Capitulo XVI

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02/12/1967 Océano Pacifico.

PDV ERIK

— No entiendo cómo me va ayudar aprenderme todas las partes de un avión. —Pregunto a Galán.

— ¿Qué sucede si algún día tienes que huir, y te encuentras con un avión vietnamita?

— Tienes razón.

Había aprendido lugares famosos que pueden hacer parte de una guerra, también aprendió a decir su nombre, su edad y a que batallón pertenecía, aprendió a pedir comida y agua, aprendió a pedir permiso para ir al baño, aprendió a decir las partes del cuerpo y el nombre de algunos objetos.

— ¿Cuántas clases más faltan para poder aprender el vietnamita bien?

— Ya has aprendido lo más importante, hasta ya sabes redactar —Respondió Galán mientras bebía un café— Ahora tomaremos pocas clases, para mejorar tu pronunciación.

— ¿Y ya? —Pregunto ansioso.

— Si, Gray —Respondió muy satisfecho el sargento— Eres libre de mí.

Erik sonrió y se despidió del sargento, recorrió la larga cubierta del barco hasta llegar a la cabina de Jacob, golpeo y el paramédico le abrió; estaba en ropa interior escuchando una canción clásica desde un radio viejo, mientras se terminaba de rasurar la poca barba que le crecía.

— Lo siento —Dijo Jacob mientras se colocaba unos pantalones marrones y una camiseta blanca percudida— Estaba arreglándome para la reunión de Oficiales de hoy.

Jacob le brindo una cerveza.

— Paso. —Contesto amablemente— Me han informado que me necesitabas desde ayer, ¿Para qué era?

Jacob se sorprendió y fue a buscar un frasco en un armario que tenía al lado de su baño; el armario contenía muchos frascos con diferentes nombre y formas, habían unos ya rotos y otros nuevos conservando un perfecto estado.

— Estuve preparado esto. —Jacob le entrego el frasco de cristal ligero.

— ¿Qué es esto? —El frasco contenía un líquido amarillo parecido a la orina.

— Estuve revisando expedientes médicos, y en el tuyo pude descubrir que cumples en tres días —Hablo Jacob ignorando lo que le había preguntado— Y mi regalo para ti es que pases el mejor día de tu vida junto a tus amigos.

— ¿Cómo un frasco puede hacer que tenga un gran día con mis amigos?

— No menosprecies cualquier cosa que te encuentres en tu camino —Respondió— Esa cosa puede llevarte al éxito o puede hacer que pases un gran día. ¿Por qué? Porque ese líquido que contiene el frasco que te di, ese líquido parecido a la orina que hace cualquier soldado, ese estúpido líquido podrá hacer que tu amigo Andrews pueda salir de cama por un tiempo para celebrar tu cumpleaños. Ese es mi regalo querido amigo.

— ¡Muchas gracias!

Le dio un fuerte abrazo a Jacob, nadie había hecho algo así por él, nadie se había esforzado por darle algo que no solo lo iba a beneficiar a él, sino que a un tercero como lo podía ser su mejor amigo Matheus Andrews.

— Tranquilo amigo. —Jacob le dio un beso en la cabeza.

Erik lo miro raro y se quedaron en un intenso momento incómodo.

— Bueno, vamos a inyectárselo. —Hablo Jacob para romper la tensión.

Salieron de la cabina del paramédico y se adentraron a la sala donde se encontraba su amigo; Matheus estaba leyendo la biblia, bebiendo agua y sonriendo mientras la leía.

— ¿Cómo están? —Pregunto Matheus Andrews cuando se dio cuenta de su presencia.

— Hola, bro —Dijo Erik abrazándolo con mucho cariño— Te vengo a traer una sorpresa.

— ¿Cuál? —Pregunto Matheus ansioso en medio de su enfermedad.

— Primero quiero que te levantes de esa cama y te laves bien tu cuerpo —Dijo— Iremos en canoa a rezar.

Matheus sonrió y le pidió ayuda a Jacob para levantarse de la cama sucia que tenia, el paramédico lo ayudo y lo llevo hacia las duchas de la sala, le dio un dulce baño y junto a Erik lo cambiaron; le colocaron el uniforme azul de soldado y le peinaron su cabello que ya estaba largo y Matheus mismo se cepillo los dientes. Luego Erik subió, soltó una canoa, la amarro a una soga que estaba amarrada a la reja de la cubierta y la lanzo, bajo y espero para ayudar a bajar a su amigo.

— Te dejo a tu suerte, Gray. —Dijo Jacob que estaba arriba, en el barco.

— Gracias por todo, amigo.

Jacob se apartó y Erik comenzó a remar.

— ¿Y desde cuando crees en Dios? —Pregunto pícaro Matheus.

— Comencé a creer en Dios, desde el día en que sentí que iba a perderlo todo, y que él es el único en poder ayudarme.

— Bien —Respondió Matheus en medio de toses secas— ¿Sabes orar?

— Por supuesto —Respondió mientras sacaba un trozo de pan que llevaba escondido en su uniforme— Jacob dijo que podías comer pan.

— Entonces inicia la oración.

— Alabado sea el fruto que Dios nos da día, tarde y noche. —Dijo— Benditas sean las mujeres que hacen de su vientre un fruto y bendito sea el padre que lo permite abrir, benditos sean los trabajadores que cosechan los frutos que cada día comemos y bendito sea...

¡Mierda! se le había olvidado otra vez la maldita oración.

— El padre que nos da las semillas para cultivarlos. —Termino Andrews— Amén.

— Amén.

— Bueno ahora vamos a comer.

Su amigo agarro el pan y lo partió en dos pedazos, le brindo uno a él y el otro se lo quedo.

— Esta muy bueno ¿cierto? —Pregunto a su amigo mientras saboreaba el dulce pan fresco— Le pedí el favor a Iván de que me lo diera recién horneado, solo para ti.

— Si —Respondió su amigo mientras daba pequeñas mordidas— Le quedo delicioso, dale las gracias a Iván de mi parte.

— Lo hare.

Siguieron comiendo el pan, hasta que a Matheus se le coloco el rostro muy pálido y se comenzó a sentir mareado.

— Creo que debemos volver. —Dijo su amigo con la voz quedada— No me siento muy bien.

— Tranquilo, querido amigo —Erik le mostro el frasco que le dio Jacob, y saco una jeringa— Te voy a curar por unos días.

— ¿Qué es eso?

— Un remedio que consiguió el paramédico para ti, para que pases muy bien el siguiente cumpleaños de la tripulación.

— ¿Quien cumple?

— Yo. 

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