CAPÍTULO TRES

3.9K 373 88
                                    



El regreso a Desembarco del Rey fue en completo silencio. Helaena se mantenía con la mirada firme hacia adelante mientras se sujetaba con fuerza a su montura. Aemond bufó, claramente su hermana mayor no tenía deseos de hablar con él. No comprendía su molestia, era él quien debería estarlo. La idea de salir del castillo había sido de Lucerys y ahora estaba pagando las consecuencias. Aemond podía sentir su aliento caliente a través de su capa, su aroma a enfermedad le hacía fruncir el ceño de disgusto y en lo único que pensaba era en llegar para deshacerse de él, su acto de bondad de hacía unas horas se esfumó en cuanto recordó que el omega lo había desobedecido.

Cuando descendieron en pozo dragón subieron rápidamente al carruaje, Lucerys quedó en medio de ambos hermanos, aun inconsciente. Tenía las mejillas sonrojadas y de sus labios se escuchaban débiles quejidos. Helaena puso una mano en la frente de su sobrino y sus labios se torcieron en una mueca de preocupación.

—Está ardiendo, su fiebre no hace más que subir —susurró ella. Aemond bufó y se cruzó de brazos.

—Alguien se ocupará de él en cuanto lleguemos a la Fortaleza Roja —le dijo. Lo único que le importaba en ese momento era estar lo más lejos posible del omega y su aroma desagradable.

—¿En qué te estás convirtiendo, Aemond? —respondió su hermana. Pero él no respondió y ella tampoco volvió a hablar, se concentró en Lucerys y en susurrarle palabras dulces.

Cuando llegaron al castillo fueron recibidos por los soldados y Aemond rápidamente dio instrucciones de que llevaran a Lucerys a su habitación y llamaran un maestre para que se ocupara de la salud del Príncipe, lo último que necesitaba Aemond era que su sobrino se muriera antes de que estuvieran casados, eso sólo significaría tener que buscar a alguien más y, francamente esa idea le desagradaba. Uno de los guardias tomó a Luke en brazos y seguido por Helaena entraron al castillo para cumplir con la petición del futuro rey. El alfa de Aemond rugió en su interior y por primera vez se dejó dominar por él, así que los siguió unos pasos detrás.

Las sirvientas fueron las encargadas de quitarle la ropa a Lucerys y vestirlo con algo más cómodo para luego cubrirlo con gruesas mantas, esa fue la primera vez que Helaena vio la verdadera condición de su sobrino y tuvo deseos de llorar: el omega estaba casi en los huesos, ¿en qué momento dejó de alimentarse? No podía evitar sentirse culpable al no darse cuenta, estaba claro en las prendas holgadas que siempre usaba, pero que ella no tuvo en cuenta hasta ese momento. La omega se giró y miró a su hermano, Aemond se había quedado de pie en la puerta y, al igual que ella, presenció todo. Apretó los puños con fuerza y observó a Lucerys, el omega se retorcía en la cama y jadeaba de dolor. Sin poder soportarlo Aemond se alejó del lugar y decidió ir hacia la sala del trono.

Observó el trono de hierro, ese que en poco tiempo sería suyo, ¿realmente estaba listo para ser Rey? Tenía muchas dudas, pero era el único que podía hacerlo, no había nadie más en la línea de sucesión.

—Escuché que el Príncipe Lucerys está enfermo —salió de sus pensamientos cuando escuchó la voz de su abuelo. Otto acaba de entrar y sonriendo caminó hacia él con las manos detrás de su espalda—. Esperemos que su salud resista, al menos hasta que pueda darte un heredero —comentó con frialdad. Aemond frunció el ceño.

—Estás hablando de una persona, abuelo, no es una incubadora —él mismo se sorprendió de sus palabras. El beta hizo una mueca, claramente también sorprendido.

—Así es como deberías verlo, querido nieto —le dijo acercándose un poco más y levantando su mano la acercó hasta el parche que Aemond usaba—. ¿Crees que él necesita misericordia después de lo que te hizo? —preguntó—. No, yo no lo creo. Cuando esto sucedió todos te acusaron como si fueras un criminal, cuando tú fuiste la víctima. Lucerys Velaryon no debe ser para ti más que el omega que llevará en su vientre a tu heredero —le recordó con dureza—. Él no merece nada más de ti que tu desprecio por lo que te hizo, ¿acaso has olvidado las humillaciones y todo lo que sufriste luego de lo que te hizo?

Sentencia de matrimonio (Lucemond/Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora