El regalo

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Tomás 

23 de Marzo, 2015

Las silenciosas estrellas veían desde su pedestal como mi desgastada esperanza parecía arrastrarse fuera del hueco oscuro en el que había estado escondida. Así, con mis distantes testigos, sentí en mi pecho algo a lo que tan solo pude denominar como "alivio". 

Mientras me acercaba a mi hogar me llamó la atención lo peculiar que las calles se veían a esas horas, en especial mi propio hogar, este no parecía el mismo, tampoco una copia, era más bien como una sombra, un reflejo, un recuerdo no muy agradable. Abrí la puerta y me eché a un lado para dejar pasar a Agustín, él llevaba en brazos a Alexander: el pequeño se había quedado dormido horas antes. 

—¿Estás listo? —pregunté después de que Agustín volviera a la sala.

—Claro que si ¡Dame mi regalo! 

—Baja la voz —susurré —arriba están durmiendo.

—No me retes, me emocione —susurró Agustín.

Estiré las manos para entregarle una pesada caja de madera, mi hermano la agarró con dificultad y la dejó con cuidado sobre el sillón, luego la abrió y puso la tapa a un lado de la caja, metió la mano para sacar lo que había dentro. Ambos miramos al objeto con asombro. 

—Es una máscara —dije sin apartar la vista de ella.  El objeto estaba conformada por varios rectángulos de distintos tamaños en tonos grises, negros y blancos. 

—Esta genial —dijo Agustín con una sonrisa —gracias —bajó la vista un segundo, había una hoja escrita con letras góticas dentro de la caja. Dejó la máscara sobre la tapa y agarró la hoja. 

—"Querido/a comprador/a, nos encontramos contentos con su confianza a nuestra tienda y por esto le pedimos extremos cuidado con el uso de nuestro producto, queremos verlo/a nuevamente por acá así que si a tuvo experiencias cercanas a la muerte en más de una ocasión NO USE EL PRODUCTO, puede ser muy peligroso. Esto no es un juego. Recuerde que puede usar este artículo como decoración o regalo. atentamente: Santos." ¿Quién es Santos? 

—Así se llama la tienda, supongo que el dueño también.

—Santos tiene un sentido del humor bastante raro.

—Si el dueño es el mismo que me atendió ten por seguro que no es lo único raro en él.

Le ayude a subir la caja hasta su habitación. 

—Si no te la sacas te vas a caer —susurré.

—No entiendo como puedo ver con esto pero lo hago y si no estuviera tan cansado te diría que hasta me parece que las figuras se mueven acá dentro.

—Claro, como si eso fuera a pasar —dije sacándole la máscara del rostro. Agustín hizo puchero —mañana seguí jugando, ahora tenemos que dormir —guarde la máscara dentro de la caja y subí a mi cama.

Cuando Agustín se durmió salí a hurtadillas hacia la habitación de Alexander.

—Se que te hiciste el dormido para no caminar —le susurré a mi medio hermano haciendo que este abra los ojos y arrugue la nariz —aún tengo que darte tu regalo. 

Alexander se incorporó, tapó sus ojos con sus manos y le dijo que ya estaba listo para recibir su obsequio.

Fui hacia la puerta, y le pedí que se descubriera la cara, me hice a un lado dejando ver una pequeña figura detrás mío. Con los ojos cubiertos de lágrimas Alexander fue corriendo hacía ese lugar y abrazó a su mejor amigo. Por fin Martín había vuelto, no estaba loco, él existía y ya nadie más podría negarlo.

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