38. Seremos libres.

259 35 0
                                    

Raze Vorobiova.

Extiendo las manos sobre la mesa y lo miro atentamente, me devuelve la mirada, golpeo la mesa metálica con las uñas, pero no aparta sus ojos oscuros de los míos, son casi negros, yo tampoco aparto los míos, recojo los brazos, entrelazo las manos y apoyo los codos sobre la mesa, apoyo el mentón sobre las manos, bostezo y aparto la mirada viendo hacia el vidrio unilateral detrás de él, arreglo mi cabello de lado y vuelvo la mirada a él nuevamente, no deja de verme en ningún momento.

No puedo hacer esto todo el día, la silla es cómoda, la habitación es cálida y hay buen café pero estar aquí sentada sin hacer más que esperar que el idiota quiera hablar es desesperante, además con las luces tan bajas como están voy a dormirme, las habitaciones de interrogatorio deberían ser más entretenidas para los agentes, lo único interesante que hay es mi reflejo en el vidrio unilateral, que por cierto esta tan limpio que parece un espejo, todo en esta oficina siempre está muy limpio, desde la entrada hasta los baños, los pisos negros y paredes blancas o de cristal que recorren todo el edificio siempre están impecables.

—Entonces, tenemos dos docenas de chicas perdidas, ¿algo que decir al respecto? —Permanece en silencio sin dejar de verme, creo que ni siquiera parpadea, es un poco perturbador, los interrogatorios son más divertidos a mi manera, pero me temo que esos son ilegales, subo los pies sobre el escritorio acomodándome en la silla y bostezo por aburrimiento—, ¿Nada? ¿En serio? ¿No te aburres de tanto silencio?

Me mira como si me analizara y ladea la cabeza, todo lo que ha hecho desde que estamos aquí sentados ha sido mirarme, honestamente no puedo verlo por mucho tiempo, su presencia es repugnante, lleva dos días aquí, se supone se ha bañado esos dos días, pero pareciera que no, no es que huela mal, pero su cabello y cara permanecen sucias como si no fuera posible quitarle la suciedad, sus dientes chuecos y faltantes hacen que parezca un vagabundo, el hombre es un desastre, sino fuera porque se ve bien alimentado podrías decir fácilmente que se trata de un mendigo en lugar de uno de los contrabandistas más importantes en Oregón.

—Tengo una pregunta. —dice finalmente sin dejar de verme con voz ronca.

Cuando se decide a hablar dice algo inútil.

—Esas las hago yo.

—¿Es más divertida esta parte de la ley? —Mierda, internamente me pongo alerta pero por fuera solo permanezco imperturbable en mi posición relajada, como si básicamente no acabara de reconocerme.

—Nunca he probado otro.

—¿Crees que no sé quién eres? La amiga de todos. —cuestiona encorvándose sobre el escritorio y apoya sus codos sobre la mesa, entrelazando sus manos debajo de su mentón, alzo una ceja por el sobrenombre que me pusieron en algún momento, tenía mucho tiempo sin escucharlo—, ¿Nuestros amigos del otro lado del charco saben lo que estás haciendo?

—No sé de lo que hablas, creo que me confundes con alguien más. —replico con tranquilidad, no me conoce, no directamente al menos.

Nunca hice negocios con este sujeto, nunca lo haría, no me meto en tráfico de personas, yo solo mataba o torturaba personas en un lugar u otro, para un bando u otro, tal vez robar algo, información o lo que fuera, vigilar a alguien, pero el trafico nunca fue ni será lo mío, está fuera de mi código, porque sí, tengo uno, así que nunca trabaje con él, no lo conozco.

—Un rostro como ese, es imposible confundir, tu nombre es ¿Raiza? —Suelto una risa seca por el nombre que sugiere, esta adivinando, pero si sabe quién soy.

—Debo darte la razón en algo, soy casi imposible de confundir... —concedo inclinándome sobre la mesa con cierta complicidad para generar confianza en el—, Pero acabas de demostrar que es posible, como ya te dije mi nombre es Alina. Pero no estoy aquí para hablar de mí, sino vas a decirme nada de las chicas, me retiro, eres muy aburrido. —digo encogiéndome de hombros, sonríe cínicamente y le hago una seña con la mano en modo de despedida, me pongo los lentes de sol que cuelgan de mi camisa y me pongo de pie caminando hacia la puerta de cristal.

AnagramasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora