Capítulo IV

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Abel

El sábado por la mañana me despierto temprano, como solía hacer, voy directo al baño a asearme, vivo en un como departamento, en un rascacielos enorme, el lugar no era tan grande, solo tenia mis propias comodidades, las cuales podía alcanzar a pagar con propio dinero.

Aunque no carecía de nada y era todo un lujo, la casa de mis padres era veinte veces lo que tenia en este lugar, me seguía sintiendo cómodo teniendo todo esto con mi propio esfuerzo.

Salgo de la ducha empapado, pero sin hacer un reguero de agua por el suelo, sino después me tocaba limpiarlo.

Después de ponerme unos pantalones negros con un jersey negro y un abrigo largo y unos tenis del mismo color, cambinado con un rolex, voy a la cocina para hacerme un batido de probióticos verde.

Había quedo con lo chicos en ir al polideportivo, hoy jugaba nuestra equipo universitario de voleibol femenil, contra el equipo contrincante NYU.

Pero antes tenia que ir a hacer unas cosas en la empresa y arreglar unos asuntos con mi padre.

Después de desayunar bajo por el ascensor al estacionamiento, normalmente me gusta usar mi moto, me daba esa energía de chico malo, pero hoy que tengo ir a la empresa no me quedaba mas que irme en mi Jeep.

Las calles de New York eran todos menos tranquilas, mares de personas caminando por doquier, el trafico pesado, a esta hora, pero nada qué hacer.

Llego una hora después a Wolff Seemännisch un gran rascacielos con las letras en la entrada, todos por aquí era sereno, tranquilo, oficinas por doquier, personas caminando a sus puesto, paso por el lugar como si estuviera caminando por mi casa.

Entro en el ascensor ejecutivo que siempre esta vacío y marco la ultima planta, ahí estaba la oficina de mi padre, Christoph Wolff.

Su asistente le anuncia mi presencia y me hace pasar, como siempre el hombre va vestido con un traje ejecutivo, demasiado elegante y con muchas prendas encima, su asesor de imagen es el que se encarga que se vea así, su cabello ya blanco y sus lineas de expresión acentuadas por las vejez, pero mantenía un cuerpo ejercitado, a sus cincuenta y nueve años todavía se veía de cuarenta y tantos.

—Buenos días, padre— digo al entrar.

Guten Morgen, Abel— me saluda en alemán.

*Buenos días, Abel.

Solo suele hablarme en alemán cuando esta molesto, tomo asiento al frente de él, despreocupado.

—Soy todo oídos, padre— continuo.

—Sprich mich bitte auf deutsch an— continua el.

*háblame en alemán, por favor.

—Hoy no estoy de animo, así que será mejor que me digas para que me quieres y sé breve, tengo cosas que hacer— le hablo igual de tosco que él.

—Te iras a Alemania después de la graduación— dice en voz firme.

—Ya te dije, padre, me iré después de las vacaciones de verano— digo firme, pero despreocupado— y solo por un año— le recuerdo.

—Y yo ya te dije que necesito a mi primogénito en Alemania y no es una opción, es una orden— sentencia.

—Ya hice mi vida aquí, no tengo a nadie allá— vuelvo tranquilo.

Su mirada igual de azul que la mía me reta, sus manos se cruzan sobre el escritorio, esta muy molesto, lo puedo notar en sus expresiones.

—Sie sind bereits bereit, das Kommando zu übernehmen, und Sie müssen in Berlin sein— vuelve a hablarme en alemán.

LAUREN [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora