030. Suficiente

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No recordaba la última vez en que había llorado tanto, pero definitivamente su reflejo al espejo le indicaba que esa ocasión había roto su récord personal.

Ojos hinchados, nariz roja y cabello enmarañado. Era un desastre viviente, y estaba convencido de que, si las emociones fueran algo visible, luciría aún mucho peor.

Pellizcó sus mejillas, presionó las bolsas bajo sus ojos y balbuceó frente al espejo una mezcla de canciones sin sentido; de alguna manera se sentía de mejor humor, con esa sensación de libertad que te brinda el llanto. Puede que no tuviera idea de qué hacer o cómo irían las cosas de ahí en adelante, pero tenía una idea, y nada ni nadie podría disuadirle de ella.

Se aseguró de arreglarse lo más que pudo después de una refrescante y reparadora ducha, y a pesar de que no tenía necesidad de cubrir nada del desastre de su rostro, decidió colocarse un poco de maquillaje para tener un mejor aspecto. Yoongi no lo juzgaría, él lo sabía, pero no perdía nada con invertir un poco más de amor en su maltratado rostro, lo necesitaba de alguna extraña manera.

Con su vista en el espejo, enfocó su mirada en la mesita de noche, específicamente en la cajita forrada de terciopelo azul, esa que contenía dentro una promesa hecha de oro. Sonrió, la imagen de Jungkook apareciendo en su mente con su amable sonrisa que mostraba todos sus blancos dientes, era traviesa, complementada por dos pequeños ojos que lo miraban con amor. No se lamentaba más por haber rechazado la propuesta de matrimonio, y aún si echaba de menos a su ex novio, el día anterior había llorado por todo, incluido por el amor que aún le profesaba, un amor puro que se siente por la persona que marcó tu vida. Esa misma que aún en la ausencia, le había dejado un hermoso regalo: valor, confianza, apoyo.

Desconocía por qué Jungkook había dejado el anillo a Taehyung, pero así era él, a veces mágico a veces impredecible, otras tan sabio cuando no actuaba como un infante juguetón. Quizá, y solo quizás, consideraría romper la promesa hecha de no comunicarse más y dejarle un mensaje o una llamada si se sentía valiente, le diría que él era único en el mundo, que todavía lo amaba, no como se ama a un amante sino a un amigo, y que le estaría eternamente agradecido por ser tan atinado en sus decisiones. Y si tenía suerte y él le respondía, le pediría que le contara sobre Praga, si su restaurante favorito seguía abierto, si el árbol amarillo donde solían sentarse para robarle sombra y llenarse de besos juguetones seguía siendo tan reconfortante. En cuantos recitales había dado todo de si, si había estado comiendo bien, si todavía escuchaba las playlist que había hecho para él; una para correr, otra para concentrarse y una más para dormir. Y sobre todo le preguntaría si alguna vez podría volver a robarle unas cuantas horas a su vida, un abrazo y una de sus sonrisas. Pues las necesitaba ahora más que nunca.

—Gracias, Kookie, Taetae. No los voy a decepcionar.

Se vistió con ropa cómoda, ató las cintas de sus zapatillas deportivas, y finalmente se tiró sobre el colchón con su teléfono a la altura del rostro, buscó el número que buscaba y pronto colocó el altavoz que dejó escuchar tres tonos de espera antes de escuchar finalmente la voz que estaba esperando.

—Hey, ¿podemos vernos?
Claro, ¿cuando salgas? —la voz ronca de Yoongi llenó la habitación.
—No fui a trabajar, iré a tu casa si no tienes problema.
Claro, te espero.

...

A Yoongi le tranquilizó saber que su padre estaría en la oficina al menos durante las cuatro o cinco horas siguientes, así que invitó a Jimin al estudio, tomó un baño y evitó mirarse al espejo que solo terminaría de confirmar su terrible aspecto.

Desde que Hoseok había vuelto, las pláticas con Jimin mermaron; mensajes escuetos, encuentros accidentados y su repentina renuncia a la oficina que le impedía verlo casi todos los días como antes.

TRUST ME [ Yoonmin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora