Descoloridos

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Agustín 

17 de Marzo, 2015

La sola idea de no ver a mi hermanastro nunca más me aterró, todo este tiempo de búsqueda se había sentido cómo un simple intermedio antes del final feliz. Pero esta noche aquel tan ansiado final desapareció frente a mis ojos de manera abrupta. Una aplastante tristeza me brotó, sin embargo no me permití llorar, no lo creía justo, mi hermanastro seguía vivo allá fuera y hacer eso por él no sería más que martillar un clavo en un ataúd vacío.

¿Por qué abandonaron la búsqueda tan pronto? ¿Había cometido un error al dejar que llenen la ciudad de carteles? Desde que colgaron las llamadas a mi hogar no se detuvieron. Mañana, tarde y noche. El teléfono nunca hallaba descanso. 

Di por hecho de que la policía se había hartado de tantas falsas pistas y había cerrado el caso para no tener que trabajar horas extras. "¿Porque fui tan estúpido? Ellos jamás se hubieran esforzado en encontrar un adolescente. No, porqué no les importa, porqué le es más fácil decir que él se escapó y ya. Y aunque así fuera él no dejaba de ser menor de edad".

Llamé a Margarita para contarle lo que había pasado pero antes de tener la oportunidad de hacerlo ella me dijo que había conseguido un avance en el caso y en cuestión de minutos ambos estábamos listos para salir a investigar lo ocurrido con los chicos de la clase 4B, ella había conseguido las llaves de la moto de tío, supuse que se las sacó a escondidas y por eso salió por la ventana de su habitación y no por la puerta. En mi caso si salí por la puerta principal pero lo hice a hurtadillas ya que mamá y Jorge estaban hablando en la cocina.

Quería decirle lo mal que estaba pero no encontré las palabras para iniciar la conversación. Salimos tan rápido como nos fue posible. Tomamos la autopista cinco y en aproximadamente cuarenta minutos desviamos nuestro camino hasta un pueblito abandonado por el tiempo: la gente de ahí era amable y muy supersticiosa, nos decían que en el rincón más apartado del pueblo había una vieja casa embrujada. Y ahí es donde Margarita me llevó.

—Estuve buscando todos estos días noticias sobre los chicos cuando en su lugar tuve que buscar leyendas, mi tío me dio la idea y apenas lo hice encontré este lugar. Según los lugareños una noche un colectivo apareció de la nada y al otro día una brillante luz provino de esta misma casa. Le dicen el colectivo del diablo ya que desde entonces se escuchan murmullos provenientes de acá.

—En verdad sos asombrosa —reconocí viendo el interior de la vieja casa. 

—Lo sé niño, ahora ven y prepara tu estómago, esta es la parte más fuerte de la historia.

Agarró mi mano y me condujo hacia la planta de arriba, la escalera no estaba en sus mejores días así que subimos con cuidado. Ella me llevó hasta lo que supuse era la habitación principal y me mostró el círculo que había en el medio de la misma. Este estaba formado por arañazos. 

—Quién los secuestró debió de atarlos en ronda y por eso las marcas —me aclaró. 

—Si los chicos estuvieron acá ¿porque los del pueblo no dijeron nada? Dudo que ocultar toda una clase sea algo fácil. 

—Esa es la razón por la cual te traje —admitió sentándose en el medio del círculo —, creí que tal vez tendrías alguna idea sobre lo que pudo haber pasado. A mi no se me ocurre nada y eso me llena de impotencia la verdad. Estoy tan cerca y tan lejos a la vez. 

Analicé la situación unos momentos, di varias vueltas en la habitación. No había marcas de sangre por ningún lado y el colectivo seguía ahí fuera, sin embargo las marcas indicaban que habían pasado por lo mínimo una hora ahí, seguramente amordazados para no llamar la atención de la gente del pueblo. Busqué y busqué pero no había ninguna habitación secreta. Al igual que Margarita estaba en un callejón sin salida. 

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