CAPÍTULO VEINTE

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Resopló colocando el collar de su madre alrededor de su cuello luego de no poderse decidir cuál utilizar, era como un omega noble caprichoso que no encontraba en todas sus joyas algo lo suficientemente hermoso para ponerse.

—¿Caprichoso de nuevo Hūra? —preguntó Aemond con diversión acomodando su jubón luego de que Leyla fuera a buscar otro joyero de Lucerys al ver como su esposo no podía decidirse por ninguna joya en particular y terminar, como casi siempre, con el collar que su madre le había regalado hacía tantos años.

—Cállate Aemond...—masculló con hartazgo hacia su esposo y alfa que encontraba diversión en su dilema como siempre.

—Se ve esplendoroso como siempre, Majestad. Si me deja decírselo a Lord Joffrey le alegrará que lo reciba con un recuerdo de la Reina Rhaenyra —dijo Leyla con suavidad recogiendo todas joyas, cremas y aceites de la habitación para dejarla tan impecable como siempre.

—Leyla tiene razón, Majestad. Creo que para esta ocasión no hay mejor joya dentro de su colección que el collar de su madre; hace lunas que no se ven, creo que el verlo saludable y con este recuerdo colgando de su cuello lo hará muy feliz. —Estuvo de acuerdo Jeyne mientras trenzaba el cabello de su Rey para dejarlo a juego con el de Aemond ya que ambos, en honor a su herencia Targaryen y Velaryon habían decidido dejarlo crecer y trenzarlo y no dejarlo a su suerte como Viserys había hecho una vez, aunque Luke solía cortarlo cuando este llegaba más allá de sus hombros, era lo más que podía soportarlo. Ahora ambos eran, a falta de palabras adecuadas, la representación perfecta de la cultura Valyria a pesar de los rasgos Ponientes y del cabello más corto del Rey Lucerys.

—Gracias Leyla, Jeyne, por eso valoro tanto su servicio —dijo Lucerys con una expresión más alegre en su rostro, observando a su alfa y retándolo a decirle algo; Aemond simplemente lo observó y se quedó en silencio.

Un silencio fue roto cuando la puerta fue abierta suavemente por Daeron, que entraba con una sonrisa y una reverencia en los aposentos de los Reyes, indicando con eso buenas noticias.

—Tyraxes y Danzarina Lunar fueron divisados cerca de la Bahía de Aguas Negras, estarán en la entrada de la fortaleza muy pronto —anunció con alegría sabiendo lo mucho que esta visita entusiasmaba a su protegido y sobrino—. Y hay algo más...

—¿Algo más? —preguntó Aemond curiosamente hacia su hermano cuando vio como no podía contener su sonrisa por mucho que no intentaba—. Daeron, habla de una vez.

—Se divisó también a Meleys y Alba en el horizonte, Majestad. Todos los Velaryon vienen a Desembarco del Rey —dijo con entusiasmo haciendo que el corazón de Lucerys saltara feliz en su pecho. Hacía incluso más tiempo que no veía a sus abuelos, habían pasado casi dos años desde que Corlys decidiera pasar sus deberes a Joffrey y se había ido de vacaciones permanentes por todas las Ciudades Libres disfrutando de sus riquezas y su hermosa esposa.

—Es hora de salir entonces, los dragones aterrizaran pronto y será mejor no hacer esperar a Rhaena y Baela —dijo el omega sabiendo que su hermana embarazada era una cosa de temer.

Los Reyes salieron de sus aposentos acompañados de Daeron y ser Arryk directo a la entrada principal encontrándose con Alicent y Helaena que intentaban calmar los ánimos de los niños, todos felices por recibir a la familia. El pequeño Laenor en cuanto vio a Lucerys extendió los brazos en un claro gesto de que deseaba ser cargado por su padre. El omega sonrió y sin dudarlo lo tomó en sus brazos para luego besar sus mejillas sonrojadas haciendo que su hijo riera divertido. Lucerys miró a los niños, en especial a Daenyra que parecía muy feliz de recibir los halagos de parte de Jaehaerys por su nuevo vestido. Aemond enarcó una ceja y se acercó a su esposo.

Sentencia de matrimonio (Lucemond/Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora