El Pantano De La Inseguridad I

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Miedos y sueños


–¡No, por favor! –Se escuchaba por todo el pantano con una voz realmente dolida. –¡Ya no más, basta!

La pantera de pelaje azabache gritaba a todo pulmón mientras intentaba inútilmente mantener sus ojos cerrados.

¿Cuántas veces ha visto morir a su único amor? Una tras otra las alucinaciones llegaban a ella, incluso más de una a la vez, para torturarle el alma. Una flecha directo al corazón de Kao, su cabeza cortada, su cuerpo en llamas, él mismo haciéndose daño; todo lo veía frente a ella sin ser capaz de detenerlo o brindarle su ayuda. Su cuerpo solo se movía una vez que el lobo yacía muerto y, corriendo a él, este se desvanecía para comenzar con la tortura una vez más.

¿Cuántas veces les fueron arrancados sus padres? Las personas que más amaba la veían desde lejos y hasta el momento preciso se le acercaban para dejarla aún más horrorizada. Una vez que veía morir al chico corría hacia ellos en busca de consuelo, ese que nunca llegaba, pues, ambos sujetos se mataban entre ellos antes de que ella pudiera intervenir. Dos disparos les bastaban para dejar a la chica sin esperanza alguna.

¿En cuántas ocasiones más se iba a sentir tan sola? Lo que ella más odiaba era esa sensación de saber que nada era real, pero aun así, dolía. ¡Dolía de verdad! Aun sabiendo que nada era palpable en su realidad no podía evitar llorar y sentirse sola en el universo.

–¡Eres un maldito! ¡Dame la cara y deja de esconderte!

–Nadie entra aquí –se escucharon más de cinco voces al unisonó. –Todos me temen, saben quién soy, y ahora sabes la razón... sin embargo, nadie sabe realmente quien soy...

–Voy a matarte... –susurro la chica finalmente derrotada mientras se dejaba caer al suelo y abrazaba sus rodillas.

–Yo sé todo de ti Rinya, sé a qué le temes y que es lo que más deseas.

–No te atrevas a decir mi nombre, maldita bestia –las distintas voces rieron ante su comentario y esto la hizo enojar más. –¿Qué es lo que quieres?

–Quiero recompensarte.

–Recompensarme, ¿por qué harías eso?

–Si me das algo valioso para ti yo, te daré lo que más deseas –las voces fueron apagándose, una a una, hasta que solo una sobresalió de las demás quedando como única.

–¿Qué...?

–Rin –la chica alzo la vista sin poder evitarlo. Frente a ella un lobo de pelaje negro la miraba asustado y fue acercándose a ella mientras alzaba sus manos en muestra de no planear nada malo. –Ya estoy aquí.

–¿Kao? –el joven se acercó tomando tiernamente la mejilla de la chica y acariciándola como si fuera el tesoro más preciado de todos.

–No llores, Rin, sabes que no soporto que lo hagas...

Al levantar mejor su rostro la chica se encontró con aquella mirada que la tranquilizaba y enloquecía a la vez. El lobo estaba demasiado cerca, mezclando sus alientos de una manera tentadora y cautivadora para ella. Un espasmo la hizo levantarse y alejarse un par de pasos de aquel joven de ojos carmesí.

–Kao, yo... Yo, no... –fue incapaz de continuar, el chico empezó a acorralarla entre un árbol y su cuerpo.

Sintió la madera sobre su espalda, dejándola a toda disposición del mayor. Aquel lobo comenzó a intimidarla con su mirada penetrante llena de, ¿lujuria?

–Tienes un rostro realmente hermoso, Rin –le susurró al oído haciéndola estremecer al instante. –¿Lo sabías? –una mano se deslizó por su rostro y con el pulgar le delineaba el labio inferior haciéndola sentir en el cielo.

Después De Caperucita Roja Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora