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Los minutos pasaban lentamente, cada que detenían el reloj en el juego mi corazón se detenía porque eso extendía la agonía de estar ahí, a tan sólo un asiento de distancia. Estaba a punto de pedirle a Leonardo que nos fuéramos, pero la parte masoquista de mí no quería irse, lo más probable es que fuera la última vez que lo viera y quería guardar esos recuerdos, su sonrisa natural, tan encantadora como la retorcida, sus gritos por la emoción del partido, era un chico normal, que disfrutaba de la vida.

Cuando los Gigantes anotaban, Juliet lo abrazaba emocionada, se sentía una conexión especial entre ellos y por un momento deseé ser ella, yo conocía al amante, pero ella conocía al hombre y era afortunada por eso, no estaba limitada a ninguna regla y disfrutaba de ambas facetas, la sonrisa en su rostro me lo demostraba y yo sabía perfectamente lo que Aidan te hacía sentir en la cama. Sentí que iba a romper en llanto y fui al baño otra vez.

Me mojé de nuevo la cara, no podía llorar, no debía, había sido una aventura que no podía tener un final feliz, quise jugar con fuego y me quemé, ¿Por qué me afectaba tanto que tuviera novia?, yo tenía a Leonardo y a Aidan parecía no importarle, estábamos bajo las mismas condiciones, "—La vida es un equilibrio y no podemos ir en contra de eso. —" ¿Acaso a esto se refería? ¿Él y yo estábamos buscando un equilibrio en nuestras vidas amorosas? Suspiré apoyada en el lavabo, después salí del baño y me acerqué a la mesa a servirme otro jugo.

—¿Disfrutando del partido? — Susurró en mi oído erizando mi piel, pero, ¿Qué pretendía?

—No tanto como tú. — Respondí sin mirarlo tratando de calmar los latidos de mi corazón.

—¿No te emociona tanto porque tu novio no está en el terreno de juego? —  Volteé a verlo más que sorprendida. — Él me contó que jugaba cuando iba en la escuela. —

—¿De dónde lo conoces? supongo que dadas las circunstancias te puedo preguntar lo que quiera. — Dije dándome la vuelta para enfrentarlo, pero dejé una mano en la mesa y la otra me la puse en la cintura.

—Hace un par de semanas cerramos un negocio. — Dijo sonriendo, quizá por mi comentario anterior. — Por cierto, es muy talentoso con los números...y ya veo que para otra cosa también. — Agregó poniendo su mano en la mesa y rozando la mía, pero yo la retiré nerviosa.

—¿Por qué me llamaste en la tarde? No me digas que no sabías que vendrías aquí. —

—No pensaba hacerlo. — Puso su pie pegado al mío. — Pero, en vista de que no estabas disponible, no tuve otra opción, jamás me imaginé que tu compromiso fuera este. —

—La vida es un equilibrio. — Dije irónicamente. — No me la paso teniendo sexo todo el día. — Agregué un tanto seria.

—Yo tampoco. — Dijo muy sonriente. — Aunque...con cierta "desconocida" de ojos color cafés con la que estuve toda la noche del viernes... — Se acercó a mi oído. — Sí podría. — Agregó en tono sensual disparando todos mis sentidos.

—Basta de juegos...eso no puede continuar, tus reglas están rotas. — Aseguré haciéndome para atrás.

—En ese caso...disfruta de este otro juego. — Soltó una risita. — Es decir, del partido. — Me guiñó un ojo y luego caminó hacia su lugar.

Yo me quedé ahí parada, sosteniéndome del filo de la mesa, tratando de regular mi respiración, ¿Qué se traía entre manos? Cómo podía ser tan cínico de coquetearme de esa manera cuando su novia estaba ahí y además Leonardo, ¿Acaso no le importaba que se dieran cuenta? ¿Ahora ese era su juego? Moví la cabeza y me fui a mi lugar.

El partido terminó, ganaron los Gigantes y Juliet propuso ir a cenar, para celebrar, pero yo les dije que me dolía la cabeza y que mañana tenía que estar muy temprano en la oficina para armar una nueva campaña.

𝐌𝐢 𝐀𝐫𝐝𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐓𝐞𝐧𝐭𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora