Pesadillas

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Agustín 

12 de Marzo, 2015

En mi sueño yo me encontraba sentado sobre las enormes y amarillentas raíces de los Hoons (árboles de gran tamaño del libro que había leído en la casa verde, en donde los protagonistas solían refugiarse). Con los pies colgados y tambaleándose vi caer las hojas de tonos violetas, estas daban vueltas en el aire y aterrizaban sobre la elevada superficie de las raíces, sentado junto a mi se encontraba un muchacho de pelo negro, ojos oscuros, mandíbula ligeramente marcada, vestido con harapos de tonos tierra el cual me fue fácil de reconocer, sin lugar a dudas era el protagonista del libro, Juanito.

El viento revoloteaba los pelos y los harapos de ambos pero a ninguno nos importaba. Yo solo me límite a acomodarme y hamacar mis pies entre los huecos que dejaban entre sí las raíces, por su lado Juanito estaba inmerso en su mundo hasta que finalmente habló: 

—¿Crees que esto está bien? Digo, somos los buenos, lo sé, pero en verdad ¿todo esto está bien? —cuestionó. 

—Esto está bien, es... necesario —contesté inseguro.

—¿Por qué se siente tan mal? —Juanito tenía la mirada perdida al momento de hacer esa última pregunta. Parecía estar recordando.

Cerré los ojos.

—Porqué de poder haber elegido no hubiéramos hecho esto. 

—¿Hacer qué? —preguntó una voz femenina enfrente de él.

Al abrir los ojos vi que se trataba de Juanita, la hermana del chico con harapos color tierra. Ella se encontraba completamente pulcra luciendo un ligero vestido color verde agua que caía sobre sus pies descalzos, sus manos eran adornadas por docenas de brillantes anillos blancos y sus rizos eran aplastados por una pequeña corona hecha a mano. Quedé hipnotizado por su belleza durante unos segundos.

Giré mi cabeza en todas direcciones. No entendía cuando dejé de estar en el bosque para estar en lo que supuse solo podía ser una de las habitaciones del castillo Blanco. Volví a verla. 

—Eh —balbuceé —yo... —No entendía qué estaba pasando.

—¿Viniste del bosque? 

—S-si —contestó susurrando y volví a voltear la vista a mi alrededor: la habitación era tan blanca que me dañaba la vista; más de una docena de muebles floreados llenaban el espacio y eran iluminados por arañas colgadas sobre ellos —. Tenes que venir conmigo —proseguí.

—Yo no puedo irme.

—Si puedes. Podes venir conmigo ahora —la luz que emitían las arañas se volvió aún más brillante. Me ardían los ojos. Tuve que cerrarlos. 

—Ya tenes que irte —dijo Juanita firmemente. 

Sentí como algo me sujetaba fuertemente y... 

—¡Noooo! —grité con todas mis fuerzas mientras era arrastrado violentamente. Intenté desprenderme con mis propias manos de "eso" que me arrastraba pero no podía sujetarlo, no podía sentirlo. Estaba enojado, tenía miedo, quería salvar a Juanita —no —continúe gritando hasta que aquello que me sostenía de manera tan violenta me dejo. 

Mis párpados parecían estar pegados. Por más fuerza que hacía no podía abrirlos. Tantee a mi alrededor buscando alguna superficie de la cual aferrarme, buscando algún camino que me lleve de vuelta hacia ella. Pero aún debajo de mis pies no pude encontrar nada. 

—¡Estoy acá! —grite una y otra vez —¡Juanita, acá estoy!¡Por favor ven, contesta! Por favor... no de nuevo -sollocé —¡no podes hacerme esto de nuevo Juanita! —empecé a apretar mis propios brazos —¡Juanita, por favor, ven, ven no me hagas esto! —la garganta me dolía tanto como, mis ahora, heridos brazos —por favor —supliqué cubierto de lágrimas —Amanda... por favor no te vayas, aún no estoy listo. No quiero perderte. 

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