CAPÍTULO VEINTIUNO

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Para los soldados no era una sorpresa que el Rey Lucerys estuviera en el lugar con la intención de acompañar a su esposo en la batalla que muy posiblemente se desataría en poco tiempo. Todos los que allí estaban eran testigos de las largas horas que la pareja solía pasar en el campo de entrenamiento luego del consejo y pasar tiempo con los Príncipes. Aemond era un espadachín experto pues llevaba entrenando desde niño cuando perdió su ojo y Luke había comenzado hacía poco tiempo, pero, aun así, estaban seguro de que en una batalla podía defenderse bien sin la ayuda de nadie a pesar de ser omega.

Todos hicieron reverencias cuando el Rey pasó entre ellos abriéndose camino y Lucerys les sonrió con amabilidad, como si les agradeciera en silencio por estar al lado de Aemond y protegerlo aun a costa de sus vidas. El Rey había aprendido a ganarse el cariño de todos con su amabilidad y generosidad, incluso había hecho uso de las arcas de los Targaryen para mejorar las condiciones en las que los soldados vivían dentro del castillo y se preocupó porque nadie abusara de tener un puesto mayor sobre ellos.

Era un rey digno de admiración y respeto.

Luke se acercó hasta Aemond y ni siquiera prestó atención a la mueca de molestia de Ser Criston y Otto por su presencia, lo único en que podía pensar era que en que estaba en el lugar que le correspondía: al lado de su esposo.

—Estoy aquí, esposo, para ayudarte en esta guerra —Dijo con firmeza. No alfa. No Rey. Esposo. Dejando en claro para todos con sus palabras que estaba allí como el igual de Aemond, no como la damisela en apuros que muchos de ellos habían creído que era.

—Supongo que mis palabras no fueron lo suficientemente fuertes para convencerte de quedarte en el castillo —dijo Aemond mientras daba unos pasos hacia adelante y tomaba la mano de su omega. Luke negó.

—Lo intenté, pero no pude hacerlo. Amo a mis hijos, pero mi lugar está aquí, a tú lado, luchando contigo y protegiéndote —respondió con seguridad.

Aemond sabía que para Luke, al igual que para él, dejar a sus hijos no había sido sencillo, pero estaban haciendo esto todo por ellos, para que pudieran vivir en paz sin el temor de un día ser atacados y verse en la necesidad de abandonar su vida como la conocían. Quizás estaba siendo egoísta, pero su alfa se sentía orgulloso y más acompañado que nunca al tener a su omega y compañero a su lado para enfrentar lo que sea que los dioses tenían preparado para ellos.

—A pesar de que te pedí que no vinieras estoy agradecido de que estés aquí —susurró mientras besaba la mejilla del omega mientras sonreía. Aemond no solía dar muestras públicas de su cariño hacía él y que ahora lo estuviera haciendo le hacía saber cuán importante era para su esposo—. Vamos, debes saber lo que está ocurriendo.

Sin esperar respuesta de nadie ambos entraron a la tienda que se había montado con la mesa donde estaba desplegado el mapa con cara región de los Peldaños de Piedra. Aemond le comentó lo que creía que estaba pasando y la manera en que podría atacar para acabar con todo ellos y Luke pensó que era una buena opción.

—Su Majestad, no podemos poner en peligro sus vidas y la de los dragones que están en nuestro poder —interrumpió Otto.

—¿Qué propones? —preguntó Aemond, no estaba en sus planes perder a sus dragones bajo ninguna circunstancia.

—Propongo utilizar un señuelo, enviar un grupo de soldados al lugar donde se produjo el ataque más reciente antes que a cualquier dragón. Estoy seguro de que al percibir su presencia los piratas se dejarán ver y podremos acabar con ellos más fácilmente—dijo Lord Mano. Lucerys frunció el ceño y apretó los puños con fuerza.

Sentencia de matrimonio (Lucemond/Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora