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Sonrió de forma traviesa y soltó mis manos para desabrochar finalmente el pantalón y liberar mi miembro que sentía punzar. Se lamió los labios al verlo y lo tomó con una mano, comenzó a deslizarla hacia arriba y hacia abajo, acariciando la punta con la yema de sus dedos, lo que provocó que mis gemidos se intensificaran, sentí su cálida lengua recorrerlo a todo lo largo sin dejar de acariciarlo con su mano, entonces no pude evitar tomar su cabeza entre mis manos, comprendió mi movimiento y lo próximo que sentí fue su boca absorbiendo mi erección, el grito de placer no se hizo esperar y ella continuó devorándome de una manera exquisita, acariciandome a la par, proporcionándome un mayor placer, yo no podía parar de gemir ante lo que me estaba haciendo y llegó un momento en el que ya no pude controlarme y comencé a mover mi pelvis para conseguir aún más placer, de pronto sentí que estaba a punto de llegar y se lo hice saber a ella que retiró su cara y siguió acariciandome hasta que terminé.

—Te amo Aidan. — Exclamó y me besó en los labios.

—Yo también te amo, no tenías que haber hecho esto. —

—Sí tenía, sé que no me engañarías, pero tampoco debo orillarte a hacerlo. —

—Ilusa, ya te dije que mi cuerpo no responde a otras. —

—No debo tentar a la suerte, te quiero sólo para mí. —

—Ya me tienes. —

—Y debo de dar gracias y cuidarte, voy a lavarme las manos. —

Esa noche me quedé a dormir de nuevo con ella, el domingo no salimos, la ayudé a recoger el departamento mientras ella lavaba la ropa, comimos sandwiches y por la tarde le conté más de mi historia, se sorprendió de la solidaridad de Juliet y se avergonzó por pensar mal de ella, la emoción la embargó cuando me escuchó decir lo de la diferencia entre el sexo y hacer el amor así que me besó apasionadamente.

Esa noche sí me fui a mi departamento porque al día siguiente tenía una junta muy temprano, pero no pude dormir bien porque la garganta me empezó a arder, la lluvia hizo estragos en mí y me dio una fuerte gripa, t/n me estuvo cuidando y también cayó enferma, esos días terminé de contarle mi historia, al fin ya lo sabía todo, se habían acabado las mentiras y lo único que restaba era seguir viviendo el día a día juntos.

Finalmente ambos estábamos sanos, así que prepararía algo muy especial para pasar la noche después de tantos días de abstinencia, sólo esperaba que ella tuviera las suficientes fuerzas para aguantarme el ritmo.

Abrí la puerta del departamento y me topé con Juliet, quien de inmediato se rió al verme con el delantal puesto, yo la miré serio y cambió su expresión, me dio un beso en la mejilla y entró.

—Que rico huele, ¿Qué preparas? — Preguntó mientras cerraba la puerta.

—Ravioles entre otras cosas. — Dije serio.

—¿Para qué quieres tantas rosas? — Inquirió al mirar los cinco enormes ramos que estaban sobre la mesa. — Ah ya sé, t/n, ¿Aún no te perdona? —

—Si no te hubieras desaparecido tanto tiempo ya sabrías esa respuesta. — Respondí caminando a la cocina.

—Uy, disculpame por tener una vida,  que humorcito, todavía te tiene a dieta, ¿Verdad? —

—¿Hasta cuándo pensabas decirme que tú estás saliendo con Leonardo? — Pregunté ignorando su comentario.

—¿Cómo sabes eso? — Exclamó extrañada.

—Porque hace varios días los vimos en el cine, pero estaban tan acaramelados que ni cuenta se dieron que t/n y yo estábamos ahí. —

—Esto era lo que quería evitar, tus reclamos, quería que estuvieras listo para comprender la situación. —

𝐌𝐢 𝐀𝐫𝐝𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐓𝐞𝐧𝐭𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora