Capitulo XVIII

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13/12/1967 Océano Pacifico.

PDV ERIK

Su hermano Paul estaba en la orilla de la proa intentando encontrar las venideras tierras de Vietnam, Paul había estado hacer tres horas observando sentado, algunas veces llorando, otras pensando, pero nunca riendo, a nadie le causaba felicidad llegar a una zona de combate.

— Hola, hermano —Dijo a Paul mientras se sentaba a su lado— ¿En qué tanto piensas?

— ¿Has observado el cielo de hoy? —Pregunto su hermano mientras seguía viendo al horizonte el enorme mar— Esta gris, oscuro y presagioso, nos está avisando nuestros próximos días en tierra.

— Puede que solo este oscuro por un momento, más tarde vendrá un radiante sol, un sol de felicidad. Deja de preocuparte

— No estoy preocupado. —Contesto su hermano sonriente— Creo que todos ya estamos preparados para luchar por la nación.

Después de su cumpleaños, todos estaban callados centrados en sus pensamientos, leían cartas de guerra y hacían sus quehaceres en un silencio inmortal e irritante, había ya pasado una semana y están próximos a llegar a Vietnam para cometer lo que siempre les habían prometido todos sus oficiales: combate. Ya les habían dicho del perímetro de su primera ubicación y también les habían mostrado el mapa del lado que iban a defender, el sur, les enseñaron la capital y las ciudades más fuertes del país.

— Desembarcaremos en Hải Khê y luego iremos a Khe Sanh. —Había dicho el Comandante Blade— Con el General Westmoreland para luego seguir sus indicaciones.

Todos gritaron "¡SI SEÑOR!" al unísono y partieron de nuevo a sus quehaceres.

Y ahora estaban ahí, observando, el horizonte hasta encontrar un relieve de montañas para así darse cuenta de que han llegado a su destino.

— Erik. —Dijo el paramédico interrumpiendo su vista— Andrews quiere que lo visites, dice que es urgente.

Miro a Paul y él solamente sonrió.

— Ve, él te necesita más que yo.

Erik se levantó del suelo y junto a Jacob partieron hacia la habitación donde se encontraba su amigo, que desde hace mucho no lo visitaba, no porque no quería, si no por el dolor que le causaba verlo en ese estado tan débil y frágil.

— ¿Es su hora? —Ya había pensado tanto en este momento.

— Lo que te diga no es cierto. —Jacob se adelantó y abrió la puerta para que Erik bajara.

Bajo nervioso e impaciente, abajo la sala estaba muy limpia a excepción de la cama de su amigo, todo estaba tan sucio y también se daba un olor muy repugnante por el vómito, por la diarrea que le comenzó a causar y por el sudor que su amigo botaba.

— Estaré allí arriba para que puedan hablar solos. —Dijo Jacob apartándose del lugar.

— ¿Erik? —Pregunto Matheus— Erik, amigo, ven aquí.

Se acercó con los ojos llorosos hacia su amigo, no podía verlo así, Matheus estaba muy flaco, tenía muchas ojeras y todo su cuerpo se veía frágil y desgastado.

— Creo que es hora. —Su amigo comenzó a toser— Quiero hacer una última oración, para mi Señor.

— Si, dale. —Matheus le entrego una hoja con una oración escrita y le indico de que la recitara— Querido Dios Padre: con confianza coloco en tus manos a Matheus Andrews, que pronto dejara este mundo. —Comenzó a llorar, sabía que el momento llegaría, pero no como iba a reaccionar en realidad, todo esto era muy duro, no soportaba mas este fuerte dolor.— Acógelo en tu hogar eterno, oh Dios mío, perdona todos sus pecados para que pueda contemplarte cara a cara y disfrutar por siempre de tu amor. —No podía continuar, esto le daba muy duro, se estaba yendo la persona con la cual vivió sus mejores momentos. — Señor Jesucristo, que para salvarlo moriste por él, prepáralo para su pascua, permítele disfrutar de la verdadera libertad, sin límites de tiempo ni de lugar, que tus gracias den fruto abundante en mi querido amigo — La hoja se llenó de gotas de sus lágrimas, y su amigo le tomo de las manos y le sonrió— Virgen María, todos los ángeles y santos, salid a su encuentro cuando deje esta vida y consolad a los que esperamos unirnos algún día a vosotros. Amén.

— Amén. —Repitió su amigo.

Matheus comenzó a toser repetidamente, sus ojos estaban cerrándose mientras el corazón de Erik partiéndose.

— ¡No, no! —Erik abrazo a Matheus— ¡Mierda, Andrews, no! No me hagas esto ahora.

Sus ojos se convirtieron en un enorme rio, mientras Matheus solo se iba.

— No eres como los demás, Erik —Dijo con sus últimos alientos— Sigue siendo tú mismo, eres más que todos en este mundo.

Matheus Andrews cerró los ojos lanzo su último aliento.

— ¡No, Andrews!

Comenzó a llorar recostado en su amigo, había perdido al más grande amigo de su vida, el cual nunca lo había traicionado, ni hablado mal a sus espaldas como lo hacían los demás; porque Andrews era así, era una persona muy especial con los demás, amable, atenta y sobre todo leal y de confianza, era para Erik el amigo que nunca pudo encontrar jamás, y el amigo que duro por muy poco tiempo.

Se levantó de la cama de su difunto amigo y comenzó a ascender por las escaleras, Jacob estaba cabizbajo guardando luto, cuando observo a Erik le asintió e intento buscar a la Capitana Romero.

— Tomaremos una canoa, —Le dijo cuándo lo detuvo— Ese era su único deseo.

Erik partió hacia su cabina, entro y los demás le observaron sorprendidos, Paul le abrazo y Morris le hizo un gesto de pesadumbre al igual que Foster, Erik se recostó un rato en la cama para olvidar este horrible día, un día de mierda el cual le habían prometo llegar a tierra firme para llevarlo a un hospital y curarlo, un día donde no perdió solo a un amigo, sino que también perdió la esperanza de todo, y mas que todo, perdio la fe del Señor.

«El mismo señor que no quiso esperar un poco más y se lo llevo hacia el reino de los cielos, sin importar el daño que nos causaría, el daño que me causaría a mí su partida.»

Al otro día observo el cuerpo de su amigo muy limpio sobre una cama de paja que hicieron en la canoa, su amigo tenía un uniforme nuevo y estaba bien arreglado, pero sus ojos color miel, los ojos que le daban vida a esa gran persona, que ahora estaban cerrados como la entrada que cerro la muerte antes de que Andrews volviera a la vida, cerrados como las alas de una pajaro que ya no puede volar, cerrados como las bocas que callo mil veces mostrando que era muy fuerte por dentro, cerrados como nunca nadie podra cerrarlos jamas, cerrados...indicando su final.

Erik saco del bolsillo del uniforme sucio de su amigo, el relicario donde contenía a su esposa, y se lo coloco junto al cuello, unas auxiliares de navegación le adornaron la cabeza y los pies con unas flores que encontraron en las bodegas del barco, Erik le coloco una manilla de cobre, una biblia y una cruz de plata pequeña alrededor de su cuerpo... y por ultimo le coloco una cadena de plata que él tenía guardada desde hace mucho tiempo cuando lo reclutaron junto a sus hermanos, sentía que Matheus de verdad merecía partir con esa cadena la cual era muy importante para él.

Bajaron la canoa con el cuerpo de su amigo al mar, y luego el bajo también.

— En el cielo gozan los ángeles. —Recito sus palabras de despedida con lágrimas en los ojos— En la tierra lloramos los mortales, te despido en vida y te espero en muerte, partirás como tu sagrada esposa y luego la encontraras después de este largo viaje, y cuando llegues, en cielo celebraran tu llegada, mientras aquí lloramos tu despedida. —Se limpió las lágrimas y le dio un beso en la frente a su amigo— Adiós, Andrews, fue un placer conocerte.

Coloco una antorcha sobre la cama de paja de su amigo y luego empujo la canoa.

— Hoy nos despedimos de un soldado de la tripulación. —Recito Romero—Que Dios lo guie en su camino.

Algunos soldados comenzaron a partir y otros siguieron observando cómo se alejaba la canoa para luego desaparecer.

«Se desaparece una canoa encendida y junto a ella miles de recuerdos entrañables.»

La Capitana partió y junto a ella partieron todos, deseándole lo mejor y dándole palabras consoladoras, y él se quedó ahí, con su hermano observando el horizonte ya desierto.

— ¿Quién iba a pensar que la felicidad de uno se puede desparecer en tan solo unos días? —Dijo Paul dándole un abrazo consolador— Espero que no nos quiten nada más en este poco tiempo que nos queda.

— Espero que sea algo, y no alguien lo que nos quiten en toda la guerra.

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