CAPÍTULO TRECE

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Lucerys había visto a su madre estar embarazada cuatro veces. Solía admirar como su vientre crecía con el paso del tiempo y siempre le hacía preguntas que Rhaenyra respondía con sonrisa mientras acariciaba sus cabellos, incluso en alguna oportunidad Luke apoyaba la cabeza en su vientre y podía sentir uno que otro movimiento de sus hermanos. Luke suspiró ante los recuerdos mientras acariciaba su vientre que ya comenzaba a notarse.

Hacía poco más de dos semanas había cumplido los cuatro meses y si no usaba la ropa adecuada la pequeña curva ya era perceptible para muchos. En esos momentos era cuando más extrañaba a su madre, estaba seguro de que ella tendría tantos buenos consejos para los cambios que estaba experimentando. Estaba agradecido por la compañía de Alicent y Helaena, pero simplemente no era lo mismo. Aun así, guardaba silencio sobre sus pensamientos pues no quería lastimarlas.

—¿En qué piensas? —la voz de Daeron lo sacó de sus pensamientos.

Volteó la mirada y le sonrió al alfa. Como su escudo jurado, el alfa permanecía a su lado todo el tiempo en que Aemond no podía hacerlo y ese día era uno de esos. Aemond, debido a sus responsabilidades como Rey, había tenido que viajar y llevaba dos días fuera de la Fortaleza Roja, Lucerys lo extrañaba como si llevaran años sin verse. El alfa le envió una nota con un cuervo prometiendo regresar al día siguiente después del mediodía.

—En madre —le confesó—. En lo mucho que me gustaría tenerla aquí —susurró apoyando una mano en su vientre—. Sabes que tengo un cariño especial por la Reina y tía Helaena, pero...

—Pero ellas no son Rhaenyra —interrumpió el alfa—. Te entiendo. Viví muchos años lejos de casa y, aunque tuve a muchas personas preocupadas por mi bienestar, siempre deseé estar con madre —dijo Daeron con una sonrisa—. Lo que trato de decir es que está bien que la extrañes, el cariño de una madre es irremplazable. Pero siempre recuerda que aquí muchos te queremos. —Sonrió el alfa. Luke sintió sus ojos escocer, estúpidas hormonas, pensó. El último mes lloraba o se molestaba por cualquier circunstancia e incluso había llevado a Aemond a límites que cualquier otro alfa no soportaría, el alfa sencillamente respiraba profundamente y se llenaba de paciencia cuando las lágrimas inevitablemente aparecían luego de hacer lo que denominaba, para sí mismo, una rabieta del embarazo. El maestre Gerardys le había explicado que era normal y que seguramente tendría otros cambios no sólo psicológicos en los siguientes meses.

—Daeron, ¿por qué me escogiste a mí? ¿Por qué preocuparte tanto por alguien con quien nunca tuviste demasiado contacto? —se atrevió a preguntar luego de pensarlo mucho, eran dudas que,desde el día en que el alfa le ofreció su espada, rondaban su cabeza. Daeron sonrió y con cariño se acercó a él para acomodar un rizo detrás de su oreja.

—Porque las flores hermosas no deben marchitarse —fue lo único que dijo el alfa y Lucerys sonrió.

—Gracias —susurró. Daeron asintió.

—De nada. Ahora regresemos adentro. Seguramente Layla ya está esperándote con tu té y bocadillos. —El alfa enarcó una ceja en un gesto divertido que hizo sonrojar a Lucerys. Ambos regresaron al interior del castillo entre bromas de parte de Daeron y lloriqueos de Luke para que dejara de molestarlo.

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Lucerys suspiró mientras saboreaba la cuarta tarta dulce con relleno de crema de limón, era simplemente deliciosa y él no podía dejar de comerlas. El té de hierbas ayudaba a contrarrestar el dulzor de los bocadillos por su falta de azúcar y un leve sabor que para muchos podría ser amargo pero que para él resultaba perfecto.

Sentencia de matrimonio (Lucemond/Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora