CAPÍTULO NUEVE

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Aemond fue el primero en despertar cuando sintió un calorcito en su pecho. Le tomó unos segundos recordar todo lo ocurrido el día anterior: se había casado con Lucerys y no sólo eso, ambos pasaron su noche de bodas como todos esperaban. Al bajar la mirada vio que Luke estaba profundamente dormido contra su pecho y uno de sus brazos le rodeaba la cintura.

Tenía un rostro angelical y una sonrisa en los labios, señal de que sin duda estaba teniendo un buen sueño. Aemond no pudo resistirse a acariciar su mejilla y luego descender hasta sus labios, eso que la noche anterior había besado una y mil veces.

Las palabras de su madre y de Rhaenys aun así eco en su cabeza. Quizás Lucerys y él podían llegar a convenir y tener un buen matrimonio, quizás incluso podrían llegar a amarse en algún momento de su vida si comenzaba a purgar las palabras venenosas de su abuelo y se fijaba en sus propios pensamientos por una vez en su vida.

Sí, él no había sido la mejor persona con su sobrino, cobraba con insultos y malos tratos los errores cometidos en el pasado. Pero su madre tenía razón: el pasado no se puede borrar, pero si luchar para que el futuro sea diferente. Lucerys había confiado en él cuando le pidió amabilidad y Aemond cumplió, pero ¿cómo no hacerlo? Luke había temblado y gemido entre sus brazos completamente entregado a él y el placer que estuviera dispuesto a darle, era algo que no podría olvidar, no cuando el sueño de su infancia se había hecho realidad después de tantas tragedias. Tal vez debía comenzar a escuchar un poco más de sus sentimientos y dejar a un lado todas las palabras de Otto y Criston Cole.

Salió de sus pensamientos cuando se percató de que Lucerys estaba despertando. Cuando el omega se dio cuenta de la posición en la cual se encontraba se apartó temiendo molestar a su tío.

—B-buenos días —saludó con tono entrecortado mientras se cubría con la sábana avergonzado. Aemond no pudo evitar sonreír ante la timidez del omega.

—Lucerys, después de lo ocurrido anoche creo que la vergüenza está de más —le dijo mientras apoyaba una mano en la mejilla del omega y otra en su cuello cerca de su glándula odorífera. Luke no pudo evitar gemir al sentir el toque, después de todo era la zona más sensible de un omega.

Lucerys estaba preparado para cualquier cosa, pero no para recibir un beso de su ahora esposo y, a diferencia de los besos compartidos la noche anterior, este fue un beso lento y dulce; profundo, lleno de sentimientos no dichos. Cuando se separaron, las mejillas de Luke estaban encendidas—. Te sonrojas con tanta facilidad —se burló el alfa y Lucerys rió.

—Es que no me esperaba nada de esto —le confesó. Aemond se acomodó a su lado, observandole fijamente mientras lo miraba con su único ojo existente de manera penetrante e interesada como nunca antes

—¿Y qué esperabas? —preguntó intrigado, sin nada más que curiosidad en su tono. Luke guardó silencio mientras jugueteaba con el dobladillo de la sábana.

—Bueno, cualquier cosa menos esto —repitió. Lucerys no había tenido muchas expectativas con respecto a su noche de bodas y mucho menos un despertar así: dormido en los brazos de su esposo y recibiendo un beso de su parte. Aemond suspiró.

—Debo decir que yo tampoco esperaba algo así —respondió—. Pero no quería cometer un error del que luego podría arrepentirme. —Miró a Lucerys de nuevo y el omega le sonrió. Aemond lo había visto hacer ese gesto muchas veces hacía otros, pero no esperaba que un día estuviera dirigido hacía él y eso le hizo sentir que había hecho lo correcto.

Lucerys abrió la boca para responder, pero en ese momento se escucharon unos golpes en la puerta. Aemond bufó, seguramente eran las sirvientas que iban todas las mañanas a preparar su baño y obviamente también iban con la clara intención de recuperar las sábanas nupciales para que su abuelo y los demás comprobaran que el matrimonio fue consumado. El alfa se levantó sin una pizca de vergüenza en mostrar su cuerpo desnudo y Lucerys se sonrojó para rápidamente refugiarse bajo las mantas mientras Aemond se cubría con una bata y abría la puerta. Las tres jóvenes hicieron reverencias con la mirada en el suelo y entraron a tropezones, en ningún momento voltearon a verlo y eso fue algo que Lucerys agradeció. De la misma manera que llegaron se marcharon, seguramente volverían cuando ellos no estuvieran para terminar su trabajo.

Sentencia de matrimonio (Lucemond/Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora