Capitulo II

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15/10/1967 Washington D.C.

El vapor caliente de su chocolate le tocaba las mejillas, el pan tieso le sabía un poco dulce y los huevos estaban salados. Su padre, su padre lo estaba mirando con esos ojos color miel llenos de suspicacia.

« Cree que lo voy a traicionar como lo hizo con madre.» Todavía no olvidaba la conversación que tuvieron hace dos días con la nueva señora Gray, Verónica. También se acordaba del rostro que tenía su padre pensando en que él pudiera tomar una mala actitud o la hubiese tratado mal. «Lo iba a hacer —se dijo— pero me llamo a mí por ser el más serio, no lo iba a defraudar.»

— Erik Gray —Fue lo que le respondió.

— ¿Así que eres Erik? —Verónica le sonrió atrevida «Con su estúpida sonrisa perfecta.»— Tu padre me ha contado maravillas de ti.

— Ya veo que maravillas —Le lanzo una sonrisa de reproche a su padre.

Su padre tomo un trago de vino, le tomo la mano a Verónica y luego a Erik le toco oír lo que no quería oír: Su padre se iba a ir de la casa para poder vivir con ella.

— Lo estuve pensando tanto tiempo —Le dijo al lado de su nueva señora— y creo que es lo mejor.

— ¿Tu qué piensas, querido? —Le dijo Verónica brindándole más del vino dulce.

« Que deberías irte a la mierda.» Le habría querido decir.

— Lo que sea mejor para mi padre —fue lo que dijo— Sera mejor para mí y para mis hermanos, ellos entenderán.

— Oh si —Le contesto la muchacha sonriente— Seguro que lo entenderán.

Le lanzo una mirada de rabia su padre, dejo el pan en la mesa y se levantó.

— ¿A dónde crees que vas? —Le pregunto su madre irritada por haber abandonado asi la mesa.

Los ojos de sus hermanos se clavaron en él, su madre estaba furiosa y su padre lo miraba asustado «No a dejado esa cara de miedo desde que hablamos.»

— Tengo que ir al baño —Mintió.

— Agradece por la comida —Titubeo su madre.

— Alabado sea el fruto que Dios nos da día, tarde y noche. —Dijo— Benditas sean las mujeres que hacen de su vientre un fruto y bendito sea el padre que lo permite abrir, benditos sean los trabajadores que cosechan los frutos que cada día comemos y bendito sea...

Se le había olvidado los demás versos de la oración.

— El padre que nos da las semillas para cultivarlos —Termino su hermanito Theon.

Le lanzo una sonrisa de orgullo a su pequeño hermano y subió por las escaleras de madera, anduvo por el pasillo y llego a su habitación, se quitó los tenis que llevaba puestos, su bermuda de cuadros oscuros y se acostó en su cama no tendida; no la había tendido porque sabía que iba a estar todo el día en la cama pensando en cómo tomaría cada uno de sus hermanos la decisión de su padre. Daniel, su hermano mayor, lo entendería más fácil que todos. « Si es que algún día regresa.» Había partido desde el lunes y ya era domingo. Los gemelos Frederick y Paul lo tomarían por igual pero sabía que le iba a dar más duro a Frederick que a Paul, ya que Fred era más sentimental y más maduro que su gemelo, en cambio Paul era un idiota y no le importaba nada de lo que sucediera en la casa, su pequeño hermano de ocho años, Theon, se lo tomaría de la peor manera, se había encariñado tanto de su padre como de su madre y si alguno de los dos lo llegaba a dejar se pondría muy triste y hasta podría llorar.

« Theon necesita una figura paternal después de que mi padre se vaya —se dijo— Y yo seré esa figura, lo hare sentir como si estuviera con él y le hare olvidar que algún día su padre partió por alguien mejor.»

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