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Omnisciente.

Capítulo 1: "Dolorosas cenizas".


Los días pasan como el dinero por las manos, rápido y sin que los veas. Pero no era hora de pensar en eso, la corriente del río parecía no querer calmarse y Zoro empezaba a desesperarse, tenía que volver al orfanato antes de que las hermanas se diesen cuenta de su ausencia, ya que él siempre estaba al lado de Luffy, y en este momento se habían separado. 

Maldito río engañoso, por encima se veía tranquilo, pero en cuanto metía la red al agua, sentía que saldría volando y terminaría ahogándose por su brusquedad. En este momento, podría estar tranquilo tomando una siesta, pero gracias a Luffy y a su estómago, se encontraba ahí, luchando por pescar algo.

Pasaba que, era Viernes Santo, y los niños iban a tener su primer ayuno, desde el ocaso hasta el anochecer del día siguiente, se respetaría esta norma: ayunar es una forma de redimirse, es una forma de oración, por eso no comemos durante este tiempo; pero claro, era su primer ayuno y eran niños, así que comerían pero en pocas cantidades, o eso era lo que Luffy sentía.

Recordó la conversación que tuvo con su amigo más temprano.

Ambos se encontraban sentados sobre el tejado del orfanato, tranquilos, simplemente apreciando el cielo, las nubes y sintiendo el viento chocar contra sus rostros. Eso, hasta que el estómago de Luffy rugió.

-¡Odio los ayunos!, ¿tú no piensas lo mismo, Zoro?- Luffy se expresaba de tal forma que sonaba aniñado, aunque en realidad solo le fastidiaba la simple idea de "no comer".

-Pues creo que podría ser peor, al menos sí tenemos que comer.- contestó tranquilo.

El menor hizo una mueca de disgusto. -¡Pero no es suficiente!, normalmente nos dan un sándwich a cada uno en el almuerzo, aunque yo tomo otro de la cocina, pero en días como estos, lo único que nos dan, ¡son galletas saladas con mermelada y jugo de uva!- 

-Para empezar, solo tú le pones mermelada a las galletas saladas, y para terminar, ¡ya deja de quejarte!-

-Pero Zoro...-el pelinegro hizo otra mueca que Zoro entendió totalmente.

-Bien...-suspiró- Si voy a pescar algo para ti, ¿dejarás de quejarte?

-¡Sí!- expresó alegre.

Y así es como Zoro terminó en donde estaba, esperando a que la corriente del río se calme para poder meter la red en el agua y pescar algún pez para su glotón amigo. Ya había esperado mucho tiempo, la corriente seguía igual y el sol empezaba a esconderse en el horizonte, no quedaba de otra.

-Yo puedo.- y en el mismo momento en el que divisó un pez, extendió la red, y la jaló hacia él.

-¡Sí!- atrapó su objetivo, después de tanto esmero. Ojalá ese gran pez llenare el apetito de su amigo.

Llegó de nuevo a lo que era su hogar, aunque no solo suyo, sino de otros niños, pero él ya no era un niño, o por lo menos no uno tan pequeño. Desde que tenía memoria, él y Luffy habían estado viviendo en ese lugar, lleno de monjas y sacerdotes, quienes trataban de inculcar en ellos el amor al Padre y educarlos, claro. Ahí tenían un techo, agua, comida, educación, vestimenta y amigos, no les faltaba nada; pero últimamente los saqueadores andaban por todas partes, robando bienes ajenos, oro, plata, comida, pertenencias, de todo.

Se deslizó por el suelo rápidamente hasta su dormitorio, intentando no llamar la atención, ya que ahora, con diecisiete años, no era lo mismo, los cambios físicos se habían dado a notar en él, en su musculatura, que había aumentado un poco, en su voz, en su actitud y en muchas otras cosas. Ya adentro, se levantó del suelo y tomó la canasta que tenía el plato con el pescado dentro. Sacudió también su ropa, su camisa manga larga blanca y sus pantalones que llegaban hasta sus rodillas.

-Oye, Luffy.- sacudió a su amigo que tomaba tranquilamente una siesta vespertina. A la habitación, no entraba otra luz más que la de los vespertinos rayos naranjas del sol, por la ventana de madera y vidrios.

-Mgh, ¿qué...?- somnoliento, el menor restregó sus ojos. -Aquí tienes.- el peliverde le extendió la canasta y, como si de algo que nunca hubiera visto se tratara, el menor abrió sus ojos de par en par y su boca comenzó a babear.

-¿¡De verdad lo hiciste, Zoro!?-

-Baja la voz, nos van a descubrir.- le dijo suavemente.-Solo abre la canasta.-

Emocionado, Luffy abrió la canasta, encontrándose con el manjar que su mejor amigo había preparado. -¡Gracias, Zoro!- y abrazó a su querido compañero.

-Que bajes la voz te digo.-recalcó el mayor -Solo come.- y se dedicó a observar a su amigo comer.

Luffy comió tranquilo, comer, era lo único que hacía al pelinegro callarse, y hacer que se concentrara solamente en saborear cada bocado de su comida. Zoro se recostó sobre la cama de al lado, se suponía que después del mediodía, tenía que ir a la enfermería del orfanato, pues había sido avisado de que los resultados de su examen de casta ya podían ser retirados. Pero Zoro no se interesaba por su casta, le daba igual si era beta, alfa u omega, era lo de menos saber eso para él, simplemente, no cambiaría nada saberlo.

-Ahh, estoy lleno.- expresó Luffy, al fin pudo saciar su hambre, ya no tendría que ir a la cocina por más galletas con mermelada.

-Me alegro, bueno, es hora de dormir.- se inclinó hacia un lado, quedando casi en posición fetal.

-¿No tenías que ir por tus resultados hoy?- bostezó, esa gran comida le había devuelto el sueño.

-Estoy cansado, no me levantaré de esta cama solo por unos malditos papeles.- contestó con algo de molestia.

-Deberías ir a traerlos, o la superiora te regañará.-

-No me importa lo que me diga esa vieja, solo duérmete. El día que tengas que ir a retirar tus propios resultados, te preocupas por eso, buenas noches.- y se dio la vuelta por completo, cayendo profundamente dormido.

Luffy dejó a un lado el tema, y también cayó dormido. Él no se preocupaba por hacer su examen de casta, pues era hasta los dieciséis o diecisiete años, cuando se podía definir totalmente cuál era su casta. Y como él acababa de cumplir los quince, todavía no cumplía con los requisitos.


...


Por otro lado...

-¿Zoro no ha venido a recoger sus resultados?- preguntó la superiora a una de las monjas de la enfermería.

-No, no lo ha hecho, ¿será que se olvido?- contestó la joven.

-Haa, por más que le he dicho que cumpla con sus deberes, es su responsabilidad saber su propia casta y encargarse de ello. Qué tal si es un omega y entra en celo sin que nosotras lo estemos vigilando, o si es un alfa e inconscientemente ataca a un omega.- expresó preocupada.

-No se preocupe, superiora. Mañana, yo misma se los entregaré junto con las recetas médicas e indicaciones de cuidado personal.- sonriente, la chica afirmó frente a la mayor.

-Muchas gracias.-

Repentinamente, la puerta del lugar resonó fuertemente junto con unas voces exclamando algo.

-Queridas hermanas, disculpen nuestra intromisión, pero mas les vale hacer lo que digamos, o este lugar se convertirá en una masacre.- mencionó fuerte pero serio, uno de los hombres armados que habían entrado al lugar.

-¡Saqueadores!- dijo la superiora.

-¡Los niños!- exclamó la joven.

-¿Qué es todo ese ruido?- los fuertes sonidos despertaron a Zoro, quien se acercó a la puerta para encontrarse con algo que nunca hubiera deseado.

Un disparo sonó cerca de donde él se encontraba.





Imagen: Puosenwot Twitter ID

Ruleta rusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora