NIRAGI X LAST BOSS

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[Pedido que hice para mí misma mientras me comía una papitas <3]

La perspectiva de Niragi

Le dolía verlo caminar con una fingida indiferencia a su lado,

A pesar de todo agradecía que por lo menos lo hiciera. Organizar las guardias todas las noches era una tarea intimidatoria para cualquier persona, menos para aquel. El chico de los tatuajes, el callado samurai siempre estaba junto a él;

En las buenas y en las malas.

Niragi recordaba con pesar cuando en la escuela secundaria era un perdedor, cuando escupía sangre a escondidas en los baños por temor a atravesar las puertas y que entonces volvieran a conocer su paradero. Ser un retraído social siempre había sido difícil, siempre fue el rechazado, cada uno de sus antiguos compañeros se lo recordaban diariamente para que la tinta de sus palabras le calaran en el alma, y se lo teñían con sangre escarlata en todo el cuerpo.

Luego su padre se enteró, y aquel infierno en la escuela ahora se extendió a su casa. Una gran nube negra a cualquier lugar en donde pisaba, una que estaba predestinada a seguirlo a todas partes.

Él no había decidido nacer de esa forma, y si estaba enfermo, entonces pedía de alguna forma que Dios se apiadase del pobre chiquillo dentro de él y le curase.

Pero no era una gripa, no era una tuberculosis. A Niragi le gustaban los chicos, y aquello fue su propia condena que lo llevó a ser casi molido a golpes en todas las etapas de su vida.

Los terrores nocturnos empeoraron en la adolescencia. Se despertaba llorando, ahogado entre sus propios gritos carcomiendo su garganta intentando salir de forma desesperada solo para descubrir que su realidad era muchísimo peor. Tomó una decisión el día en que miró los fuegos artificiales en Shibuki y después terminó en Borderland.

Borderland se había salvado la vida de alguna forma, porque el arma que cargaba consigo cuando entró al primer juego de tréboles estaba destinado a volarse sus propios sesos esa misma tarde.

Lo miró, tan inexpresivo y a la vez imponente. Colocado misteriosamente en una de las barras del campo de gotcha y con ambas katanas en su espalda. Le intimidó en un primer instante, y cuando sus dos pulseras se iluminaron en color rojo supo que su equipo sería él.

Tendría que agradecer a todos los dioses de cualquier cultura, con la esperanza de que alguno lo escuchase, porque aquella decisión le traería la felicidad que le quitaron por tantos años.

—Un juego de asesinato no es común—le había dicho el de los tatuajes—. No precisamente cuando no estamos hablando de picas.

Llegaba tiempo ahí, y aunque no debía hacerlo, le explicó a Niragi todo lo que averiguó durante ese tiempo. Él le enseñó el arma inmediatamente.

—¿Y sabes usarla? —le preguntó—, tendremos que matar a todos estos competidores mientras encontramos más armas o seremos carne podrida.

—Cazaba—respondió seguro, mintiendo en el proceso. No quería quedar como un absoluto idiota, pero esperaba que las armas en los videojuegos de realidad virtual fueran equiparables a aquella que cargaba consigo—. Los mataré a la distancia y luego tú con el cuerpo a cuerpo, ¿está bien?

—Equipo—asintió el samurai, colocándose en posición.

Vencieron como pocos lo hacen, se complementaban increíblemente en sus habilidades de pelea. Niragi no soltó el arma en ningún momento y cuando mató al primero aquello se volvió más fácil. La adrenalina recorriendo su cuerpo cambió algo dentro de él, algo que creía muerto, y ver las constelaciones en los ojos de su aliado le devolvieron algo que le habían arrebatado del alma,

Le dieron esperanza.

Y a cada juego que entraron vencieron, y esa unión los hizo volverse inseparables. No solo eran compañeros de equipo, no solo eran aliados; eran amigos. No la clase de amigos con los que sales ocasionalmente, Niragi entendió que Samura era real, que estaba ahí para él, para escucharlo;

Finalmente no tenía que disculparse por hablar de las cosas que le gustaban, o por aburrir a su acompañante con sus historias de ciencia ficción.

Niragi podía ser quien realmente era, o bueno...casi.

Los terrores nocturnos no volvieron cuando pudo dormir por primera vez junto a él. Solo se tenían el uno al otro, solo en el otro podían confiar, y solo al otro le darían su vida. Dormían en la misma habitación, aunque no en la misma cama. En todas las guardias asistían juntos, y cuando Last Boss dormía a Niragi le gustaba delinear con la yema de su dedo índice los tatuajes del más alto, velando su sueño y agradeciéndole por mantenerse a su lado.

¿Le diría que estaba enamorado de él? Probablemente no, no quería que aquello acabara. Estaba bien viviendo la vida de esa forma, no podía exigir más. Temía que él, la única persona que le quería por quien era, lo rechazara.

No podría soportar aquello, no quería volver a ser el de antes.


Siguiente parte: 

La perspectiva de Samura

One Shots|| 𝙰𝚕𝚒𝚌𝚎 𝙸𝚗 𝙱𝚘𝚛𝚍𝚎𝚛𝚕𝚊𝚗𝚍 [ᵖᵉᵈⁱᵈᵒˢ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒˢ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora