5. Estoy lista.

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Raze Vorobiova.

Giro en la cama por decima vez y decido pararme, de otra manera voy a despertar a Zera quien decidió dormir conmigo hoy, le doy un vistazo rápido, esta profunda, no creo que se despierte ahora, salgo de la habitación con sigilo y cierro la puerta tras de mí una vez que estoy en el pasillo, todo el apartamento está en completo silencio.

No tengo idea de que hora es, llevo lo que parecen horas viendo el techo, pero es seguro que Rosie esta dormida, es una gallina, siempre se duerme temprano, no sé si los chicos ya llegaron, cuando me encerré en la habitación con Zera a las diez, aun no estaban en casa.

Camino por el oscuro pasillo con cuidado de no tropezar, una vez que llego a la sala las luces de la ciudad entrando por las puertas de cristal del balcón iluminan lo suficiente como para que pueda ver por donde camino, atravieso la sala y voy a la cocina por un vaso de agua.

Cuando abro el estante para sacar un vaso, veo la botella de vodka en el fondo no lo dudo, solo la tomo, agarro un vaso y me dirijo al balcón con botella en la mano, corro las cortinas y abro la puerta, el aire frio de las noches de Nueva York me golpea, cierro la puerta para que el departamento no se enfrié y me siento en una de los sillones y sirvo un poco de vodka en un vaso, me lo tomo de un solo trago y me recuesto viendo el cielo.

Es bonito, esta despejado, pero no hay ni una sola estrella, la ciudad de Nueva York, como en casi todas las grandes ciudades hay demasiada contaminación como para poder ver las estrellas, una de las cosas que más extraño de Portland y Zera también es lo despejado que era el cielo en la cabaña de Ezra.

En nuestro hogar.

Me pregunto si aún lo conserva, si aun si visita el lugar regularmente, si se acuerda de nuestros momentos cuando está ahí, me pregunto si es demasiado doloroso como para intentarlo.

También extraño la libertad y el poder que tenía en Rusia, estábamos viajando todo el tiempo, yendo a lugares en los que Zera podría ver las estrellas, desde que llegamos a Nueva York, no hemos salido de aquí.

Ya me siento un poco claustrofóbica.

Y no estoy segura de si alguna vez podré salir de aquí, quiero que esta guerra fría se acabe ya, siento como si estuviera ahogándome.

A veces creo que todo sería mejor si Jeariz apareciera, tuviéramos una pelea y acabáramos con todo de una vez por todas, como sea que terminará, si solo fuera mi riesgo, así lo habría hecho.

En la mafia hay reglas, no puedes dispararle al jefe si él no lo hace primero, porque es considerado traición, puedes no seguirlas, pero no es muy inteligente dispararle al jefe de una mafia sino estas preparado para la guerra y por más que me encante decir que soy invencible, no soy inmortal.

Suspiro con cansancio, hoy fue demasiado.

Nunca pensé que volvería a verlo, sé que seguimos viviendo en el mismo país, pero Nueva York es demasiado grande y está muy lejos de Portland, se sentía casi como si estuviéramos en continentes diferentes, pero ahora siento como si solo estuviera en el edificio de al lado.

Lo cual es ridículo, porque después de hoy no creo que vuelva a ver a Ezra en mi vida.

—Hola. —Escucho detrás de mí y volteo encontrando a una somnolienta Rosie mirándome desde el marco de la puerta.

—Hola. —susurro de vuelta volviendo a ver el cielo, la escucho moverse detrás de mí y después de unos pocos segundos vuelve a mi lado cubriéndose con una manta sobre los hombros, se deja caer en la silla bostezando, volteo a verla y me rio por lo graciosa que luce aferrándose con fuerza a la manta a su alrededor, por supuesto debe estarse congelando, los pijamas de Rosie son bastante pequeños, lo cual es raro, porque es un poco mojigata con respecto a la ropa.

AnagramasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora