𝓐𝓻𝓲𝓼𝓾 𝓧 𝓜𝓪𝓵𝓮 𝓞𝓒

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Sentía la lengua con el piercing recorrer mi cuello y hacer una pequeña pausa justo en aquella cicatriz característica con forma de corazón, cerré los ojos al contacto de la respiración de Niragi en mi cuello, pero no por excitación, tenía miedo de lo que podría hacerme justo en este momento.

—¡No tienes idea de lo mucho que me voy a divertir contigo! —aquella risa sardónica, acompañado de mi cara de terror, lograron que Arisu se desprendiera de la mordaza y que pudiera gritar.

—¡Déjalo, suéltalo! —un golpe justo en el abdomen lo hizo doblegarse, uno que provenía directamente del jefe de los militares.

—¡Te lo advertimos muchas veces, una y otra vez! — cerré los ojos con fuerza, incapaz de ver cómo lo volvían a golpear. —¡Y te encontramos con las cartas en las manos!

Entonces abrí los ojos incrédulo de lo que acababa de escuchar, ¿Arisu había intentado robar las cartas? Me lo hubiera contado, las últimas semanas particularmente habíamos pasado demasiado tiempo juntos, le había contado de las cosas más profundas de mi mente, y pensé que tendría la confianza para decírmelo.

Nos conocimos en el juego del foco, aquel que era una prueba para él. Yo llevaba un poco de tiempo ya en La Playa, siempre en las sombras. No me gustaba destacar de sobremanera, y sobrevivía en base al aprendizaje previo de otros que se sacrificaban porque ni siquiera se percataban de que estaba ahí.

Pero aquel día fue diferente, cuando Ann, la forense de los ejecutivos, nos forzó a casi morir solamente para probar las habilidades de aquel chico, yo no me quedé callado.

—¡Si sabes la maldita respuesta solo dila! — Kuina también alentaba, la mayoría comenzaba a hiperventilar por el pánico de morir calcinados por la corriente eléctrica.

—¡Cállate Haruki, es su turno! — gritó Ann, con un semblante tranquilo. Por supuesto, en cualquier momento ella podría detener todo aquello y salvarse el culo.

—¡A la mierda! —estaba cansado, iba a actuar, pero tan rápido como me abrí paso entre el agua una mano me detuvo sosteniéndome por la cintura bajo el agua.

—Vas a morir si vas por ahí. —soltó Arisu, el nuevo. —Sé la respuesta, ¡lo tengo!

Y claro que lo tenía, él tenía esa habilidad innata de solucionar los problemas mentales que se presentaban en Borderland, y es por eso además que hizo un click inmediato en los ejecutivos. Para cuando salimos de ahí, mojados, todos los miembros que pertenecían a La Playa buscaron rumbos distintos para llegar, incluyéndome a mí. Más temprano que tarde noté unos pasos presurosos que se detuvieron cuando llegaron a mi lado.

—Hola, ¿Haruki, cierto? — le hubiera creído que no sabía mi nombre, que no lo recordaba, si tan solo no hubiera leído sus labios repitiéndolo lo que quedaba del tiempo del juego mientras miraba la luz del foco encendida.

—Arisu. —lo saludé, haciéndole saber que yo, en cambio, sí que recordaba su nombre. —Pensé que Ann te llevaría a La Playa de regreso.

—Les he dicho que caminaré. —hizo una pausa mientras frotaba sus manos en busca de calor. —No te molesta, ¿verdad?

—No me molesta tu compañía, Arisu.

Se lo tomó al pie de la letra, porque los días siguientes parecía una garrapata pegado a mí, pero no me disgustaba. Al contrario, era ameno tener a alguien que te comprendiera, que te escuchara, alguien dentro de la Utopía a quien realmente le importaras era un lujo que muy pocos se podían dar.

Es justo por lo anterior que aquella noche cuando Niragi irrumpió en mi habitación junto con otros militares en horda, arrastrándome por el cabello a lo largo de los pasillos hasta encontrar la habitación que anteriormente pertenecía al Sombrerero, me pude imaginar mil cosas antes que lo que mis ojos estaban viendo.

—Dame las cartas. —le gritó Aguni, los ojos cristalizados de Arisu chocaron con los míos, llenos de pánico, y negué con la cabeza.

—Lo siento...—murmuró.

—¡No se las des! —mi primer acto de valentía en mucho tiempo, pero darle las cartas a Aguni en ese momento sería condenarnos a ambos.

—Dios, ustedes sí que son complicados. —Aguni le arrebató un arma a un militar y después me la colocó justo en la sien. —Bien, tienes 3 segundos para dármelas o tu noviecito muere.

—Haruki...

—Uno...

—¡No se las des!

—¡Dos!...

—¡Arisu, mierda, no se las des! —escuché safar el seguro y cerré los ojos esperando lo peor, pero no ocurrió.

Arisu les lanzó las cartas, algunos de los militares más estúpidos se lanzaron a recogerlas rápidamente ocasionando una estampida. Tiros al aire, desconcierto general y la distracción perfecta para que ambos saliéramos corriendo de aquella habitación.

—No sé cuánto tiempo nos queda. —dijo Arisu, mientras ambos corríamos doblando los pasillos, intentando escapar a toda costa de la ráfaga de balas que se escuchaba detrás nuestra. —Pero no quiero que nos vayamos sin que sepas que significas muchísimo para mí, después de la muerte de Chota y Karube, yo realmente...

—También me gustas, Ari. —le dije, y sus facciones se transformaron en un sonrojo fuerte. —Y podremos hablar de esto cuando no estemos corriendo por nuestras vidas.

Estiró su mano y yo la tomé, y prontamente divisamos los autos escondidos de aquellos militares que se dedicaban a patrullar el Tokio de noche; la suerte estaba de nuestro lado, porque las llaves estaban puestas en uno de ellos.

Nos metimos rápidamente y él arrancó, adentrándonos a todo velocidad en la oscuridad de las principales avenidas. Giré mi cabeza y pude ver con horror, como apenas fuimos capaces de salir antes de que La Playa se convirtiera en una arena de juego.

Sin cartas, sin provisiones, y sin aliados. Solo nos tendríamos nosotros dos ahora, pero con eso bastaba.

Me sentía salvado, y por la cara de Arisu cuando giró y me miró sonriendo, supe que él también se sentía igual.

One Shots|| 𝙰𝚕𝚒𝚌𝚎 𝙸𝚗 𝙱𝚘𝚛𝚍𝚎𝚛𝚕𝚊𝚗𝚍 [ᵖᵉᵈⁱᵈᵒˢ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒˢ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora