Recuerdos

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Andrea

17 de Marzo, 2015

—Agus —llamé tras entrar a la habitación de mi hijo —tu papá y yo iremos a la casa de Megan.

—Jorge, mi padre ya no está, él es Jorge —me corrigió Agustín somnoliento. Sabía que no lo decía con malicia, él era muy sensible cuando se hablaba de su padre.

—¡Agustín! —exclame y usando el mismo tono serio con el que siempre me dirigí a Tomás añadí —: Iremos a hablar con ella sobre Joaquín.

—¿Tienen noticias? —preguntó él ilusionado.

Lo abracé. Había soñado con ese momento tantas veces que esperaba despertar luego de que él me regresara el abrazo.

—Van a dejar de buscar —Agustín se puso pálido y esperó a que yo termine de hablar —el caso no pudo avanzar —aclaré al entender las intenciones detrás del silencio de mi hijo —, ninguna pista fue útil. Dijeron que ya no hay nada más que hacer que rezar porque alguien llame diciendo haber visto a tu hermano. Hermanastro —mi pecho me ardía, quería llorar: aquella mentira se nos había ido de las manos y era tiempo de ponerle punto final —cuida a Alex mientras volvemos.

Salí de la habitación, mi hijo me siguió de cerca: él me observó como me recosté en una pared y tapé mi cara con una de mis manos, supe que podía escuchar desde su lugar mi agitada respiración y mi torpe intento por callar mis lamentos. Parecía querer decirme algo pero en su lugar vino y me abrazó.

—Está bien —se forzó a decir Agustín —nosotros lo buscaremos, no nos daremos por vencidos.

Me di la vuelta y abracé a su hijo, hundí la cabeza en el hombro de mi pequeño. Nunca esperé que aquello se sintiera tan amargo. Los brazos de mi hijo eran tan fuertes que me costó negar que el niño que solía esconder cartas hechas a mano diciendo que me quería ya no estaba. Se había ido hace mucho. No podía traer de vuelta a ese pequeño, no podía evitar que creciera, o que él ahora lloraba en mis brazos. Escuché en mi mente, por sexta vez en la vida, las últimas palabras que mi padre me había dicho durante mi primer embarazo: no lo podes proteger del mundo. Retrocedí un poco y le pedí a mi "pequeño" que fuera a preparar el desayuno. Caminé hasta el final del pasillo sin estar segura que iba a hacer, abrí la puerta y me topé con una habitación vacía. Revisé el resto de las habitaciones.

—¿Qué haces ahí? —le pregunté a Alexander desde la puerta. El niño se encontraba sentado en el piso de la habitación de Joaquín.

—Estoy buscando algo —contestó Alexander con la vista fija en el piso.

—Tengo que decirte algo importante.

—Primero necesito sacar esto. Amanda guarda su plata acá y la necesito para comprar algo para el cumple de Dana. Martín me matará si no le doy un regalo de su parte.

Me acerqué a él y le pedí que se hiciera a un lado. Con cuidado levanté la tabla y la dejé junto a los pies de mi hijo. Mis ojos se abrieron tanto que temí que se le salieran de mis cuencas.

Dude por un momento si seguía durmiendo. Estiré una de mis manos y saqué docenas de fotos del hueco, las pasé una por una sin creer lo que estaba observando.

—¿Cómo es esto posible? —pregunté sin sacar la vista de las fotos. Las volví a pasar una por una: una chica de pelo negro, nariz alargada, de baja estatura y pícara sonrisa se repetía en cada una de ellas. Recordaba haber sacado la mayoría de esas fotografías y en algunas incluso se me podía ver en el fondo. No tenía forma de negar su parecido con Megan, era un calco casi exacto.

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