016. Ícaro

782 76 183
                                    

Fue un mes complicado y todo pasó tan rápido que ninguno tuvo oportunidad de procesarlo, y es que Jimin estaba siendo amable cuando decía que la disculpa de Min Yoongi probablemente había causado un error en la matrix como mínimo.

Y no era malo, sólo extraño; una de las ventajas más notorias era que los días en la oficina se convirtieron en algo llevadero y dejaron de ser las visitas diarias al infierno que Jimin creía que era. Pero por mucho que intentara entenderlo, el chico de melena oscura seguía siendo un misterio para él.

Lo había descubierto mirándole en silencio y visto al menos una docena de veces cómo el otro apartaba la vista a otro punto y se aclaraba discretamente la garganta.

También había observado con curiosidad que Yoongi había comenzado a solicitar a la secretaria, que todas las bebidas se sirvieran en vasos desechables. Jimin no quiso pensarlo demasiado, no sería de sorprender que el chico mimado, además de perfecto, fuera también bastante observador y haya notado el hincapié de Jimin de beber siempre de esa manera y procurar además las pajillas que siempre traía con él. Y claro, solo un ciego no podría notar que Jimin era especialmente paranoico con la limpieza de los espacios. La pregunta aquí era, ¿Por qué a Yoongi le importaba?

La sorpresa más grande y grata de todas fue el gusto musical del menor y lo fácil que fue dejarse llevar por charlas triviales cuando el sonido conocido de sus canciones favoritas y poco conocidas hasta para su mejor amigo Taehyung, brotaban de la nada del reproductor en la oficina. Entonces Yoongi las tarareaba en voz baja, demasiado inmerso en el papeleo en sus manos para notar como Jimin lo observaba con auténtica curiosidad, pues éste podría jurar que sus facciones se relajaban y parecía un chiquillo demasiado inmerso en su propio mundo de calma y quietud cuando se dejaba llevar por la música inconscientemente.

Era tierno.

Sí, lo era.

Y Park Jimin definitivamente nunca lo aceptaría en voz alta.

Tampoco fue sencillo para Min Yoongi.

Para una persona que no estaba acostumbrada a lidiar con los cambios y consumía su energía en las causales reuniones con su primo Seokjin y su hermano Hoseok, solía recargarse encerrado en su estudio privado, ahí donde se permitía olvidarse del estudio, la oficina y las responsabilidades de ser un buen hijo tan pronto se colocaba los audífonos, encendía su computadora y perdía la noción del tiempo en sus composiciones.

Escribir un par de líneas y probar las notas correctas, canturrear y producir la docena de canciones en su biblioteca privada y desconocida hasta para sus dos seres más cercanos, solía funcionarle para no sentirse asfixiado por la prisión de las apariencias y lo que se esperaba de él; donde la administración no importaba, las reuniones con los accionistas tampoco. Era él y su música, en un sueño con minutos de caducidad donde se permitía pensar que su sueño de ser productor no era una estupidez, hasta que la realidad lo golpeaba de nuevo y se convencía de que sí lo era.

Entonces pasó un remolino, uno de mejillas llenas y boca abultada y tono de voz que creyó demasiado molesto para su gusto. Pasó de convertirse en algo más insignificante que una mosca a hacerle conocer el verdadero sabor de la culpa. ¿Quién se creía ese tonto Park Jimin para darle lecciones de vida? no era su amigo y muy por el contrario su padre creía fervientemente que era una amenaza.

Pero o Yoongi se estaba volviendo blando con los años y se dejó engatusar por los discursos molestos y sabios de su primo Seokjin, o realmente había confundido la amenaza con el cambio y lo desconocido, cayendo en el peor error de los humanos; temer de aquello que no conoce.

La sencillez de su vida se vio reducida a los momentos de paz en su habitación, pues mientras estaba con él en la oficina, no podía evitar mirar con obsesión las manos lastimadas del otro cuando no calzaba los guantes ya de por sí extraños. También era inevitable no sentir el peso de las miradas curiosas, de la necesidad de respuestas —el único punto en común que al parecer ambos compartían —, y de lo fácil que podía visualizar los escenarios donde él y Jimin podían ser buenos amigos. Entonces él lo miraba y abría la boca para comentarle cómo la madrugada anterior se había desvelado con un vaso de licor y compuesto lo que creía su nueva obra maestra, pero el sonido no salía de su boca y volvía a cerrarla convencido de que era inútil.

TRUST ME [ Yoonmin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora