Verdades II

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En realidad no estaban tan lejos de la casa de la abuela, pero Rinya y Gulf sintieron alivio al llegar finalmente.

–¿Qué se supone que le diga cuando lo vea?

–No sé –contestó una pantera distraída en sus propios pensamientos, pero sí poniendo un poco de atención en las palabras del menor. –Quizá lo mejor sería que dejaras que él hablara primero…

–Pero tengo tantas preguntas.

–Reacomoda tus preguntas a lo que te acabo de contar y, poco a poco, ve hablando con Kao.

–No tengo cabeza para pensar –contestó el pelinegro sosteniéndose de un árbol cercano. –De hecho me estoy sintiendo mareado.

–Debe de ser la sangre que perdiste –en realidad no olía a tanta sangre a su alrededor, pero los humanos eran más sensibles a perderla que los demás, así que le examinó sin encontrar nada malo. –Tranquilo, no es grave.

–¿Qué no es grave?

–Bueno pues aun estás hablando.

–Y pronto dejare de hacerlo…

–Ni lo sueñes –grito la chica pegando un grito a un arbusto cercano. –No puedo permitir que te desmayes como princesita y no hables con Kao.

La chica, sin siquiera prevenir lo que pudiera haber ocurrido, metió un fruto silvestre en la boca provocando que el pelinegro casi las tragase completas. Mientras el menor comía el fruto la chica colocó otra en su mano y comenzó a empujarlo por la espalda para continuar con su camino a casa del mismo.

Al llegar hasta una distancia considerable de la casa ambos se miraron fijamente al ver al lobo de pelaje negro con martillo y demás utensilios arreglando la ventana que horas antes se había destruido. El lobo no se molestó en girarse para ver a los chicos, él simplemente continúo con su trabajo como si no hubiera notado la presencia de esos dos individuos que lo miraban extrañados.

–¿Dónde estabas idiota? –Protestó la chica acercándose finalmente hacia el mayor. –Fui tras de ti cuando saliste corriendo y no te encontré, por el contrario, me topé con Gulf mal herido –Kao no contestó y se limitó a mirar a la chica moviendo peculiarmente las orejas y la cola, pero ni eso la relajó… Sí que estaba enojada. –¿Qué tal si alguien más, gozando de malas intenciones, hubiera llegado antes a él? No conozco este bosque, pero sé que es posible y te recomendaría tener más cuidado con tu chico a no ser que ya no lo quieras ver.

–Tranquila Rin –contestó al fin el lobo mientras sus labios mostraban una muy tenue sonrisa. –Y a todo esto, ¿por qué estas molesta?

–¡No uses ese tono conmigo!

–¿Qué tono? –Fingió demencia el mayor.

–Ese, como si no entendiera lo que pasa y quisieras explicármelo lentamente para comprenderlo.

La chica cruzó sus brazos sobre su pecho y comenzó con una peculiar galería de gestos hacia el mayor. La plática de esos dos siempre llegaba al punto donde una mirada los comunicaba más que un centenar de palabras, así era su amistad, su tan peculiar y única amistad.

–No saliste corriendo inmediatamente tras de mí, Rin –susurró el lobo acercándose a su oreja. –Tuve que esperar a que se te diera la gana seguirme para regresar a la casa a trabajar.

Tras esas palabras el lobo solo tuvo que sonreírle de lado para que la chica captara de inmediato lo sucedido. El salir corriendo, darle su libre albedrío para decidir si ayudarle o no, el esperarlos pacientemente y, sobre todo, confiarle la vida del pelinegro lo hizo solo con el afán de que ella hablara primero con el menor para calmar la situación. Claro, solo por él ella guardaría la compostura necesaria para hablar con Gulf y tranquilizar su agitado corazón para que ambos pudieran hablar más tranquilamente.

Después De Caperucita Roja Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora