera uniforme entorno a su centro, a su hermosa rosa; de la flor se desprendía un fuerte tallo que estiraba en cada esquina una hoja verde con forma de lagrima, una hoja verde que lloraba al verse a su alrededor rodeada de espinas.

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