Gulf Kanawut

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Había una vez, hace no mucho tiempo, en nuestro mundo natal, Pandora (que se encuentra aproximadamente a un año luz de la tierra), una linda aldea que se encontraba al sur de la cascada silbadora en el bosque de las aves dormilonas. La aldea Rash, era pequeña pero acogedora y apta para cualquier familia, pues el bosque por el que estaba rodeada daba los más espectaculares y ricos frutos que puedas imaginar. A pesar de ser un lugar realmente hermoso y pacifico para habitar no había más de quince familias, con no más de siete integrantes cada una, viviendo en armonía.

Cada una de las familias de la aldea tenía profesiones características: Los Morrison se especializaban en la costura, podrían hacer cualquier arreglo a tu ropa por más difícil que pareciera y hacer los más majestuosos trajes de Pandora. Los Wins se especializaban en la panadería, sus pasteles y panes eran más que exquisitos, no podrías comer solo uno para poder captar todos los sabores escondidos en su masa y sus glaseados. Los Sandlers eran los especialistas y recolectores de hierbas y frutos, sabían para que pudiera servir cualquier planta que les mostrases y podían decirte el sabor exacto de cada fruto de este planeta. Los Cuocco eran los encargados de la caza a los animales salvajes del bosque, elaboraban las más impecables y mortales trampas que puedas imaginar.

Y es en esta aldea donde vivía el chico más apuesto de nuestro mundo. Gulf Kanawut, el chico tocado por la belleza completa. La familia Kanawut siempre se había encargado de la madera de la aldea, desde la más común para el fuego hasta los muebles más sofisticados, pero todo esto cambió tras la tremenda depresión que consumió a Anne desde aquella tragedia que involucraba a su ya fallecida, hija menor; ese acontecimiento la hizo convertirse en una mujer dura y perdida con una sed insaciable por venganza hacia ese maldito ser que le había arrebatado a su pequeña y su marido.

—Gulf aquí está la ración de pan que me encargaste esta mañana.

—Gracias señor Wins.

El señor Wins era un hombre delgado y musculoso que llevaba con el mayor orden su panadería. A pesar de casi cumplir los cuatrocientos años de edad pareciera no tener más de cien, su agilidad era impresionante e incluso envidiable para la mayoría, pero que se podía esperar de un señor que hace más que buen ejercicio en su trabajo.

Por otro lado estaba Gulf. El joven era delgado con poco músculo pero aún así su figura era envidiable y deseable por muchos, de piel pálida que comparada con los demás de la aldea lo hacía parecer único, su pelo negro pareciera opacar a la noche cuando la luna reflejaba en esos flecos que caían suavemente por su frente, sus ojos verdes aceituna con un brillo mágico lo hacía verse tierno e interesante, y su sonrisa, hermosa pero engañosa, lo hacían el chico más inestimable de nuestro mundo. No por nada el chico era incluso buscado por las princesas de los reinos sur y norte de Pandora.

—¿El arreglo de mi silla estará listo para mañana?

—Tal vez incluso antes. Si todo marcha bien podría ir a dejársela más tarde señor Wins.

—Sabes que no duermo hasta dejar limpia la panadería y me despierto temprano para preparar los primeros panes del día, así que pásala a dejar cuando este perfecta. No te presiones.

—Ahí lo veré.

Ya que el panadero es un hombre ocupado con sus entregas, pues no dejaba que ninguna de sus cuatro hijas las hiciera por él, siempre tenía el tiempo contado. Todo lo contrario a nuestro apuesto azabache. Gulf desperdiciaba su tiempo en cualquier cosa, no veía a su madre en casi todo el día y por las noches ella insistía en irse a cortar madera sola por el bosque así que después de preparar la comida y llevarla a la habitación de su madre podía hacer lo que él quisiera.

—¡GULF! –Se escuchó un grito largo y poco grave tras la puerta de su casa. —Buen y hermoso día para ti amigo.

—¿David?

Después De Caperucita Roja Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora