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Omnisciente

Capítulo 2: "Un gran problema".


Un disparo sonó cerca de donde él se encontraba.

Un tipo más alto que él, tenía en manos un arma mientras pateaba las puertas de los dormitorios de sus compañeros, en consecuencia, abriendo las puertas y entrando. Los muchachos anteriormente dormidos, solo gritaban aterrorizados por la repentina intromisión a lo que creían que era su lugar seguro.

Zoro, quien también había caído preso del miedo, entró nuevamente a su habitación y cerró la puerta con sumo cuidado, tratando de no ser escuchado por el saqueador. Cayó al suelo sentado, temblando, el chico intentaba tranquilizarse, pero cuanto más lo intentaba, más hiperventilaba, más lo consumía el terror.

Buscó rápidamente con la mirada a Luffy, volteando a ver su cama, y para su desgracia, el menor no se encontraba ahí.

-No, no, no.- se levantó de su lugar, dirigiéndose donde su amigo debería estar. Revolcó las sábanas intentando buscar al pelinegro, pero definitivamente no estaba ahí. Buscó debajo de la cama, en el clóset, bajo la mesa de la lámpara y en su propia cama de la que se acababa de levantar. Se detuvo a pensar un momento, ¿dónde podría estar Luffy en este momento?

-¡La cocina!- pensó, Luffy siempre se escabullía por las noches en busca de más comida, prácticamente lo mismo que buscaban los saqueadores, y eso significaba que...

Luffy está en medio del enfrentamiento.

Ahora tenía otro problema; además de que había un hombre con un arma justo en la habitación de al lado, su amigo estaba metido en problemas. Necesitaba su ayuda, pero él no tenía nada con que defender a ambos. 

Algo se le ocurrió repentinamente.

-Mi katana.- se levantó de su lugar buscando su katana, la amiga con la que siempre contaba. Wado Ichimonji, una katana tan fuerte, resistente y leal, que parecía tener una personalidad y raciocinio propios. 

La tomó de donde siempre la ocultaba, en el clóset en su correspondiente cajón de ropa; ahí, las monjas no la encontrarían, pues para las hermanas, el uso de armas era un acto de agresión total hacia el prójimo, cosa que era denigrante hacia su religión, y también, cosa que claramente no les habían enseñado.

No pensó, pues los nervios no se lo permitían, y salió disparado del dormitorio con su katana en mano. El hombre armado de al lado escuchó una puerta ser abierta repentinamente, causando el típico estruendo de la madera al caer y salió para ver quién huía de la emboscada; solo alcanzó a ver una figura corriendo escaleras abajo con una espada en mano.

-¡Hey! ¡Tú!- le gritó.

Zoro aceleró el paso hacia la cocina, tenía su mano puesta en su arma para el momento en el que fuese necesario desenvainar y atacar, aunque realmente no deseaba eso.

-¡Uno de los mocosos está escapando!- volvió a gritar aquel hombre, siendo escuchado por todos sus compañeros.

De un milagro logró llegar a la cocina, no parecía haber sido saqueada, no por el momento, seguro los ladrones no la encontraban o quizá no venían por la comida. Así se engañó. -Luffy...- habló bajo -¿Estás aquí?- volteó a ver a todos lados, seguía sin respuesta. -Zoro...- algo dentro de él se iluminó -¿Eres tú?-

-¿¡Dónde estás!?- no pudo evitar gritar -Aquí en la despensa- se apresuró a contestar el menor. Zoro abrió las puertas de la despensa, encontró a su amigo viéndolo fijo, seguramente tenía preguntas, aunque eso no le impedía seguir comiendo una galleta con mermelada. -Mira, Luffy, solo sígueme, tenemos que irnos- 

Ruleta rusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora