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—Es un cliente de la agencia, bueno, no él, su asistente, un día hablamos y me dio su tarjeta, lo encontré el día de mi cumpleaños y como estaba sola, lo llamé y terminamos en un hotel y me lo hizo de una forma que...que ayer me orilló a volver a verlo. —

—¿Tan bien estuvo? —

—Bien es poco para describirlo, magnifico, Sadie, me hizo gritar, me hizo ver lucecitas, lo juro, sabía exactamente qué partes de mi cuerpo tocar y cómo hacerlo. —

—Felicidades amiga, pocas mujeres llegan a conocer y disfrutar del buen sexo. —

—Sí, pero, me asusta. —

—¿Por qué? —

—Porque me está creando una especie de necesidad que no es adecuada, entró fácil a mi vida y con esa facilidad puede salir de ella, y, ¿Qué haré después? —

—T/n, si vas a seguir con esto, te debe quedar muy claro algo, disfruta del momento sin pensar en el después, no te enganches, entiendo cómo te sientes después de experimentar lo que viviste y sientas esas ansias, a mí me pasó con Dylan y fue lo que me orilló a casarme con él, pero a veces me pregunto si eso es suficiente, si es lo único que tenemos en común, la verdad hablamos poco, así que mentalizate que es sexo y nada más, que durará lo que tenga que durar y que después podrás seguir con tu vida. —

—Tienes razón, además, creo que es casado, me dijo que no podíamos vernos el fin de semana. —

—Seguramente, te repito, disfruta los momentos con él y ya. —

—Pero, me siento mal por Leonardo, él no se merece algo así. —

—No es cuestión de merecer o no, reconozcamos que él tiene descuidada su relación, no es por intrigar, sabes que no me gusta pero, ¿No tendrá él a alguien más, también? Eso de trabajar casi veinticuatro por siete está raro. —

—No lo sé, no lo creo, él no es así...si Madeline te escuchara, ya se hubiera infartado. —

—Pero yo no lo tengo en un pedestal como ella. —

Sadie me sonrió sincera, mientras movía la cabeza y los ojos, había sido buena idea confiar en ella, me ayudó a liberarme de la carga que traía sobre mis hombros y creo que hasta mis ansias de estar con él disminuyeron un poco.

—Un consejo, métete al gimnasio, te ayudará a liberar energía. —

—No te burles. —

—No es burla, es enserio, podrás disminuir las ganas cuando no puedas verlo. —

Me quedé más tiempo del necesario en mi oficina, ya que Leonardo había ido a Chicago a cerrar un negocio y regresaría hasta el domingo, entonces recordé las palabras de Victoria, ¿Cabría la posibilidad de que él tuviera una amante? ¿Acaso por eso no quería tener relaciones conmigo? ¿Qué estaba pasando con nuestra relación? ¿Debía dejarlo? No, yo conocía a Alex mejor que eso y sabía que no sería capaz, claro que yo tampoco era capaz de enredarme con otro y justo era lo que estaba haciendo.

Llegué a mi departamento como a las nueve, me puse la pijama y me senté a ver televisión mientras me comía un tazon de cereales. Estaba cambiando de canal en canal y en uno había una escena erótica, parecía que todo estaba confabulando en mi contra o quizá sería que ahora prestaba más atención a esas cosas por lo alteradas que traía las hormonas. Me quedé viendo la escena hasta que terminó, en condiciones normales le hubiera cambiado pero ahora me dio morbo, sacudí la cabeza y decidí darme un baño.

Estaba parada debajo de la regadera y terminé de lavarme el cabello, pasé mi mano por mi cuello y no pude evitar pensar en él, "—Puedes acariciarte pensando en mí. —" Sólo con recordar su aterciopelada voz, mi cuerpo se excitaba, así que me dejé llevar. Bajé mi mano hasta mis senos y los acaricié pensando que era su mano, viendo su rostro en mi mente, reviviendo sus jadeos en mi oído. Dejé que mi mano viajara más abajo, acaricié mi abdomen de la forma en que él lo hacía y noté que estaba funcionando, estaba ya jadeando mientras sentía que el agua tibia acariciaba mi espalda. Me recargué en la pared y lo frío del azulejo hizo que arqueara un poco mi cuerpo y entonces comencé a acariciar mi parte más intima mientras me concentraba en él, en sus facciones llenas de placer, en sus labios besando los míos, en su tibio cuerpo moviéndose dentro del mío, era increíble la forma en que podía recordar todo y más increíble aún que mi cuerpo respondiera a esos recuerdos, abrí los labios y emití un gemido cuando sentí que terminaba, no había sido tan intenso como si hubiera estado con él, pero lo había disfrutado muchísimo más que en otras ocasiones.

El sábado me levanté a las nueve, después de desayunar, eché la ropa a la lavadora e hice todo el aseo del departamento a demasiada conciencia, a decir verdad, necesitaba estar lo más ocupada que se pudiera. Seguí el consejo de Sadie e hice un poco de ejercicio, por la noche vi una película cursi para evitarme malos pensamientos.

El domingo fui a casa de Madeline y estuve jugando un rato con Marian. Por la tarde me llamó Leonardo y fuimos al cine. Vimos una película de acción, se me ocurrieron un par de cosas poco decentes mientras estaba en la sala abrazada a él, pero lo vi tan concentrado en la pantalla que preferí no intentar nada, se estaba divirtiendo y con eso me conformaba, al menos, no estaba pensando en sus negocios en ese momento. Cenamos hamburguesas y después me llevó a mi casa, me despedí en el coche sin invitarlo a subir al departamento, estaba muy cansada y él tampoco se veía muy interesando en acompañarme, quizá Sadie tenía razón en eso de la amante y extrañamente deseé que fuera verdad, eso disminuiría un poco mi culpa.

Al fin era lunes y el día se me estaba haciendo eterno, cada media hora estaba tentada a marcarle a aquel desconocido, pero él había sido muy específico en el horario, así que esperé hasta que fueran las siete y quince de la tarde. Dudé un momento con el celular en la mano, pero, qué más daba lo que pensara de mí, no sabía quién era yo en realidad, creo que con él me transformaba en otra persona, así que con el corazón latiendo a toda prisa y con las manos temblorosas le marqué.

—Hola. —Respondió con esa voz que me encantaba.

—¿Estás libre esta noche? — Dije otra vez con todo sensual.

—Sí, misma hora, mismo lugar. —

—Vale, ahí te veo. —

Y ahora fui yo la primera en colgar. Tomé mi bolso y mi abrigo del respaldo del asiento, entonces pensé en irme a cambiar de ropa, traía un traje de sastre que no lucía muy seductor que digamos, pero terminé sin hacerlo, suspiré y me fui al conocido hotel.

Eran las ocho y veinticinco y no había señas de él, resoplé y me dirigí a la salida, iba a mitad del lobby cuando lo vi entrar y mi corazón se aceleró de inmediato, jamás me imaginé que una persona pudiera alterarme de tal manera. Me sonrió seductoramente y en cuanto estuvo a mi lado me ofreció su brazo.

—Disculpa la tardanza, tuve un contratiempo. —

—Entiendo. — Estaba aprendiendo a hablar poco con él.

Llegamos a la reconocida habitación, dejé mi bolso sobre la mesa y sentí como me abrazaba por atrás y pegaba su cuerpo al mío. Me besó el cuello mientras sus manos acariciaban mis senos por encima de la blusa. Me quitó el abrigo y me volteó, me miró con fuego en los ojos, en ellos había el mismo deseo que en los míos, me besó apasionadamente en tanto acariciaba mis glúteos y me pegaba a su cuerpo que ya estaba respondiendo a la pasión que nos consumía, yo lo sujetaba fuertemente por la espalda, para evitar que se me escapara, subió besando mi cuello, succionó el lóbulo de mi oreja y lo mordisqueó un poco, exhalando su tibio aliento.

—¿Hiciste lo que te sugerí? — Preguntó bajando su dedo por mi columna.

—Sí. — Exclamé con un hilo de voz.

—Demuéstrame cómo lo hiciste. — Susurró después de lamer mi oído.

—¿Qué? — Pregunté contrariada separándome un poco de él para mirarlo.

—Quiero que te toques para mí. — Solicitó con una seductora mirada.

𝐌𝐢 𝐀𝐫𝐝𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐓𝐞𝐧𝐭𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora