Capitulo 66

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- Oye tú, ya casi es la hora, ¿Qué haces aun aquí adentro? - Preguntó Yoohyeon asomándose a la habitación donde su amiga se estaba arreglando. 
                   
Siyeon se encontraba chequeándose en el espejo, revisando que hasta el más mínimo detalle de su atuendo estuviese perfecto, que ni un cabello estuviese fuera de lugar en su alta coleta de caballo o en su flequillo, alisaba con la mano compulsivamente las pequeñas arrugas que se formaban en su traje al moverse. Estaba hecha un manojo de nervios y no sabía por que, nunca nada la había alterado tanto en la vida.    
                   
La rubia observaba divertida como la doctora ignoraba su presencia mientras tenía su pequeño colapso nervioso.   
                   
- ¡Bueno, ya! - Exclamó la oficial haciendo que la pelinegra se sobresaltara - Tienes que salir - Ordenó tomándola del brazo.   
                   
- ¡Yoohyeon casi me matas del susto! - Replicó soltándose del agarre - Espera que este maldito traje no deja de arrugarse.   
                   
- Déjate de tonterías Siyeon, la ropa se arruga cuando te mueves, duh - Hizo una mueca de burla - ¿O es que planeabas salir levitando para no moverte? - Rio - Deja tu TOC y muévete - Insistió empujándola desde atrás.   
                   
- Estoy nerviosa... - Confesó en un susurro la cirujana - Quiero estar perfecta para Bora.   
                   
- Te ves genial, eres la jodida Dra. Lee Siyeon - Chasqueo la lengua guiñando el ojo.   
                   
- Ya quiero ver a Sua con su vestido - Dijo con ojos brillantes y sonrisa embobada.   
                   
- Seguro que está preciosa, pero no la vas a ver si no sale de una maldita vez - Rodó los ojos la rubia.   
                   
Finalmente se sintió lista y abandono el cuarto junto a su amiga para tomar su lugar frente a los demás invitados mientras esperaba la llegada de la que en pocos momento sería su esposa. No pudo evitar reír cuando notó que el osito Han estaba sentado en primera fila con un esmoquin hecho a mano.   
                   
¨Dios, Bboya.¨   
                   
Negó con la cabeza sin poder ocultar su sonrisa.   
                   
Habían decido hacer una muy discreta e íntima ceremonia con los familiares de Bora y algunos conocidos mutuos, ya que la familia que le quedaba a Siyeon estaba en Estados Unidos y no era demasiado cercana con ellos pues se había mudado muy joven a Corea. De haber sido por ellas se habrían escapado a algún lugar paradisíaco a casarse en secreto, pero San y Yoohyeon insistieron en celebrarlo de alguna forma, por simple que fuera. Algo le decía a la pelinegra que su amiga sólo quería una excusa para comer y beber a su costa, pero a la pelirroja pareció gustarle la idea y de a poco ella también terminó por emocionarse a pesar de que los eventos de ese tipo no eran muy lo suyo.   
                   
Fue así como terminó parada en el altar de una pequeña pero hermosa iglesia de la localidad, sintiendo mariposas en el estómago de la emoción, escoltada por su mejor amiga y Olivia, con quien había estado teniendo una buena amistad tras lo que tuvieron que atravesar. En contraparte por el lado de la novia, se encontraban los tíos de la joven, que ya casi empezaban a llorar y la ceremonia aún ni había dado inicio, además del doctor Taehyung. Bora había insistido mucho en que estuviera presente, pues sin él, quizás ella no estuviera allí, y por su puesto que Siyeon estuvo de acuerdo, después de todo era su colega y amigo también.    
                   
Los rayos de sol se colaban débilmente por los grandes ventanales adornados con coloridos mosaicos, haciendo que la iluminación fuera tenue en el interior dando un ambiente acogedor. En ese momento la puerta se abrió acompañada de un haz de luz y todos en perfecta sincronía voltearon hacia la entrada. La doctora tuvo que hacer su máximo esfuerzo por mantener su mandíbula encajada ante aquella visión de la pelirroja caminando hacia ella del brazo de su hermano.    
                           
No fue el sol lo que dejó encandilada a Siyeon, no, fue la sonrisa de Bora y su figura que parecía resplandecer en ese hermoso vestido color marfil, la parte superior moldeando exquisitamente su torso terminado en un sutil escote corazón no muy pronunciado y adornado con detalles de encaje que se extendían a ambos lados del pecho hasta formar una pequeña manga dejando los hombros al descubierto. Luego los ojos de la pelinegra bajaron por aquella falda asimétrica que caía delicadamente hasta un poco más arriba de las rodillas en la parte de adelante y siendo algo más larga atrás, la tela ligera danzaba al compas de los pasos de la joven. Y para terminar, unas sandalias de color a juego con un poco de tacón era el adorno final para esas largas y torneadas piernas. Para cuando su escaneo visual estuvo completo, la menor ya se encontraba casi frente a la cirujana, tenía un maquillaje sencillo y natural junto a su cabello pelirrojo ondulado cayendo a cascadas enmarcando su rostro y descansando finalmente en sus hombros, se veía tan preciosa que parecía irreal, era como ver a un ángel encarnado y Siyeon por poco se ve obligada a caer de rodillas al sentirse indigna de por tanta belleza.   
Por su parte Bora estaba igualmente deslumbrada, tan pronto como alzó la mirada y vio a la pelinegra allí parada, tan segura e imponente con ese perfecto traje blanco impoluto hecho a medida que resaltaba sus mejores atributos, esa cola de caballo alta que tan bien le quedaba y su cálida mirada, se estremeció por completo. La pelirroja llegó a pensar que gracias a su zapatos estarían al mismo nivel, pero la doctora portaba unos estilizados tacos negros cerrados terminados en punta que complementaban a la perfección su atuendo, haciendo que volviera a sobrepasarla en altura. Era perfecta, toda ella era perfecta a sus ojos. Siyeon la recibió con la más hermosas de las sonrisas y le ofreció su mano en su último paso hacia el altar.   

Pulse (Suayeon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora