CAPÍTULO VEINTIOCHO

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Se acercaba el día del nombre número siete para su hija mayor y heredera y era hora de comprometerla. Lucerys y Aemond no habían pensado mucho en quién sería el esposo de su hija cuando está celebrará sus seis y diez años, estaba claro para ellos que Jaehaerys debía serlo, sólo había que verlos jugar, leer y volar juntos, eran el uno para el otro, prácticamente almas gemelas.

En ese momento estaban en el despacho del Rey finalizando el acuerdo que pasarían a Helaena como madre del futuro prometido para que leyera y firmara, aunque ella confiara plenamente en ellos, después de todo habían hablado primero con ella y había estado de acuerdo en darles la mano de su hijo mayor en matrimonio, después de todo, Jaehaerys también era sangre de dragón e inevitablemente se había enamorado desde que era un niño de Daenyra, ella también podía verlo

—Padre, ¿enviaste por mí? —preguntó Daenyra entrando al despacho luego de haber tocado la puerta delicadamente. Venía con su ceño fruncido y su vestimenta para montar, no le gustaba que interrumpieran su vuelo con Caraxes a menos de que fuera importante.

—Así es, dulce niña. Ven, siéntate con nosotros, hay algo que debemos decirte, algo importante y crucial para tu futuro —dijo Lucerys con cariño señalando la pequeña salita al lado del escritorio del rey para que los tres pudieran dialogar como iguales, aunque lo que estaban por decirle fuera una orden real de cumplimiento obligatorio. Daenyra conocía sus deberes como heredera de la corona, pero no por eso ambos iban a hablarle como si fueran sus monarcas, eran sus padres por encima de todo.

—¿Sucedió algo, Kepa? —preguntó la niña con extrañeza viendo cómo ambos dejaban el sello de sus anillos sobre un pergamino real antes de levantarse de su escritorio para ir con ella. Sabía que era un documento oficial, no todos los días ambos Reyes colocaban su firma y su sello en un papel cualquiera.

—No cariño, no sucedió nada, no nada malo. Pero como dijo tu padre, debemos hablar contigo de algo importante para tu futuro y el futuro del Reino —aclaró Aemond con una suave sonrisa sentándose al frente de ella mientras Lucerys tomaba su lado—. Es bien sabido para ti desde que tienes entendimiento pleno de lo que te rodea de que algún día tendrás que casarte y engendrar un heredero para la corona, ¿no es así?

—Sí padre, conozco mi deber. —Asintió la pequeña con seriedad.

—Entonces también debes conocer que es nuestra obligación encontrar una pareja para ti. Alguien adecuado que te acompañe en el duro camino del deber que es portar la corona de un Reino tan grande como el nuestro, de la misma manera que yo he acompañado a tu padre todos estos años, Donna —expresó Lucerys con dulzura, sabiendo que se acercaba un conflicto con su hija cuando la vio tensarse en su sitio y apretar la tela de su abrigo bajo sus pequeños dedos.

—Han escogido una pareja para mí, ¿no es así? —gruñó Daenyra con la furia comenzando a bullir dentro de su pecho como lava hirviendo—. Sólo tengo seis años, padre. Cumpliré apenas siete en una semana, ¿porque escoger un prometido tan temprano en mi vida?

—Porque queremos asegurarnos de que sea el adecuado para ti y que ambos comiencen a entenderse como un dúo, hija —explicó Lucerys con calma, sin sorprenderse en lo más mínimo cuando Daenyra se puso de pie completamente tensa, mirándolos a ambos con ira.

—No. No aceptaré un compromiso con un desconocido —replicó comenzando a caminar hacia la puerta dispuesta a irse de allí—. No dejaré que me vendan como una yegua al mejor postor para obtener un buen trato

—Daenyra... —llamó Aemond como una advertencia al escucharla sin mirarla, su tono era frío e inquebrantable. No iba a permitir que Daenyra hiciera una rabieta. No al menos hasta escuchar todo lo que ambos tenían para decirle.

Sentencia de matrimonio (Lucemond/Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora