25.

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Esa mañana cuando despertó intentó buscar a Guillermo, llamó a su puerta un par de veces pero no fue escuchado, sin embargo a través de ella pudo escucharlo todo, pudo escuchar a la persona que amaba con el argentino.

Andrés sentía su corazón estar volviéndose loco y la razón tenía nombre, simplemente no entendía porque herirse más quedándose en Qatar cuando la guerra imaginaría que tenía con el argentino estaba mas que perdida, Guillermo amaba a alguien mas, amaba a alguien que lo lastimó sin importarle nada ni nadie, amaba a alguien que no era él.
No podía cambiar ese hecho, pero si luchar e intentar hacerlo.

Tristemente las cosas no eran tan fáciles como el desearía, pues no era ese jugador argentino que todos amaban y deseaban, no era Lionel Messi, era Andrés Guardado, un simple jugador mexicano más.

Lo odiaba, odiaba a ese tipo con todas sus fuerzas, lo odiaba porque podía dañar todo lo que quisiera a Guillermo y aun así tenerlo comiendo de su mano.
Y también odiaba sufrir por un amor que no le correspondía, odiaba sufrir por alguien que ahora mismo besaba otros labios.

Pues ese era el caso de Guillermo, que besaba unos labios que le mentían una y otra vez, unos labios que guardaban un secreto capaz de acabar con la felicidad que sentía. 
Amaba al argentino, nunca dejó de amarlo quizás, solo había reprimido ese sentimiento cuando fue dañado, lo escondió ya que en el fondo aquel hijo de puta le había dado la mayor felicidad que era su hijo.

Andrés incluso odiaba saber que jamás sería el padre que deseaba ser para Diego, pues también eso Lionel se lo había quitado al haber aparecido nuevamente.

Con el corazón en la mano se alejó de aquella habitación y volvió al ascensor, se sentía tan estúpido que necesitaba que Saúl lo golpeara para hacerlo volver en sí, porque él no era así, él era mas fuerte que un corazón enamorado y lastimado.

Presiono el botón del piso en el que estaba y suspiró pegándose en una de las paredes, pero antes de que las puertas pudieran cerrarse alguien entro y se puso por un lado suyo, normalmente no prestaría atención para saber de quien se trataba, sin embargo el embriagante perfume de aquella persona lo llamó.

Giró un poco su cabeza y miró con curiosidad, sorprendiendose de ver a quien menos podía esperarse conocer en su vida.

–¡No mames, Kun!–

-Eh y vos sos.. ni idea, viste.-

Soltó una pequeña risa y extendió su mano en forma de saludo al jugador, misma que fue recibida y estrechada con gusto.

–Andrés Guardado, me da gusto conocerte.–

-Ah vos sos un jugador de la selección mexicana, si te recuerdo del partido con Argentina, che.-

Su presión terminó por los suelos, el mismísimo Kun Agüero lo conocía o mas bien lo recordaba, definitivamente el peor día de su vida había cambiado a ser el mejor.

-Y jugaste bien, lástima que los de arabia son unos pelotudos.. Me da gusto verte aun por acá.-

Andrés asintió, concordaba con él con que eran unos "pelotudos", ni idea de que significaba eso pero seguro era un insulto feo.

–Seh.. Ni modo, ya ni que se pueda hacer, pero bueno, seguimos acá apoyando a los compas.–

Una sonrisa se dibuja en su rostro y en el del argentino, quien palmea su espalda con toda al confianza del mundo.

-Justo iba a desayunar, ¿querés venir?-

Sin pensarlo dos veces aceptó, no sería un pendejo como para desaprovechar la oportunidad de desayunar junto a uno de los más grandes futbolistas que conocía.
Saúl podía desayunar solo al fin y al cabo.

[...]

Guillermo había detenido el beso para poder apreciar mejor el rostro de Lionel, este había madurado y no seguía siendo aquel aspecto mas aniñado que solía tener, aun así le seguía gustando.

-¿que mirás, eh?-

El argentino le sacó de sus pensamientos y soltando una pequeña risita acarició sus mejillas.

–Tu rostro ya no es como era antes, ahora luces más maduro.. Me gusta.–

Viéndose fijamente le respondió, dedicándole una sonrisa.

Finalmente luego de unos minutos de coqueteos y charlas sin sentido, Guillermo le dejó para irse a tomar un baño, así que sin más que hacer decidió observar su celular, ver mensajes y responder un que otro de estos.

Cuando menos lo esperó, Diego se había despertado y tomaba algo de agua tranquilamente, lucía idéntico a él por las mañanas, sin ganas de hablar o de siquiera moverse. 

–Buenos días, Diego.. ¿Dormiste bien?–

El adolescente lo miró apenas reaccionado y asintió, Lionel soltó una pequeña risa y lo invitó a sentarse a su lado, extendiéndole al final el desayuno que por suerte todavía estaba un poco caliente.

–No se si tenés hambre, pero acá te compre algo para comas.–

Los ojos de Diego se iluminaron tras ver la comida y la tomó gustosamente, definitivamente estaba muriéndose de hambre.

-Gracias, Lionel.-

Le sonrió por verlo feliz, sin embargo esperaba que en algún momento el "Lionel" cambiara por "Papá", estaba soñando demasiado.

-¿Y mi papá?-

–Estaba tomando un baño, no debe tardar ya.–

El mas joven asintió varias veces y le sonrió mientras abría la envoltura donde venía su preciado desayuno.

–Por cierto, que sepás que no pienso dejar de luchar por tu perdón.–

Diego lo mira por unos segundos y asiente nuevamente sin decir nada, pues tenía la boca llena gracias al desayuno.
Lionel tampoco esperaba nada, sin embargo quería que supiera que no dejaría de intentarlo.

Guillermo salió del baño unos minutos después, vestido, bañado en fragancia y con los dientes bien lavados, llamando un poco la atención de los otros dos presentes en la habitación.

–Mientras me bañaba estaba pensando, ¿y si salimos? Podemos ir al parque de diversiones, no se.–

-Si, si quiero, porfa.-

-Sin problema, Guille.-

-Pero hay que decirle a mis tíos, pa que no se aburran solitos.-

Guillermo soltó una pequeña risa y asintió, acercándose para acariciar el cabello del adolescente.
Lionel no lo tomó muy bien del todo, pero no dijo nada, finalmente no tenía derecho todavía.


Deserted | Mechoa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora