CAPITULO 38

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CAPITULO 38
AMOR Y FELICIDAD
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Hice una mueca por el olor, Selene de igual manera me miró, y juntos retrocedimos.

—Cobardes —murmuró Serena.

No es que fuéramos cobardes pero ante estos casos, no éramos muy buenos. Juro que lo intentaba, de verdad intentaba mantener el control de la situación y por fin ser un buen hombre pero no puedo, siempre termino llamando a Serena para que me salve de la situación.

—¿Cómo es posible que un bebé pueda hacer todo eso? —señaló Selene—. ¿De verdad se encuentra bien del estómago?

—Él está perfectamente bien, y no es para tanto, todo ser humano defeca.

—Si pero nada como esa bomba de mie…

—Darien —me interrumpió Serena entrecerrando sus ojos a mi dirección—. ¿Puedes hacerte cargo del pañal?

Tragué con fuerza, el olor era demasiado penetrante a pesar de tener la ventana abierta. Había hecho lo posible para no tener arcadas cuando trataba de cambiarle el pañal pero el olor era demasiado fuerte para hacerme querer vomitar encima de mi hijo, por fortuna Selene entró e hizo llamar a Serena para rescatarme.

—Yo….cla..claro amor.

Con delicadeza tomé el pañal tratando de respirar con profundidad y no ser atacado por el vómito. Contuve la respiración hasta dejar caer aquella bomba de mierda sobre la canasta de basura, lavé mis manos y sentí el alivio. Tan solo han pasado dos semanas y aún no puedo acostumbrarme a eso.
Cuando regresé a la habitación, Darren estaba sonriente tratando de alcanzar el cabello de mi esposa, Selene estaba a su lado observando con fascinación lo que Serena les estaba cantando.

Admiraba la felicidad de Serena durante estas semanas, es como si hubiera recuperado de nuevo aquella felicidad que tanto envidiaba cuando nos conocimos. La había visto decaer en varias ocasiones pero ahora estaba aquí, feliz y enamorada de esos dos angelitos. A Serena no le importaba absolutamente nada, ni siquiera le estaba dando importancia a su aspecto al tener un bebé en casa, nos turnamos durante las noches para atender al pequeño Darren.
Jamás me imaginé hacer esto pero debo admitir que me encanta. Adoro los momentos en los que sostengo a ese pequeño entre mis brazos y empiezo hablar con él como si me verdad en escuchara, o incluso acompaño a Selene a su escucha sintiéndome orgulloso de ser su padre, de verla entrar y estar ahí para cuando salga, de verla sonreír y correr a mis brazos comentando como le había ido en su escuela.

¿Era feliz?
Jodidamente lo era.
No me importaba para nada que me hubiera convertido en padre en tan solo días, era una locura, pero era una locura de la cuál repetiría hasta cesár.
Tenía una bellísima esposa a mi lado, ella me amaba tanto como yo lo hacía, tenía a una pequeña niña que ya me quería y me veía como su protector, y también tenía a un pequeñín, a una copia, cómo lo dice Serena.
Darren podría ser como mi hijo realmente, físicamente éramos iguales, ojos y color de cabello. Pero…¿Era egoísta al pensar como serían nuestros hijos realmente?
Pensar en como sería una mezcla entre Serena y mía, imaginar tener un hijo propio.

—¿Quieres unirte?

Parpadeé regresando a la realidad. Tenía tres pares de ojos mirándome con atención, Serena tenía a Darren entre sus brazos, Selene estaba sentada sobre nuestra cama.

Hasta Que La Vida Nos SepareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora