Por siempre contigo

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Laurel.



Me sentía cómo si estuviera envuelta en una nube de azúcar. No podía contener las sonrisas bobaliconas que se me escapaban cuándo pensaba en Francesco... Mi novio.

¿Pueden creerlo?

Tenerlo cómo novio era la mejor cosa del mundo. Era detallista y tan romántico. Cuándo nos veíamos siempre me llevaba rosas, era tan bonito aquello que a veces me provocaba atarlo a una silla y comérmelo a besos. Pero si se pasaba de lindo cuándo acompañado de las rosas iban unos doritos y nunca faltaba que me halagara diciéndome lo bonita que estaba o que le gustaba cómo iba vestida. Era cómo estar en un sueño, y eso me asustaba.

Era todo tan perfecto que me acojonaba que todo fuera un sueño. Pero cuando él aparecía con su sonrisa rompe bragas y su nunca infaltable "Hola, pequeña" con aquella voz tan divina me convencía de que esto era la vida real y lo afortunada que era de estar viviendo esto con él.

Y de solo recordar el momento en que me lo pidió me daban ganas de gritar y brincar. Joder, frente a todo el gentío y ¡En el concierto de 5sos!

Okey, se nota que me emociona demasiado recordarlo, pero, carajo, fue como si se cumpliera un sueño y se tachara de mi lista mental que ni siquiera sabía que tenía.

Meta: Que el chico que me guste me pida ser su novia en medio del concierto de mi banda favorita. Cumplido.

Aunque les confieso que solo recordar que estuve en aquel escenario junto a los amores de mi vida, los hombres de mis sueños y que me abrazaron, me sonrieron, me hablaron, de sólo recordarlo creía que podía sufrir de un infarto fulminante por el galope desesperado y emocionado de mi corazón.

Pero, de recondar que mí Luke me abrazó y me sonrío e incluso me halagó... Mejor denme por muerta.

Y pensaría que sólo es una ilusión mía pero tenía de evidencia las fotos que tomó Francesco.

Es que es todo un angelito.

Y que les digo... Estaba feliz y se notaba a kilómetros.

Y estaba feliz y orgullosa de él ya que por fin había comenzado a trabajar en aquella escuela. Solo lo hacía tres días a la semana y ver aquella sonrisa y brillo en sus ojos cada que me hablaba con ilusión de su trabajo y de sus niños me enternecia el alma. Y sí, ya decía que eran sus niños. Y yo estaba completamente segura de que esos niños ya lo amaban a él.

Con respecto a mí... Bueno, hice que Francesco leyera el contrato minuciosamente y me dió el visto bueno y tuve la tan esperada reunión con la disquera y aquel hombre. El contrato decía que ellos se encargaban de  promocionar en redes como Spotify, de conseguir un manager, de la música y que el 75% de las ganancias eran para mí. ¿Que otra cosa podía pedir?

Mi manager era una persona agradable, cariñosa y hasta divertida. Se llamaba Camille, desde el momento en que nos presentaron nos caímos bien.

La gente con la que trabajaba era estupenda, no habían malas miradas ni tensiones y eso me relajaba y emocionaba al mismo tiempo. Me dijeron que podían conseguir a alguien que escribiera las canciones y yo sólo tenía que usar mi voz, pero les dí un rotundo no. Si me iba a adentrar a ese mundo quería que las personas sintieran mis canciones y sentirme orgullosa de que aquella hermosa canción la compuse yo y solo yo. Aceptaron y comenzó el proceso de escribir canciones, me pidieron que escribiera por lo menos 7 en un lapso de cuatro meses. Ese tiempo fue más que suficiente y les entregué 12 a los que le dieron en visto bueno y halagaron lo hermoso y lo que transmitía aquello y me aseguraron de que al público les encantaría.

Francesco no paraba de decirme lo orgulloso que estaba de que siguiera y me metiera de lleno en lo que me gustaba y el corazón se me engrandecía  porque estaba segura de qué papá se sentiría orgulloso y feliz por mí y eso me mantuvo en pie durante las agobiantes y largas sesiones de escoger el ritmo y la melodía para mis letras.

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