Capitulo X

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07/11/1967 Océano Pacifico.

Su pequeño hermano Theon estaba corriendo por un hermoso paisaje, las hojas naranjas y rojizas estaban caídas de los arboles grandes y secos, había un ambiente muy fresco y el bello cantar de las aves le alegraban el día.

— Ven nademos juntos —Le dijo Theon sonriente— Este dulce lago nos espera.

Erik comenzó subir una colina junto a su hermano, el sol estaba radiante y producía tanto calor que le daban más ganas de llegar a la cima y luego lanzarse al lago del que tanto hablaba su pequeño hermano.

— Erik, no me siento bien —Dijo el pequeño Theon.

Su hermano llego a la cima, pego un pequeño grito y se agacho en el suelo.

— ¿Qué sucede? — Observo lo que estaba al otro lado de la colina, habían chozas incendiándose, habían una especie de tribu luchando contra otra tribu, había una mujer rubia junto a un hombre de cabello castaño, ojos negros, y delgado, luchando, contra dos hombres calvos con una especie de dibujo en su cabeza rasurada.

Una gran fuga de agua fría cayó en su rostro despertándolo, Erik Gray lanzo un gran chillido ante la turbulenta fuga de agua que le caía por todo su cuerpo desnudo e intento levantarse, pero una cadena muy cortica lo trajo de vuelta al sitio haciéndolo caer.

— Llama a la Capitana Romero —Dijo un soldado que estaba cuidándolo— Dile que ya despertó.

El soldado que lo acompañaba partió y el hombre que se quedó con él tenía un gesto muy tosco, su cara estaba demarcada con una cicatriz en su mentón, era calvo, tenía una mirada de odio y sus preciosos ojos azules le decían que ni se atreviera a preguntarle nada. Estaba solo en la habitación a excepción del soldado acompañante, tenía cadenas en los pies y en las manos; y todas ellas incrustadas en el suelo, estaba desnudo y totalmente despeinado, tenía una magulladura en su pómulo derecho y su nariz estaba muy adolorida.

Unos minutos más tarde llego la capitana Romero con el mismo garrote con el que había golpeado al estúpido de Salazar, la capitana les pidió a los guardias dejar el lugar, y luego de que ellos partieran, cerró la puerta.

Comenzó a caminar por la pequeña celda donde se encontraba él, desnudo y encadenado.

— ¿Crees que esto es un juego, niño? —Pregunto la Capitana después de un largo rato de silencio.

— ¿De qué habla mí cap..?

Un fuerte golpe con el garrote le dejo una magulladura en el pómulo izquierdo.

— ¿Crees que puedes hacer lo que te pegue en gana?

— No, mi Capitana —Contesto con miedo a volver a ser golpeado.

— ¿Entonces por qué lo haces, Gray? —Grito Romero— ¡¿Por qué?!

— Yo solo...

— Nada —Lo interrumpió— No voy a creer tus excusas absurdas, te dejare aquí encerrado hasta que sepas cómo comportarte en este barco y como un soldado de verdad.

— Lo siento capitana, pero yo no soy un soldado —Dijo airado.

La capitana volvió con prisa y le pego una violenta patada en su nariz que se la volvió a romper.

— ¿Entonces que eres? —La Capitana se quedó observándolo y partió.

Se intentó acomodar como pudo y recostó su cabeza en la gélida pared que tenía detrás, quería descansar, estaba adolorido y cansado, solo quería descansar.

« Eso es lo que necesito, un descanso. »

Estaba ya cansado de todo, de luchar, de tratar de ser el mejor para todos, de cuidar a su hermano, estaba simplemente cansado, había dedicado tanto tiempo a todos que se había olvidado de dedicar un poco tiempo para el mismo y estas fueron las consecuencias, y ahora que estaba ahí encerrado, solo quería dedicarse tiempo y la mejor manera de comenzar era tomando un descanso.

Durmió un poco, luego lo despertaron para darle algo de comer y de beber, lo bañaron con la manguera que seguía ahí en la celda y lo cambiaron, quien lo cambio fue una hermosa mujer; tenía el cabello rubio, los ojos grises cristalinos y una perfecta sonrisa que le alegraba siempre la visita.

— ¿Cómo te llamas? —Pregunto a la dulce mujer mientras le daba su última comida del día.

— Mi nombre es Verónica Goldberg —Contesto la chica.

— Verónica —Dijo intentando convencerla— ¿Sera que me puedes quitar las cadenas de las manos?

— No lo sé, creo que lo debería consultar con mi jefe.

— ¿Quién es tu jefe?

— El Cabo Foster.

La muchacha le sonrió y partió.

Erik recostó su cabeza limpia y mojada en la pared que ya no era tan gélida gracias a la ropa que le habían colocado, la muchacha era hermosa y con una sonrisa encantadora « ¿Acaso todas las Verónicas tienen la sonrisa perfecta? —La mujer que iba a ser esposa de su padre se llamaba Verónica, y también tenía la misma sonrisa perfecta— ¿Qué será de esa mujer ahora que mi padre está muerto? ¿Se habrá enterado al menos de la muerte de él y su esposa?» seguramente ocultaron los cadáveres y los reportaron como desaparecidos y Verónica probablemente lo olvidaría y se conseguiría otro hombre, o estaría aun esperando alguna información de él. No lo sabía. Pero le deseaba las mejores de las suertes, ya no la podía odiar, ella debe de ser tan joven e ingenua que ni siquiera sabía que su padre tenía otro hogar, ella solamente estaba enamorada y para el amor no hay culpa.

La puerta se volvió a abrir pero esta vez entro alguien diferente, entro Jacob, llevaba un botiquín y una botella de agua.

— Tenemos poco tiempo —Dijo Jacob mientras se acurrucaba y sacaba alcohol del botiquín

— ¿Por qué lo hiciste? —Lanzo un pequeño gemido cuando Jacob le vertió el alcohol en la nariz.

— Esto va a doler un poco —Jacob le agarro la nariz y se la movió para colocarla alineada con el rostro. Erik lanzo un chillido — Coloca esto en tu nariz si te duele, tengo que partir.

Jacob le entrego un pañuelo con alcohol, Erik le volvió a hacer la pregunta, pero Jacob lo ignoro y luego partió de la celda.

« Estoy completamente jodido.»

— ¡Erik! ¡Erik! —Susurraba alguien— ¡Despierta Erik!

— ¿Quién? ¿Quién habla? —Dijo somnoliento.

— Soy yo, Matheus.

— ¿Matheus?

— Si —Contesto Andrews— Solo quería venirte a dar las gracias por defenderme del asqueroso de Salazar, y a decirte que cuentas con nosotros tus amigos para todo; solo necesitas enviarnos el mensaje con Verónica.

— Gracias, enserio, gracias —Dijo, no esperaba ese presente tan bonito de todos.

— Tranquilo —Dijo Matheus quitándole las cadenas de las manos—Eso es lo que hacemos los amigos.

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