Salvación

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En el reluciente y colorido bosque donde nuestros dos chicos se encontraban se podían ver los primeros rayos del sol de la tarde mientras los animalitos de por ahí comenzaban a comer uno que otro aperitivo.

–¿Sabías que no hay nadie viviendo por la dirección del bosque a la que te diriges desde hace unos días? –preguntó nuestro sexy lobo con cara malhumorada.

–Sí, lo sé –contestó el pelinegro ya cansado de oír las quejas del mayor porque él saliera del bosque.

–¿Y a qué vas a casa de tu abuela entonces niño?

–Gulf, soy Gul… no importa –se rindió entre bufidos. –Voy porque tengo que buscar algo que mi padre dejó ahí y debo recuperarlo.

–No me sorprendería que te matasen antes de que lo consiguieras.

–Es un riesgo que tengo que tomar... hum… No me has dicho tu nombre.

Su nombre, hace ya muchos años que el lobo no había escuchado que le preguntaran por el nombre que su madre le puso al nacer, pero en lugar de ser una pregunta normal este la tomo de mala gana.

–¿Para qué?

–Bueno pues, estaría bien llamarte de alguna manera que no fuera lobito.

El lobo casi se tropieza al escuchar la palara “Lobito”, no lo había llamado así pero en definitiva era algo que no le gustaría que pasase.

–Kao, ese es mi nombre.

–Mucho gusto Kao –Gulf tomó un pequeño pañuelo dentro de la canasta que llevaba y se lo ofreció al lobo. –De donde vengo debes regalar algo tuyo a la persona que acabas de conocer para que la amistad nunca se pierda ni se traicione.

“Pero que tonterías dice, ¿cuál amistad?”, el lobo no podía creer la mentalidad del chico, de verdad le parecía extraña. “Humanos…”

–Ten –resopló en repuesta el lobo y le dio, a cambio del pañuelo, un anillo que había hurtado tiempo atrás y que al convertirse en su propiedad fue de sus favoritos.

–Muchas gracias, espero nos llevemos muy bien y seamos grandes amigos pero ahora debo irme –el chico comenzó a correr en la dirección que debía seguir para llegar a casa de su abuela esperando que el lobo no le siguiera. –HASTA LUEGO –gritó finalmente mientras se alegaba del lobo.

Al llegar a su destino contempló aquella casita blanca con melancolía. ¿Cuantas épocas de cosecha no había pasado ahí jugando con su hermanita? Y ahora tendría que entrar a aquella casa solo, sin nada más que sus bellos recuerdos como invitado. O eso creía él.

La puerta se encontraba sin seguro alguno y cuando entró dejó caer la canasta de sus manos involuntariamente por la imagen que contemplaba, aquella cabaña que le había servido de refugio a todo ahora se encontraba cubierta por obscuridad.

–¿No vas a entrar?

El azabache saltó en respuesta al susto causado por el lobo que le había seguido.

–¿Ahora qué…?

–Creí que tu abuela estaría aquí, pero más bien parece que acaba de haber una pelea a muerte en el lugar.

–Dije que venía a casa de mi abuela, más no que venía a ver a mi abuela, no es lo mismo –aclaró el menor antes de quitarse la colorida capa que lo cubría y meterla en el armario al entrar a la pequeña cabaña–. Solo vine a limpiar este lugar…

–Eso tomará mucho tiempo.

–Por eso comenzaré ahora…

Gulf suspiró mientras llevaba su mano hacia su sien y la masajeaba un poco. Nuestro guapo pelinegro ya se encontraba en casa de su abuela arreglando el desastre que había ahí pero nunca contó con que el lobo que le persiguió por el bosque se metiera en la pequeña casa blanca y quisiera saber más de él. Ese rebelde chico de cabello negro tambien llevaba más de diez preguntas raras a lo largo del día y el menor comenzaba a impacientarse de ver su alta y algo musculosa figura pasar de un lado a otro tras de él; Gulf tenía una misión, encontrar el hacha de su padre y volver con la cabeza del asesino de su familia, pero no podía buscar el hacha por su nerviosismo causado por el ya antes mencionado y el pensar en matarle le hacía preguntarse si seria ese lobo el verdadero culpable.

Después De Caperucita Roja Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora