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Un par de días pasaron desde lo sucedido con Guillermo y Andrés, las cosas entre ambos siguieron con total normalidad y luego de una charla, se acordó dejarlo en el olvido y no dejar que aquello hiciera su amistad incómoda. Sin embargo, la ansiedad y depresión del guardameta fue en aumento, y aunque trató de disimularlo frente a los demás, parecía que ya se habían enterado.

Javier estaba a tan solo unos días de dar a luz y lo que menos deseaba era preocuparlo, así que había optado por mudarse a un departamento temporal con Diego, pero por súplicas de su propio amigo es que terminó otra vez quedándose en esa casa.

No sabía exactamente que hacer, el dolor lo estaba consumiendo lentamente y lo único que podía hacer era beber en su auto mientras los otros dormían, llorar hasta cierta hora y después volver a la cama para hacer que nada había pasado.

Guillermo estaba muriendose en silencio.

-Dieguito mi amor, ¿puedes ayudarle con su tarea a Cris? Necesito hablar con tu papá a solas.

Javier miró al adolescente durante la comida del medio día, el mencionado asintió con una sonrisa y luego de levantarse de la mesa para dejar su plato vacío en el lavavajillas, se fue de la cocina en dirección a la segunda planta de la casa.

–¿Si sabes que Diego no puede ni hacer sus tareas el solo, y menos ayudarle a Cris?

Guillermo le respondió al otro y soltó una pequeña risa burlona, teniendo por respuesta una expresión de seriedad en el rostro de su amigo.

-¿Desde cuándo chingados tomas hasta las putas cuatro de la mañana, Francisco Guillermo Ochoa Magaña?

Su risa pronto se terminó, bajando su cabeza con vergüenza al haber sido descubierto por Hernández. No era su madre para regañarlo, pero si le daba miedo imaginarse un sermón por parte de él.

–¿Cómo lo sabes?

Javier soltó una pequeña carcajada y puso algunas de las botellas vacías sobre la mesa, ¿De dónde las había sacado? Ni idea, pero deseaba que la tierra se lo tragara vivo.

-Tengo dos adolescentes viviendo en la misma casa, debo revisar la reserva cada cierto tiempo.. Y descubrí las botellas vacías cuando saque la pinche basura.

Guillermo asintió sin atreverse a verlo directamente, se supone que se debía sospechar de los más jóvenes y sin embargo, había sido él quién hurto las botellas de alcohol a escondidas de todos.

-A mi no me haces pendejo, Paco Memo, yo también pase por una traición y aunque no bebí por mi embarazo, hice otras estupideces.

Javier permaneció sentado y de brazos cruzados, esperando aunque sea una palabra de su parte. Su intención no era regañarlo, no tenía derecho, pero si quería ser el hombro para llorar de su amigo y el apoyo que este necesitaba, porque sabía que el alcohol no lo ayudaría en lo absoluto.

–Esto me está matando, Javi.. No se que más hacer para sacarmelo de aquí.

Golpeó su pecho con uno de sus puños y se cubrió el rostro de inmediato cuando empezó a derramar un par de lágrimas. Creía haber superado todo unos días atrás, sin embargo, lo sucedido con Andrés solo lo hizo recaer otra vez.

–Y quiero ser fuerte, quiero serlo para no deprimir más a Diego, pero no puedo..

Javier se levantó de la mesa con sumo cuidado y se sentó a un lado suyo, tomándole de la mano para acariciar esta unos segundos, había pasado por eso mismo y lo entendía a la perfección.

-Memo, ¿sucedió algo cuando fueron a ese karaoke? Digo, habías estado estable antes de ir, pero volviste peor..

Tenía ligeras sospechas, había notado el drástico cambio que su amigo había tenido en ese inter de ir al karaoke con sus colegas y volver a casa al día siguiente, comenzaba a desconfiar de lo que pudieron hacerle o lo que él mismo hizo, quizás llamar a Lionel borracho o escuchar rumores absurdos.

Deserted | Mechoa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora