Ann [1/¿?]

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[Pedido anónimo]

[Enemies to lovers]

La lámpara que funcionaba con movimiento tintineaba en aquella oscura habitación, las luces de las computadoras cumplían la función de mantenerla iluminada lo suficiente como para que el turno nocturno del departamento especializado en crímenes difíciles fuera llevadero tanto para los trabajadores de planta como para los internos que cruzaban las puertas en sus rotaciones casi diariamente.

Existían áreas de alta confidencialidad, áreas a las cuales los estudiantes no podían acceder a menos que consiguieran uno de los codificados gafetes que les abrían las puertas a las habitaciones llenas de archivos, conocimiento científico, médico, policial, y también a la morgue.

Hacía cinco años que Ann se había graduado con excelencia académica de la academia de forenses, y debido a sus excelentes habilidades sociales y escolares logró posicionarse por medio de sus profesores en aquella fiscalía que le abriría las puertas a las entrañas de la policía de crímenes especiales de Tokio; y eso le fascinaba.

Ann odiaba trabajar en equipo, pero debía hacerlo por la carrera que había escogido ejercer. Le fascinaba verdaderamente, pero al ser una mujer rodeada de fiscales que incluso le triplicaban la edad construyó una coraza demasiado difícil de romper que la aislaba casi de forma totalitaria. Ann no salía de noche, no lo hacía de igual forma de día. Su trabajo la consumía casi por completo, pero era feliz de esa forma, labrando su nombre paso a paso.

Llegó a su turno aquella noche y pasó su gafete media hora antes de su horario de entrada, traspasó los pasillos que encendían las luces con cada paso que daba, y se apagaban cuando ella giraba en la siguiente esquina. Era alguien quisquillosa, así que en el momento en que supo que su compañero de resolución de crímenes, el Dr. Izobosky, psiquiatra forense de ascendencia inglesa se estaría jubilando, se encargó de encontrar al reemplazo del mismo en todas sus redes sociales cuando el nombre fue colocado en la nueva placa del escritorio de la oficina la noche anterior aunque sin mucho éxito de por medio.

Se trataba del Dr. Alex Jhoskin, aquel apellido tampoco procedía de alguien japonés, por lo que pensó que quizá la forma de búsqueda por redes había sido casi un total fracaso debido a eso. Esperaba llegar antes para darle un vistazo de primera mano e imponer de alguna forma que ahora ella era quien estaría al mando. A final de cuentas, los de medicina conocían bien de jerarquías por antigüedades y ella estaba cansada de bajar la cabeza cada que el Dr. Izobosky hablaba.

Su sorpresa fue grande cuando la puerta corrediza se abrió al pasar su gafete y encontró a una mujer veinteañera, delgada y con el cabello castaño sujeto en alto con una pinza, sentada en su silla con una bolsa de patatas fritas, en pantuflas, sin el uniforme debidamente colocado y con los expedientes regados por toda la mesa.

—¿Disculpe? —preguntó casi en un grito completamente escandalizada—. ¿Señorita? Parece que se ha equivocado de área. ¿Podría identificarse? Tendré que llamar a seguridad si no lo hace.

La joven sonrió levemente y luego levantó ambos brazos, llevando la bolsa de papas con ella.

—Tendrá que arrestarme entonces—retó—, porque mi gafete se encuentra justo a su lado.

Ann tomó el lanyard entre sus manos con suma desconfianza. Su rostro cayó casi por completo al darse cuenta.

—Alex Jhoskin—murmuró para sí misma—. Pensé que era un hombre.

—Siempre piensan que lo soy—afirmó—, ya no me extraña, tranquila. La perdono.

Ann no le había pedido disculpas, pero aceptó dimitir de aquello. Leyó resto del gafete al mismo tiempo que caminaba hacia los cajones que guardaban los expedientes. Se trataba de una residente de medicina psiquiátrica de tercer año, lo cual casi la saca de sus casillas completamente. No había duda, el departamento la consideraba una incompetente y por eso le habían enviado a una estudiante para delegarla a casos sin importancia.

One Shots|| 𝙰𝚕𝚒𝚌𝚎 𝙸𝚗 𝙱𝚘𝚛𝚍𝚎𝚛𝚕𝚊𝚗𝚍 [ᵖᵉᵈⁱᵈᵒˢ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒˢ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora