Capítulo VI

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Me tomo dos vasos de agua, estoy un poco estresada, pensar en dormir con Abel es una total locura, cómo se le ocurría, yo no sé cómo me comporto mientras duermo y conociéndolo se quedaría observándome, ni pensarlo, no podía permitir aquello; inhaló y exhaló varias veces antes de volver a un estado de ánimo aceptable.

—¿Quieres dar una vuelta? —me pregunta Abel por la espalda —en las motos— me extiende una llave.

Veo alternadamente a él y a las llaves, no suena nada mal dar una vuelta por el bosque a alta velocidad.

—Por supuesto —respondo.

Me extiende su mano, yo sin protestar se la doy, nos adentramos al garaje y me indica en qué moto iré.

—¿Y los demás? ¿No vienen? —me paro en seco.

—Ellos están en lo suyo, más tarde nos reuniremos para hacer una barbacoa— entregándome un casco y luego se devuelve a su moto— iremos solo tú y yo.

Dudo por un momento, debería declinar la invitación, pero por favor, quería montar en aquella moto de cuatro ruedas, además ¿Qué era lo más peligroso que me podría hacer él? ¿Insistir? Eso no sería un problema con decir que no y volver a casa me bastaría.

—Vale, ellos se lo pierden— me encojo de hombros antes de soltar una risita.

Tomo asiento en la moto, meto las llaves en el contacto para encenderla, la cual suena perfectamente bien, me agarro una coleta floja para luego poner el casco rojo que me ha entregado Abel, el portón hace un pequeño ruido al abrirse y así dándonos paso para salir.

—Solo será un paseo, nada de correr Lauren, es peligroso ¿Vale? —me señala.

—Vale— respondo con fastidio.

—Habló en serio, Lauren— me advierte.

—Sí, si, como sea iré lento— llevo los ojos al cielo.

—Lauren...

—Ya entendí, Abel— lo interrumpo exasperada.

—Muy bien, entonces sígueme del lado izquierdo— me mira y asiento.

Salimos del garaje, cruzamos a la derecha y comenzamos a hundirnos en la extensión de aquel bosque, los fenomenales árboles nos arropan, los miro atónita; el olor a madera y tierra húmeda me cautiva, por cada lugar que pasamos esta rodeado de verde, había una que otra flor silvestre, el silencio era impresionante, este se interrumpía por nuestras voces y mis constantes ataques de emoción, Abel se encarga de explicarme la flora y fauna que albergan en aquel mágico lugar, las motos suben y bajan por los desniveles del suelo. A medida que avanzamos se escucha una pequeña corriente de agua y me emociono, le insisto varias veces a Abel para ir a el río, pero él se niega ir, luego de un momento insistencia acepta; cada vez lo escucho más cerca hasta que llegamos.

—Este es una arteria de un rió que está cerca, el agua es pura, podrías beber de ella si así lo deseas— me explica cuando páramos.

—¿Podemos descansar un momento? —dudo al decirlo.

—Podemos descansar un rato y luego volveremos a casa.

Apago la moto dejando la llave a un lado y luego me bajo de esta, estiró las piernas y me quedo un momento embobada con aquella maravilla, el agua es tan cristalina que se podía ver el fondo perfectamente, habían rocas grande y algunas ramas dentro del agua, podría jurar que habían pequeños peses, pero mi vista no era tan aguda por saberlo; podría pasar toda mi vida en esta casa, rodeada de la naturaleza, del aire fresco sin contaminación alguna y de aquel silbido silencio provocado por los árboles, simplemente sería perfecto.

LAUREN [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora