CAPÍTULO VEINTISÉIS

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Se levantó con la piel en llamas y la entrepierna empapada.

Había pasado una semana desde que su abuelo había vuelto a Desembarco del Rey luego de su aventura conquistadora y desde el segundo día de su presencia había comenzado a sentirse extraño, más sensible a cualquier toque de Aemond, la piel más caliente y un anhelo desconocido tirando de su pecho.

Había ignorado todos eso en pro de volver a la mesa del concejo más fiero que nunca y en atender a sus hijos y familiares que en ese momento estaban dentro del castillo para acompañarlo un tiempo más antes de tener que partir a Marcaderiva a cumplir con sus deberes reales, había pasado por alto todos esos síntomas para concentrarse en otra cosa creyendo que era algo pasajero y remitiría pronto, pero se había equivocado.

Su celo pos aborto se había adelantado casi tres lunas y ahora ardía con fuerza en lo más profundo de su ser, sediento de su alfa y su cercanía. Gimió con desesperación cuando sintió a Aemond removerse a su lado incómodo ante el calor que su piel emanaba y el sudor que mojaba toda la cama, sin haberse percatado todavía de lo que sucedía.

Se dobló en sí mismo cuando otra contracción de su útero derramó lubricante por sus piernas empapando la cama, y dándose la vuelta en ella se arrastró hacia Aemond débil y tembloroso para poder despertarlo, este no era un celo que pudiera pasar completamente solo, sus entrañas se revolvían con la necesidad de ser llenado y su Omega prácticamente había ocupado su espacio mental, dejando una pequeña parte racional a su alcance para tener a su alfa antes de perderse completamente en el calor.

—Ae-Aemond —lloriqueó dolorido arrastrando su mano por todo el brazo de su esposo de manera casi reverente hasta llegar a su pecho para clavar sus dedos encima de su corazón casi con desesperación—. ¡Alfa! —suplicó sin aliento.

Aemond se despertó inmediatamente después del segundo llamado con el sueño embotando sus sentidos completamente por un momento, hasta que el aroma dulce de Lucerys golpeó su nariz como un ariete, sacándole todo el aire de los pulmones de repente.

Su esposo estaba en celo.

—Está bien mi amor. Estoy aquí, tú alfa está aquí —le dijo con rapidez quitando todas las mantas de la cama con una mano para dejarla libre y mientras con la otra guiaba a Lucerys a un beso sucio y desinhibido, sabiendo que no podía perder el tiempo con palabras bonitas o toques delicados; Luke parecía completamente dolorido y necesitado como nunca antes, necesitaba su nudo y sus toques para calmar su desesperación y sufrimiento.

—Alfa... por favor.

—Tranquilo, Luke, no tienes que suplicar, tú alfa está aquí —recordó nuevamente entre besos, arrastrándolos a ambos por toda la cama hasta llegar al borde de la misma y plantar sus pies en el suelo frío mientras se desnudaba—. Estoy aquí, hura, mírame —pidió con voz firme y cariñosa cuando la ropa ya había abandonado en su cuerpo y sólo quedaba el omega con su camisola empapada.

Parecía completamente ido por la necesidad, abriendo sus piernas para en él un signo claro de ofrecimiento, mostrándole toda su rosada y húmeda entrada, invitándolo a hacerse con él en ese mismo momento.

Aemond lo tomó por los muslos y terminó de arrastrarlo hasta que su trasero quedó en el aire completamente expuesto, antes de tomar su camisola y desgarrarla sin consideración alguna, liberando lo así de la tela que lo sofocaba y ganándose con eso un gemido largo y complacido.

Tomó su erección por un momento y se masturbó rápidamente para terminar de endurecerse, con su ojo fijo en Lucerys con la boca abierta y llena de pequeños gemido y lloriqueos necesitados, sabiendo perfectamente que en ese momento su esposo era puro instinto de apareamiento y nada más, solo quería su nudo y su pene enterrándose en lo más profundo de su ser, dejando en amor de lado sólo por saciarse y dejar en dolor de lado.

Sentencia de matrimonio (Lucemond/Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora