8. Es todo lo que puede ser.

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Raze Vorobiova.

—Voy a matarlo.

—Papá cálmate.

—¡No me pidas que me calme! —grita haciéndome tomar una profunda respiración, le doy una mirada a Marie y a Josh pero están en las mismas condiciones que papá, a punto de enloquecer.

—Esta no es una situación para estar calmados. —agrega Josh con la mandíbula tensa, me pongo de pie y le sirvo un trago a cada uno con la intención de que se relajen, pero no creo que funcione, los entiendo, yo también estoy furiosa pero ellos están siendo irracionales, creo que están dispuestos a ir y matarlo.

—¿Podemos decirle a Ezra?

—No —niego inmediatamente mirando a Marie—, Eso solo lo empeorara, además ¿Qué podría decirle sin contarle la historia? Y no voy a decírselo.

—Tenemos que hacer algo Raze.

—No papá, no tenemos que hacer nada, no podemos hacer nada. —Tensa la mandíbula y se pone de pie, golpeando la silla contra la pared al pararse, empieza a caminar de manera nerviosa haciendo que el cuarto parezca pequeño, es un hombre grande, fornido, cuadrado podría decirse, está a finales de sus sesenta pero aparenta finales de cincuenta, pasa las manos nerviosamente por el cabello canoso que alguna vez fue negro, si ves a mi papá y luego me ves a mí, no podrías deducir que somos padre e hija, soy exactamente la copia de mamá, tengo muy pocas cosas de él, me mira sus ojos son del mismo color de Zera, un azul turquesa, siempre agradecí que sacará sus ojos, me parecen cautivadores.

—Tenemos que huir, no podemos quedarnos aquí bajo amenaza. Te conozco Raze ese hombre te...

—Chicos pueden salir un momento. —pido interrumpiendo antes de que continúe, ambos asienten a regañadientes pero se retiran, después de todo soy la jefa.

—Sabes que tengo razón.

—Papá, no podemos correr por siempre. Te prometo que no voy a cometer un error con Ezra. —explico con la voz más calmada que puedo caminando hasta donde está, tomo sus manos y suspira.

—¿Cómo puedes estar tan segura? Es tu anagrama.

—Es solo una leyenda para niños, nada va a pasar entre nosotros. —susurro con firmeza apartándome de él sin querer mirarlo a los ojos, porque sé que algo está pasando.

—Maldigo el día en que a Jane y a tu mamá se les ocurrió hacer semejante tontería. Las almas gemelas no se hacen, no se seleccionan, es más que eso.

—Papá es solo un cuento para niños, no somos almas gemelas, además nos forzaron a serlo eso no tiene sentido, se supone que las almas gemelas son algo del destino, ellas forzaron el destino, eso es ridículo. —razono, convenciéndolo y a mí. Creo en lo que digo, el destino no puede ser forzado y fue lo que ellas hicieron, tal vez si tuvieron un motivo y no fue simple capricho pero cuando escuchas la historia suena como eso.

—Nunca me gusto ese hombre. —dice volviendo a sentarse ignorando lo que digo.

—¿Lo conoces desde hace mucho?

—Sí. Tu mamá y Jane eran amigas desde hace muchísimo años, años antes de que yo conociera a tu madre, se conocieron aquí en Portland, Jane era de aquí, como sabes tú mamá vivió acá desde muy pequeña, se conocieron en la escuela y se hicieron amigas.

»Años después tu mamá volvió a Alemania y se perdió un poco la amistad, luego nosotros nos conocimos y nos mudamos a Estados Unidos, volvieron a encontrarse y todo estuvo bien por años, eran las amigas de siempre pero ella estaba un poco celosa de lo que nosotros teníamos, ella quería eso, estaba celosa de que Niva hubiera encontrado a su anagrama y ella no, no eran unos celos malos, ella no era mala chica pero sí era algo que le pesaba.

AnagramasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora