Capitulo XIV

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Nos quedamos acostados, desnudos, exhaustos, sudorosos, ardientes; ojos azules se funden en los cafés, mirando más allá de lo perceptible, hurgando en nuestras almas, en nuestros pensamientos más profundos.

Me tomo la osadía de acariciar su mentón, un rastros de bellos rubios lo cubren, de todas las formas existentes, es tan hermoso que podría quedarme con él, siempre, aunque jamas seria capaz de admitirlo en voz alta.

Eso dañaría todo, toda esta magnífica conexión, que nos había costado crear.

Su mano agarra la mía, juega con ella, con mis dedos y la palma, grabó este instante en mi cerebro, solo para recordarte cuando estés lejos, muy lejos de mi alcance.

—Eres preciosa— murmura —la más hermosa entre todas las mujeres— sigue con mi mano —la más valiente de todas, la más ardiente de todas y pensar que yo puedo estar con tan glorioso ser— sonrió al escuchar sus palabras.

—No solo soy esas cosas— murmuró.

—Se que eres muchísimo más, describirte seria limitarte— me sonríe —eres la mujer que me tiene bajo su hechizo, como el canto de las sirenas me traes, no puedo evitar seguirte, aún que luego me espere las peores de las muertes —susurra.

—¿Entonces piensas morir por mis encantos?— me acerco a él.

—Así parece— se recuesta boca arriba, aprovecho para encajarme a su lado y subir mi pierna a él —¿Tú morirías por mis encantos?— susurra.

—Aquí estoy, desnuda, junto a ti, compartiendo mis más íntimos momentos— digo en respuesta.

Siento cómo lentamente sus fluidos se escurren por mis piernas, dejando todo húmedo a su paso.

—Me gusta el calor que emana tu cuerpo— susurra para sí mismo.

—Solo porqué eres tú quien lo toca— mi ojos conectan con los de él.

—Cuida lo que dices, conejita— está vez serio, pero con algo de anheló en sus voz.

—¿Por qué "conejita"?— pregunto curiosa.

—Por que eres como una conejita— dice sin más— el trasero pomposo, la piel impecable, la nariz se te pone rosadita, tienes muchas cosas rosadas— me sonrojo— si las personas fueran capaces de ver cómo saltas sobre mi, pensarían lo mismo— dice juguetón haciendo que me sonroje totalmente.

¡Dios! Cómo puede decir esas cosas, tan descaradamente.

—¿Entonces tengo el trasero pomposo?—rio ligeramente.

—Si— dice casi inaudible.

De un momento a otro Abel se posiciona en mi espalda, colocándome boca abajo.

—Si pidieras ver todo eso, de la forma en que yo lo veo, eres realmente una conejita— aprieta mi trasero— vamos a dormí, L— vuelve a acostarse a mi lado.

—Tengo que desmaquillarme, lavarme y tu deberías irte...— me interrumpe.

—Ni hablar, voy a dormir aquí hoy, la noche es larga, cariño— me muerdo el labio para no reír.

Si me duermo probablemente no reaccione hasta mañana y realmente estoy agotada.

Abel me da espacio para hacer mis cosas, me desmaquillo, entro a la ducha con él, me ayuda a lavar mi cuerpo desde mi espalda, pasa sus manos por mis clavículas, por el pecho, baja por el abdomen.

¡Ya necesito de él! ¡Soy demasiado caliente!

Mi cuerpo se sonroja ante él, mi lívido sexual se eleva con él.

LAUREN [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora