«Sempiterno; que durará siempre, que, habiendo tenido principio, no tendrá fin.»
✔ Relación poliamorosa
✔ Todos los personajes son de S. Meyer, a excepción de Alessa.
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En Forks volvían a ser vacaciones de Pascua. Al despertar el lunes por la mañana, me quedé tumbada en la cama durante unos segundos asimilando ese hecho. El año pasado, por estas mismas fechas, un vampiro había perseguido a Bella. Esperaba que no se convirtiese en una especie de tradición. Me vestí casi mecánicamente, sin haber tenido noticias de mi hermano aun, esperaba que regresará pronto. Tenía una charla pendiente con Jacob y Paul, lo que me tenía nerviosa y aterrada. No sabía cómo saldría, incluso estuve tentada a mirar el futuro pero me contuve, no podía confiar siempre en eso, a menos que se tratará de algo de vida o muerte.
Y esto era sólo una plática tranquila, esperaba.
Mientras iba al instituto en la vieja camioneta roja, Bella me miraba de reojo cada cierto segundoo, lo que era divertido al principio pero comenzaba a volverse molesto, por supuesto, sabía que quería explicaciones sobre lo de ser bruja. Pero no sabía cómo pedirlas y lo agradecí, porque no quería hablar de eso. El día pasó con lentitud tortuosa, Bella y yo apenas intercambiamos palabras y, cuando llegó la hora de la salida, el terror me inundó.
Le pedí a Bella que me llevase a la Push, algo que accedió a hacer con renuencia. Cuando llegamos, baje lentamente de la camioneta y pude vislumbrar a dos altos chicos, morenos y musculosos caminar hacia mí. Eran Jacob y Paul.
Tranquilice mi corazón y no mostré los nervios que sentía, los tres, tácitamente, caminamos hacia el bosque para charlar con tranquilidad. Mientras caminabamos, deseaba que el momento de hablar no llegará, ¿qué se supone que iba a decirles? ¿Cómo lo tomarían? ¿Cómo iba yo a afrontarlo?
Hubo un silencio incómodo cuando nos detuvimos, los tres separados uno de otros y evitando las miradas, recordé que la mayor era yo ahí, así que inhale temblorosamente y hablé. —Jacob me dijo que querían hablar —dije con tranquilidad, mirándolos a ambos.
—¿Tú qué tienes que decirnos? —Pual habló por primera vez, mirándome fijamente con sus oscuros ojos. Mi corazón tartamudeo y mis nervios aumentaron, por un segundo no supe que decir y ellos estaban ahí, espectantes, esperando a que yo dijera algo.
Pero yo no sabía qué decir.
—Y-yo...—tartamude ligeramente, tratando de pensar cuidadosamente mis siguientes palabras —me disculpo por haberte atacado.
Me dirigí hacia Paul, disculpándome por, probablemente, haberle roto algunos huesos y lastimado sus sentimientos.
—Pero no puedo decir que me arrepiento —hablé con más seguridad, mirándolo con seriedad —. Intentaste atacar a mi hermana, no puedo perdonar eso. Bajo ninguna circunstancia.
