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Empujó fuertemente una puerta y salimos a la parte trasera del bar, había varios contenedores de basura y una luz que parpadeaba casi a punto de extinguirse. Me acorraló contra la pared y me besó ansiosamente en tanto yo ponía mis manos sobre sus nalgas y la pegaba más a mi cuerpo, si es que eso era posible. Rompió el beso y se dirigió a mi cuello que lamió y mordisqueó a su antojo mientras yo le deshacía el nudo de la blusa y la dejaba caer, sosteniéndose únicamente de la cintura, enterré mi boca en sus senos y me los comí, lengüeteando y mordiendo sus duros pezones, ella gemía y con una mano me acariciaba el miembro encima del pantalón, con gran habilidad lo desabrochó y liberó mi dureza de su prisión.

Vi como se hincaba y se lo llevaba a la boca introduciéndoselo de una vez, yo gemí sin poder evitarlo, era una sensación demasiado placentera, ella sabía hacerlo muy bien y me miraba con lujuria haciéndose dueña de mi erección que recorría sin parar, yo tenía mis manos en sus cabellos, el contacto visual volvía más perversa y excitante la situación. Se detuvo justo en el momento preciso y rápidamente desabrochó su pantalón y lo bajó a la altura de sus rodillas mientras yo me ponía el condón.

Me dio la espalda y se agachó un poco, coloqué la punta de mi miembro en la entrada de su sexo y entré de un tirón, ella soltó un gritito y echó su cabeza hacia atrás y con una mano rodeó mi cuello en tanto yo embestía en ella con fuerza apretando sus senos. Gemía en su oído y ella se movía junto conmigo logrando un roce delicioso. Me soltó el cuello y puso ambas manos sobre sus rodillas, yo la tomé por la cintura y seguí entrando y saliendo de su cuerpo con rapidez hasta que instantes después un grito escapó de su boca indicándome que había llegado al orgasmo, di unas estocadas más y yo llegué también.

Nos acomodamos las ropas en silencio, no sé porqué, pero no quería mirarla.

Me acerqué a uno de los contenedores y tire el condón, ella me abrazó por atrás y metió una tarjeta al bolsillo de mi pantalón

—Me llamo Jess, llámame cuando quieras, me encantaste. — Dijo en mi oído y me dio un mordisco en el lóbulo.

Entró de nuevo al bar y yo me quedé ahí parado unos minutos, saqué la tarjeta y la leí, era doctora, sonreí, sabía diagnosticar bien a sus pacientes y darles la cura que necesitaban. Rompí en dos la tarjeta y la tiré, no me interesaba volver a verla.

Regresé a la mesa y Juliet me miró con reproche, yo la ignoré y me tomé el tequila, cuando pasó el mesero le pedí otro y así seguí hasta que perdí la cuenta de los que me bebí hasta que, de pronto, todo me empezó a dar vueltas, estaba en un estado medio, entre la conciencia y la inconsciencia, casi no sentía mi cuerpo y el piso mucho menos, estaba logrando olvidarme de mi patética vida amorosa, tenía años cerrándome a ese tema y cuando alguien, sin que yo pudiera evitarlo, hizo una pequeña abertura resultó que no valía la pena, merecido me lo tenía por haber jugado con otras mujeres.

No supe como salí de ahí ni mucho menos como hizo Juliet para meterme a su departamento, vivía en un tercer piso y en su edificio no había ascensores. Cuando estuve vagamente consciente de mí, estaba en el baño, entonces ella me llevó a la bañera y abrió el agua fría mientras me regañaba peor que mi madre, yo ni le entendía lo que decía y mi cuerpo empezó a temblar.

—Juliet no seas cruel, me va a dar pulmonía. — Dije entre castañeos de mis dientes.

—Pues, a ver si con eso se te baja la tremenda borrachera que traes, no puedo creerlo Aidan, ni cuando eras adolescente te pusiste así. —

Empezó a desabrocharme la camisa y la detuve mirándola con pánico, no sabía porqué, pero siempre me había dado vergüenza que me viera desnudo.

—Ay, no te voy a violar, cálmate, además ni que fueras el primer hombre que vaya a ver desnudo, tienes lo mismo que todos. —

—Yo puedo solo. —

—Está bien, arréglatelas como puedas, todavía de que me preocupo por ti, voy por algo de ropa, ahí hay una toalla. — Me señaló.

Cuando Juliet salió del baño abrí un poco el agua caliente y me desnudé, me quedé varios minutos ahí parado, sintiendo el agua tibia recorrer mi cuerpo. Luego de un rato cerré la llave, me sequé y salí con la toalla enredada en la cintura, sentía la cabeza pesadísima, con si trajera un peso encima y aún estaba mareado, en la cama vi un pantalones y unos bóxers.

—Eran de mi ex, creo que te quedarán bien. — Explicó Juliet.

—Gracias. —

—Tómate el café que te dejé en la mesa de noche. —

—No quiero, necesito dormir. —

—Pues tómatelo antes de dormir, dios, Aidan, ¿Qué rayos te pasa? —

—¿Quieres dejar de regañarme ya? Por favor. —

Le di unos sorbos al café, me supo horrible y no me lo terminé, me acosté en la cama y sentía que se movía, cuando Juliet se acostó yo sentí que me hundía, cerré los ojos y después de un rato me quedé dormido.

Cuando desperté una terrible sed me inundaba, tenía seca hasta la garganta y un ardor horrible en el esófago y ni qué decir del dolor de cabeza, parecía que me iba a estallar en cualquier instante, me enderecé y todo me dio vueltas, no pude levantarme y volví a acostarme en la cama.

—Buenos días. — Dijo Juliet entrando a la habitación con una bandeja en las manos.

—¿Qué tienen de buenos? Me siento fatal. —

—Y cómo no, con todo el tequila que te tomaste anoche, siéntate, necesitas comer algo. —

—No tengo hambre, muero de sed. —

—Lo sé, lo sé, ya te traigo algo que te aliviará. —

Con dificultad me enderecé y Juliet puso la bandeja en mis piernas, ella tan atenta como siempre, ayudándome y rescatándome cada que lo necesitaba. Vi que echó dos pastillas en un vaso medio lleno de agua y éste empezó a burbujear, me lo tomé de un solo trago y después me bebí todo el vaso de jugo de naranja y comencé a comerme la fruta, poco a poco, ella se sentó frente a mí.

𝐌𝐢 𝐀𝐫𝐝𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐓𝐞𝐧𝐭𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora