CAPÍTULO CUATRO

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Fue una suerte que mejorará de la fiebre invernal después de tres semanas. Unos lo aludían a las medicinas del maestre Gerardys que había llegado de Rocadragón por pedido de la Reina para enfocarse exclusivamente en su salud y en todo lo que tuviera que ver con el de ahora en adelante, otros a los baños de hierbas y sales que le daban diariamente los sirvientes gracias a los Velaryon y sus medicinas ancestrales, otros a los cuidados de la misma Alicent.

Él tenía claro que su mejora había sido una mezcla de las tres, aunado al amor que Alicent ponía en cada abrazo y paño colocado en su frente. El amor de su amada madre Rhaenyra jamás lo olvidaría, pero como un omega huérfano de padre y madre le hacía falta ese amor cálido que sólo sus progenitores podían darle y que sólo lo estaba marchitando poco a poco.

Ahora se sentía mejor, podía levantarse de la cama y dar paseos suficientes para sentirse un poco más saludable y no tan débil ante el frío del invierno de Desembarco. Incluso se había atrevido a salir al Arciano a caminar y llenarse del aire húmedo que la nieve provocaba y no había caído enfermo por la fiebre o la tos.

A pesar de sus pérdidas se sentía mejor ahora que desde antes de su fiebre, el tener a Helaena, Alicent y sus pequeños hermanos e incluso sus abuelos como apoyo habían hecho mucho por mejorar su salud pero no sus nervios; simplemente con cada día que pasaba el momento de su matrimonio y la coronación se acercaban, y con él la incomodidad de la noche de bodas y su obligación de abrir sus piernas siempre que Aemond quisiera para asegurar al menos un heredero.

Suspiró profundamente en un intento de calmar su inquieta mente, y sonrió al reconocer el aroma de su tía Heleana, más feliz de lo que había estado alguna vez antes de que Aegon muriera; ni siquiera su estado de Princesa viuda la entristecía, ahora sólo se enfocaba en sus pequeños hijos.

—Querida tía, ¿que te trae al bosque de los dioses en esta fría mañana de invierno? —preguntó dándose la vuelta para mirarla, tomando su pesada capa con sus manos para ayudarse mejor; había sido un regalo de su abuela Rhaenys, y era una de sus favoritas.

—Te buscaba, querido sobrino. Mi hermano Daeron está por llegar. Madre quiere que lo recibamos en pozo dragón, además, sería bueno para ti ver a Arrax también. Seguramente te extraña —dijo con una sonrisa suave mientras se acercaba a él, contenta de verlo de pie y mejor.

—Oh bueno... ¿Es buena idea que yo vaya? No he visto a mi tío Daeron en años. Él se fue cuando yo tenía tres —expresó con suavidad sin saber si era una buena idea, o si dicho Príncipe le guardaba rencor por haberle sacado el ojo a su hermano, el próximo Rey de Poniente.

-Lo es, sobrino. No te hará nada, de hecho estará feliz de ver a la familia recibirlo. Hemos perdido a muchos de los nuestros en poco tiempo. Debemos estar más unidos que nunca —comentó de casualidad levantando su mano enguantada para quitar un par de copos de nieve que había caído en el cabello de Lucerys. Era como un pequeño ángel omega, digno de ser llamado "la delicia del Reino" al igual que su fallecida hermana.

—Entonces estaré feliz de acompañarlas a ambas a pozo dragón... y para serte completamente sinceros extraño a Arrax —confesó bajando la cabeza avergonzado.

—Oh no, no te avergüences por eso. Entiendo tu sentimiento, Luke. Estuve encerrada en la Fortaleza por años, sin poder tocar a Fuegosueño. Estoy segura de que Arrax se siente igual que tú y también te extraña. No te preocupes por eso... incluso Aemond extraña a Vhagar. Sabes mejor que yo que el vínculo que compartimos con nuestros dragones es único —tranquilizó la joven con un par de caricias amorosas al cabello del omega antes de tomar su mano para guiarlos a ambos dentro—. Ya hay un carruaje esperándonos para partir, vamos pequeño lucero.

Sentencia de matrimonio (Lucemond/Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora