"El parque de los patos", ese era el apodo que Arataka Reigen y Katsuya Serizawa tenían para el "Parque Dulce", lugar donde estos suelen quedar para buscar alguna manera de "des-aburrirse" durante algunos viernes, durante algunos fines de semana o en vacaciones.
Algunas veces al ir se limitan a competir en quien escala árboles más rápido, en otras a jugar al escondite, en otras más a jugar en las zonas de columpios y toboganes... Obviamente, todas estas eran ideas de Arataka.
Una vez en específico, acabaron siendo perseguidos por una manada de patos. Les dieron demasiado pan.
Aunque no solían visitar a dichos animales cuando iban a aquel sitio y estos no eran lo que los chicos tenían como la mayor característica del Parque Dulce, la imagen mental que aún recordaba cada uno del otro cubierto de plumas mientras ambos corrían como endemoniados con dos barras de pan encima fue suficientemente graciosa como para que siempre llamasen al parque "de los patos".
—Lo siento... —dijo cierto chico que ya parecía un tomate.
—Ya te he dicho que está bien, no te preocupes más —repitió cierto adulto de cabello de tazón.
El primero se había estado disculpando repetidas veces con el mayor por haberse puesto a mandar de la nada.
Y así érase una vez una manta en el suelo llena de productos:
El dinero del señor Kageyama había sido usado para comprar rosarios y velas que supuestamente espantaban fantasmas, además de para algunas cartulinas que usaron para hacer etiquetas para los precios y algunos carteles que pegaron por ahí. Se ayudaron con los colores y marcadores que habían llevado.
Serizawa en su "modo impulsivo" pensó que deberían tener más cosas para vender además de los adornos de Halloween. Así que además de lo anterior, también habían metido sal en táperes para intentar venderlos como "sal bendita espanta-fantasmas".
Arataka era el encargado de repartir los folletos del negocio e intentar atraer clientes ya sea por exorcismos o por intentar convencer en que lo que vendían era útil, el fantasma verde quiso acompañar al rubio, Shigeo esperaba clientes en la manta que nunca le pudo prestar a Arataka y Katsuya lo acompañaba con la mirada gacha, evitando la mirada de cualquiera que pasase cerca de la improvisada (y temporal) nueva localización de "Espíritus y demás".
Serizawa se arrepentía demasiado de haber dado la idea de intentar empezar a vender en un lugar tan abierto, había olvidado por completo el pequeño detalle de que los desconocidos solían darle miedo, y aunque con uno o dos podía lidiar, con grupos o familias no.
Eso sí, cada vez que conseguía el valor de mirar más al frente, si justo veía que alguien echaba un vistazo a lo que tenían en el "inventario" le daban ganas de morir y esquivaba la mirada.
ESTÁS LEYENDO
La oficina de Shigeo [Mob Psycho 100]
FanfictionUn adulto honesto que no sabe como hacer que la gente se interese en su negocio de espiritismos. Un adolescente tímido que aunque tiene la capacidad de ayudar en este, no es muy bueno comunicándose. Y por último pero no menos importante, otro adoles...