23. El corazón quiere lo que quiere.

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Raze Vorobiova.

—¿Raze?

—Hola papiiii. —saludo alargando la i, creo que el alcohol ya hizo efecto.

—¿Eso es tequila? —pregunta entrando a mi oficina y viendo la botella sobre la mesita, nah, no hizo tanto efecto, aún estoy obstinada.

¿Qué no la ve?

—¿La vejez está afectando tu vista?

—Alina. —advierte con esa voz y expresión que puede intimidar a cualquiera menos a mí, antes lo hacía, ya perdió el efecto, ruedo los ojos, me sirvo dos shots más y levanto uno en su honor, arrugo la cara cundo lo siento pasar por mi garganta.

—Si papá, es tequila. —respondo de mala gana.

—¿En miércoles? —cuestiona paciente sentándose a mi lado pero con cierta distancia, como si fuera a atacarlo.

—¿No puedo?

—Puedes, pero sé que los días de semana te gusta beber vino, más si estas cuidando a Zera. —No puedo contradecirlo, no bebo nada fuerte en un día semana al menos no más de un trago, incluso no soy muy tomadora, solo en ocasiones como hoy en la cual quiero olvidar todo lo que paso el día de hoy y todo lo que tenga ver con mi estúpido anagrama.

Mientras estuve con Zera estaba bien, es decir, estaba distraída, me concentre en ella, reí, sonreí, me sentí en paz, después de todo estaba en mi refugio, mi pequeña, pero cuando ella se durmió el sentimiento de ahogo, dolor, ira, traición volvió.

Soy una estúpida, soy una estúpida que se metió en medio de una relación en la que no tengo nada que ver.

—Empecé después que se durmió, solo tome con velocidad. —justifico mi nivel de ebriedad, no estoy exactamente ebria pero estoy en camino y el cómo arrastro las palabras lo deja en evidencia.

—¿Estas bien chiquita? —pregunta pasando su mano por mi cabello, trago saliva y cierro los ojos con fuerza evitando que mis lágrimas salgan, sirvo otro trago y me lo tomo antes de contestar, una vez que llega a mi estómago, asiento.

—Si papá, estoy bien, no te preocupes. —No quiero escuchar un te lo dije, sé que al ver como estoy no lo haría pero la idea de decepcionar a papá por algo tan estúpido como lo es toda mi situación me asusta.

—¿Quieres compañía?

—Si la compañía es silenciosa. —digo haciéndolo reír, sonrió un poco nostálgica y me acomodo en el mueble recostando mi cabeza de su hombro como en los viejos tiempo, deja un beso en mi cabeza y aguanto las lágrimas.

Cuando estaba creciendo no era una chica fácil y a veces solo quería estar en completo silencio pero no quería estar sola, no me gustaba la soledad, siempre me ha gustado el silencio pero no la soledad hoy en día le tengo cierto aprecio. Mamá nunca se callaba, era algo imposible así que recurría a papá, me sentaba a su lado o me paraba cerca de él y decía esas exactas palabras cada vez que el hacia la misma pregunta.

Cuando mamá murió pase una semana sin hablar, papá hacia la pregunta y respondía por mí sacándome pequeñas sonrisas que en esos días necesitaba desesperadamente. Es algo muy nuestro, papá siempre me ha dicho que se puede convertir en lo que yo necesite, de niña lo veía como cosas tontas, como que se convirtiera en un caballito, pero a medida que he ido creciendo he apreciado la manera en la que literalmente ha hecho todo para estar sincronizado con lo que necesito, con Zera, con mi entrada a Vorobiov, con la huida, con todos mis cambios y tonterías, siempre se ha adaptado para estar a mi lado.

Espero ser para Zera lo mitad de buena madre que ha sido papá para mí, lo admiro muchísimo, siempre he envidiado la manera en la que compartimenta su vida, nada se sale de lugar en la vida de Iván Vorobiov, a menos que se trate de mi por supuesto. Dejo un beso en su hombro y vuelvo la mirada al frente suspirando.

AnagramasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora