023. Silla eléctrica

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¿De qué color son los celos?

¿Cómo se siente el miedo y la culpa?

¿Y la inseguridad ¿El odio?

Comenzó con un viaje largo en avión y el silencio de dos chicos que tenían tanto que decir, el espectro de la piel ajena sobre el otro, cosquillas en los labios, y memorias que danzaban como un flash al cerrar los ojos. Fue tortuoso, placentero, confuso.

Si bien Yoongi dejó de cuestionarse el por qué de que Jimin representara en su vida un símbolo de desequilibrio y descontrol, no reparó en invertir horas de vuelo y suspiros incontables con el único objetivo de entender el silencio abrupto de ambos de camino al aeropuerto. Dado que su boca se encontraba sola y lejos del encanto de los labios ajenos, su mente recordó cómo funcionar y con ello los síntomas del deseo y hambre del otro, dejaron espacio para la culpa y preguntarse qué clase de castigo merecía por ser un traidor.

La respuesta llegó tan pronto bajó del avión. Jimin y él no bien habían puesto un pie fuera de la puerta de llegadas internacionales cuando Hoseok se abalanzó hasta el otro para cubrirlo en un efusivo abrazo y sonrisa que amenazaba con salirse del rostro. Yoongi apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando el miedo le contrajo el estómago como si de una caída libre se tratara, ¿Qué demonios hacía su hermano allí? Y peor aún ¿Por qué Jimin no parecía ni un poco sorprendido?

El recuerdo de la mañana anterior pasó de ser placentero a teñirse de pecado, había defraudado a su hermano y era lo suficientemente egoísta e irracional para que la única cosa que le importara fuera ver como su hermano se robaba a Jimin de su lado con la promesa de invitarlo a cenar, Hoseok ni siquiera se había molestado en invitarlo a él. ¿Debería sorprenderle? por supuesto que no, si alguien sabía de primera mano que su hermano intentaba conquistar a Jimin, era él. Quizá lo que más le dolió fue que el culpable de su agonía no se molestara en mirarlo y se marchara junto a Hoseok uno tan cerca del otro que el estómago se le revolvió.

¿Dónde quedaba él?

Quería gritarle a los siete vientos, ¡no!, ¡mejor aún!, a su hermano, que él había comido la boca de Jimin horas antes, que tenía tan grabado el sonido de sus suspiros en el alma que le sería difícil olvidarlo pronto, lo bien que se sintió poseerlo contra el piano y que Jimin le había permitido escucharle tocar.

¿En qué clase de bestia o basura se estaba convirtiendo para pensar así?

Sí, quizá su castigo por ser egoísta y mentirle a su hermano como un descarado era precisamente este, no poder decir nada y no ser aquel que llevara a Jimin a cenar o le abrazara con tanta soltura en público. No ser el dueño de la sonrisa llena de paz y mirada cariñosa que Jimin le dedicó a su hermano. ¿Qué tenía él además de las palabras llenas de desprecio que el otro le dedicaba antes de acorralarlo contra el muro y besarlo como si la vida se le fuera en ello?

Bienvenido sea el infierno personal, que si algo tenía claro el menor de todos, es que lo tenía bien merecido.

No era el único, si Yoongi pudiera leer mentes sabría que Jimin no la estaba pasando mejor que él. Que durante todo el vuelo y con su vista en la ventanilla, se hizo tantas preguntas y fracasó en responderlas, eso sí, el dolor de cabeza que ganó era digno de unas veinticuatro horas corridas de sueño. ¿Por qué sentir era tan complicado?

¿De qué iba esa extraña chispa que parecía prender fuego incontrolable en él cuando se encontraba con Yoongi? tenía claro lo mucho que lo despreciaba por haber leído su diario, y a pesar de que ya no sentía tal cosa como odio, si que detectaba el asco, el rechazo, y lo peor de todo, la innegable atracción que se había desbordado en él desde el primer momento que las bocas de ambos se encontraron. No tenía sentido negarlo, pero no dejaba de repetirse una y otra vez que no es así como debía haber sucedido.

TRUST ME [ Yoonmin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora